Reseña colectiva después de leer ‹‹Bahía sonora›› de Fanny Buitrago

Por Celia, Victoria, Nat, Cristy, July, Gloria, Osiris, Danae y Ximena

Acercarnos a la obra de Fanny Buitrago supuso una sensación de gozo al descubrir sus estrategias narrativas que suelen romper con lo predecible, lo esperado dentro del desarrollo de las historias. La experiencia de leerla suscita mucha expectativa sobre los cierres de los cuentos, ya que siempre me sorprendieron, y eso como lectora se agradece. Un placer que brota también al notar que hay una apuesta meticulosa por la construcción de una unidad interconectada a profundidad. El vacío fue el punto de partida, no querer sentir lo que me proponía Fanny. Negarme a conectar con lo que ha dolido por su proximidad. Las espinas que atacan desde afuera, que no se parecen a las del amor, no son buscadas y llegan desde el contexto macroeconómico y político. Hay una desesperanza y un constante estar respondiendo a aquellos que llegan y modifican el paisaje. También, a través de sus cuentos, me sentí con la libertad de ser fea desde la libertad de encontrarme yo, de tener el derecho a ser protagonista desde este cuerpo, desde esta piel y con este sexo, porque Fanny entrega personajas en las que podemos mirarnos más allá de que esto sea una frase hecha, utilizada ya con ligereza frente a nuestro encuentro con autoras. Sus personajas no son esperpénticas, solo son, ocurren con sus cuerpas algunas veces grandes, de las que Fanny decide hacernos ver su tambaleo.

En esa misma línea, desde que leo a mujeres tengo el deseo de encontrarme personajas siendo protagonistas en las historias. Aunque no aparecen tan palpables en los primeros cuentos, me dio mucha alegría leer a mujeres fuertes guardianas de sabiduría y memoria. No sé si es el objetivo de Fanny, pero su obra también me despierta una especie de rabia histórica con lo que cuenta, y lo cierra perfecto con lo que yo interpreto como una justicia también de carácter histórico. Entonces, leerla deja una sensación de tristeza, es como leer lo que ha pasado a lo largo del tiempo desde el colonialismo y lo que está sucediendo en la actualidad; Fanny nos muestra el desastre que provoca el capitalismo y del que muchas veces no nos damos cuenta. Así, el trabajo de Fanny como autora, en Bahía Sonora, nos muestra una memoria colectiva e histórica, y lo que según es el progreso, a costa del despojo. En ese sentido, sus posicionamientos políticos están presentes en todos los cuentos, en unos más patentes que otros, pero siempre allí. Dejándonos ver quién es ella en torno a la colectividad en donde creció. Para mí como lectora es importante saber de dónde parte quien escribe, no para crearme un prejuicio, sino para entender o al menos intentar entender sus palabras y por qué las dijo de tal manera.

Aunado a ello, la obra de Fanny se percibe como una unidad que se nos revela completa, pero no estática, sino histórica y, por eso mismo, dinámica en el lenguaje, en sus modos y la forma en que la prosa de Fanny se desenvuelve. Hay en su hacer literario un afán de guardar la memoria de la isla, que se teje en tiempos circulares y personajas que nos cuestionan todo el tiempo sobre el “bien” y el “mal”, sin estar en ninguno de los polos de manera absoluta, sin ser contrarios, sino parte de una misma esencia: la contradicción humana o la humanidad con sus contradicciones. Este movimiento de tiempos te puede confundir en algún momento, pero a la vez siento que es lo que hace que el relato esté vivo. Esa sensación de volver a nombres y lugares que ya fueron mencionados hace que nosotras como lectoras seamos parte del tejido. Este tejido de las historias aportaba un punto de vista personal sobre lo que ocurría en un espacio durante un tiempo. Al atravesar los cuentos, había cosas que cambiaban, pero permanecía una esencia del sentirse aislado, un estar a la deriva y esa mirada llena de claridad sobre lo que se torna cotidiano, ordinario, naturalizado.

En ese sentido, fue muy gozoso leer sus textos, llenos de historias que nos muestra lo mágico de la naturaleza y cómo las personas están relacionadas con ello. Por eso una de las cosas que más se pueden gozar y disfrutar de leer a Fanny Buitrago es el pensamiento mágico y místico que habita los cuentos, sin la posibilidad absoluta e innecesaria de clasificarla dentro de cualquiera de las disputas que buscan definir este carácter mágico en América Latina como una propuesta descrita, por ende, con marca de autor, ya sea Carpentier, García Márquez o Asturias. Fanny solamente lo hace parte, lo deja ser con la naturalidad con que existe en las realidades latinoamericanas, sin un halo de exotismo impuesto que, aunque se disfrute, deja ver el artificio de la literariedad.

Leer a Fanny es como un viaje a través del tiempo de una época que se siente retro, además de experimentar además de un enfoque de lo mágico, también se puede observar los toques oscuros y la ironía con la que escribe rayando en un humor negro que encanta, para algunas quizá pueda recordar a Jorge Ibargüengoitia en ocasiones incluso con esa presencia de la crudeza del contexto latinoamericano dibujado entre sus páginas. Es así que el encuentro con Fanny Buitrago deja la delicia de hallar un humor distinto, afilado, pero no cruel dentro de la narrativa, podría incluso señalarse que ese no llegar a la crueldad en medio de lo acidulado de su humor  es la intención de no rozar los bordes de lo masculino, es comprender que el impacto del texto se halla en otro sitio, no en uno que transgrede con dolo la mirada y el sentir de las personas lectoras. Fanny se ríe del mundo, de sus contradicciones y nos invita a gozar con ellas. Por ello, nos deja también la satisfacción de haber descubierto una escritora muy dueña de sí misma, de los mundos y los imaginarios que construye y que goza al construir.

El gozo de acercarnos a Fanny siento que habita a través del descubrimiento en el tiempo del entramado que teje. Es muy satisfactorio descubrir que excede la idea de cuento, que para ella un libro es la isla misma autocontenida. Entonces, de un cuento a otro es bastante satisfactorio hallar uniones, puntadas de un hilo, porque reconocerlas significan también un diálogo con Fanny, una Fanny que como escritora pensó en quien la leería, intencionó su experiencia, quiso hablarle, fue consciente de su existencia, no sólo de que el libro sería leído, de esa acción que caería sobre él, sino de que hay una sujeta (o un sujeto) con cuerpo que iba a experimentar ese acto de leer.

Así, con Fanny hay un gozo en mirarse, a veces un poco difícil porque lleva a mirar las heridas o cicatrices; de vivirse desde la otredad, de cargar con estigmas o de saberse incluso lejos de los estándares. Fue completamente grato ver la forma como ella hablaba de los cuerpos, de las mujeres y el manejo de la ironía me resultó de gran interés. Entre todo, también disfruté de sentir ese aislamiento, esa forma tan clara que tuvo de mostrarnos desde una isla una especie de laboratorio donde se ven los embates externos, pero también las condiciones humanas que están presentes, además aquellas que surgen. Sí, ahora que lo escribo, esa fue la parte que más gocé. Esa capacidad de mostrar a la isla como un laboratorio o una caja donde estaban los humanos con sus propias capacidades respondiendo a lo propio y a lo que llega de fuera.

Así pues, invitamos a leerla, porque con Fanny descubrimos parte de la historia de las mujeres en la narrativa, hallamos una expresión situada en el tiempo, que adquiere sentido en su tono y su sabor no solo por la época en que fue escrito. Fanny es una pieza muy importante que hacía falta descubrir para ese tejido que es la historia de la literatura escrita por mujeres. Con ella se nos revela la diversidad del hacer literario de las mujeres, se desencorseta de la lista de temas, de las posibilidades cerradas que se pueden llegar a suponer propias de las mujeres. Fanny es un gran respiro que conlleva una exhalación que abre los pulmones de la creación de las mujeres. Es así que su sentido de ser escritora es la libertad, escribir como mujer, nos enseña Fanny, es simplemente hacer lo que nuestra imaginación disfrute, lo que nos haga sentir plenas, incluso, lo que nos haga reír. Fanny permite eso, la risa, algo que quizá se mire poco.

Además, convidamos a leerla, porque nos muestra una manera de escribir que se atreve a tocar la maldad de la que somos capaces las mujeres contrastada con la sabiduría y fuerza que también nos habita. Estamos tan empachadas de leernos desde los hombres como la puta o la santa, sin matices, que me parece refrescante vernos y sentirnos desde voces de otras mujeres que crean o recuerdan relatos en donde podemos o no encontrarnos, pero que son más sentidos porque parten de una experiencia común, el ser mujer.     

Creemos en la importancia de leerla para conocer las historias que nos cuenta y permitirnos reflexionar y voltear a ver la historia propia y la de nuestros ancestros, para eso hay que leer a Fanny. Porque leerla es mirar hacía una misma, mirarse sin aspiraciones de glamour, sabiéndose plenas de capacidades de adaptación, pero viviendo sin tener que personalizarlo todo con el afán de creer que eso nos da libertad. Fanny da golpes de realidad, planta en la tierra la semilla para vivirnos como somos y para que desde ahí podamos ver el entorno evitando que nos engañe el que una calle muy linda de la ciudad nos haga sentir de primer mundo. Para mí ella permite ver una literatura geolocalizada, bien plantada y lo hace desde una estética que se aleja de los clichés, de la eterna comparación con Europa o los Estados Unidos.

A su vez, haber entrado en contacto con su obra, mirar sus formas, sus maneras, me deja muchas ganas de explorar más la narrativa en mi escritura, sin caer en el cliché feminista de la mujer héroa. También adentrarme en esa construcción de la territorialidad para quienes hemos migrado, porque estamos entre el no soy de tal lugar porque me fui, pero tampoco soy de donde vivo ahora ya que no nací allí. De hecho, Fanny crea un lugar que puede o no existir en lo físico, pero eso no limita lo auténticos que sean los personajes e historias que nos cuenta.  De hecho, si vemos con más detenimiento seguramente hay muchos personajes en nuestros barrios y comunidades, y lo más probable es que nosotras seamos las personajas de la historia de alguien más.

No podemos irnos sin mencionar que otra de las cosa que deja este encuentro es la impresión ante la belleza con la que nos cuenta las historias, sin decirnos, podemos entender el porqué de lo sucedido en ellas, por eso conocerla y conocer su texto fue muy interesante. Para mí Fanny me hizo descubrir que los pensamientos de las autoras latinoamericanas en un punto convergen, a través del tiempo y del espacio, además de relacionarse con los países hermanos, me permitió unir los puntos y darme cuenta de que las impresiones que se tienen de la vida son similares.

Y un detalle muy importante para cerrar. Compartir la lectura hizo posible que me abriera a nuevas posibilidades de interpretación de los textos, a miradas que me llevaban a otros puntos de vista. La comprensión del texto se volvió más rica y la significancia de la lectura de Fanny aumentó. Este espacio a mí me dejó algunos sucesos personales que las compañeras vivían mientras pasaba el tiempo en el que leíamos, como las mudanzas, los trabajos, la vida. Finalmente para mí Fanny habla de eso, de lo que nos pasa, y me deja la posibilidad de buscar en mi entorno las historias, la forma como chocan aquí las políticas públicas, de comprender sin juzgar a aquellos que me rodean.

 

 

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