Por Diana Peña Castañeda[1]
En el Llano en llamas de Juan Rulfo el agua es rareza o exceso, nunca las dos. Pero en cualquier casualidad solo significa una cosa: angustia.
“Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agu¬jero en la tierra y dejando una plasta como la de un sali¬vazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan cayendo más y las buscamos con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve.”
En «Nos han dado la tierra», el agua es el grito de un espanto que aparece para contarnos el fraude gubernativo de la tierra prometida. En ese llano inmenso que está al otro lado del río no hay cosechas, “ni conejos ni pájaros”, la tierra está tan reseca que raspa las esperanzas. Pero es que son “miles y miles de yuntas” … Sin agua, sí, ni una molécula, pero la autoridad cumplió y eso es todo lo que debe importar.
Como lógica consecuencia, la sed aparece para acallar la voz de la queja ante la ironía de lo que se recibe. Habla la mirada que se agranda en todo su agujero buscando una gota, pero cuando la lluvia parece llegar, dice Rulfo, el viento la arrincona en el cielo hasta que desaparece. Y si cae, señala, se pierde en la sed de la tierra. Y eso, la sed es lo que une la tierra con el cuerpo.
«Luvina» es también un pueblo de espectros y perfidias. Allí, por agua lo que hay es un viento ennegrecido que “Se planta en Luvina prendiéndose de las cosas como si las mordiera.” Su ausencia lo va devorando todo, hasta la sonrisa, lo más natural que surge como sinónimo de placer y felicidad. El mismo sentir se aprecia en Diles que no me maten. La sonrisa/felicidad que en un principio se relaciona con el deseo de prosperidad va adquiriendo la connotación de envidia y violencia “Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo también su compadre, le negó el pasto para sus animales.”
Pero si en esos cuentos el agua es ausencia, en «Es que somos muy pobres» el deterioro de lo correcto y la pérdida de toda ilusión se pone en evidencia tras el arribo torrencial de los aguaceros “Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llo¬ver como nunca.” Con los aguaceros se muere la vaca de Tacha y se incrementa la posibilidad de que se haga “piruja” como sus hermanas mayores.
En «La cuesta de las comadres» la amenaza permanente de las lluvias que no permite vivir en paz es más cruel que la presencia de los hermanos Torrico. Nunca deja de llover, por eso la gente se marcha, pero aún sin ellos, los aguaceros no cesan. Son tan torrenciales que se nos muestran así: “El lugar no era feo; pero la tierra se hacía pegajosa desde que comenzaba a llover, y luego había un desparramadero de piedras duras y filosas como troncones que parecían crecer con el tiempo.”
En El llano en llamas el agua es un elemento que cumple una función narrativa porque condiciona el paisaje y a los personajes, es decir, sus anhelos, su pensamiento, su sentir, incluso su moral. Y en todo ese paisaje convulso uno se estremece al pensar en la nobleza del agua, no por lo que dice el narrador, sí porque esta obra parece un oráculo frente a lo que sucede en estos tiempos: ¡la gota de agua es quimera que agrieta o aleteo caníbal!
Somos agua por derecho divino. Nada es posible sin ella, ni el páramo, ni los sueños, ni nosotros. Con el agua llega el deseo de extender la frente debajo de sus cristales, saltar los charcos, hundirse en el río, oír el soneto de su toque. Por si fuera poco, cada gota es el preludio del platillo más deseado: un guiso jugoso, un pan dulce, una sopa sustanciosa, un refresco de frutas… Y la vida, la vida.
Receta para cuidar el agua en la cocina[2]
• Descongelar los alimentos en la nevera.
• Reducir el caudal del grifo.
• Llenar el lavavajillas al máximo o, cerrar el grifo mientras jabona la loza.
• Enfriar agua en la nevera.
• Reutilizar agua de otras preparaciones.
• Recoger agua para lavar frutas y verduras.
[1] Comunicadora Social, especialista en Comunicación Organizacional, Magister en Ciencia Política. Interés en escribir sobre la comida como elemento narrativo en la literatura y como arte simbólico de la memoria social. linkedin.com/in/dianapeñacastañeda
@la_libreria_patisserie
[2] Sugerido por la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés).