Por Hugo Paz Pérez Cabrera[1]
La educación virtual se ha incrustado en nuestro sistema educativo como un medio propicio para que los estudiantes no pierdan el año escolar. Dicha modalidad tiene diversas ventajas, sin embargo, éstas no superan a las desventajas que se presentan. Eso significa que tal modo de educación nos sirve principalmente para que no haya un retraso en el desarrollo de las clases, porque el progreso que se evidencia en los aprendizajes es ínfimo. Es así, pues, que los estudiantes han respondido de diversas maneras a este distanciamiento de las aulas. Unos se han adaptado con mucha facilidad, otros han tenido que ingeniárselas para no verse afectados, algunos han optado por esperar el regreso a la presencialidad, etc. Lo cual demuestra que no todos tienen la misma dinámica de aprendizaje.
Tal es el caso de los discentes del quinto grado “B” del colegio Huamán Poma de Ayala, en Chosica, Perú. En este contexto, muchos de ellos demuestran su adaptabilidad a través de su participación constante, sin embargo, hay otros que, a pesar de que cuentan con los recursos necesarios, no participan activamente en las clases —como lo propone el constructivismo— sino que cumplen un rol pasivo en ellas o, en el peor de los casos, no participan. En este marco, conviene cuestionarnos ¿por qué los estudiantes se muestran renuentes a participar?, ¿qué factores influyen: tendrá algo que ver la flexibilidad del docente o la motivación? ¿De qué manera incidirán estos aspectos en el desarrollo de las competencias comunicativas de los estudiantes? Esta abstinencia a participar se debe a la flexibilidad del docente y a la desmotivación que les genera la pandemia, asimismo, a la confianza que el estudiante deposita en la opción de aprobar la ascensión de grado con los exámenes de subsanación de fin de año. Estos factores han afectado a muchos de nuestros estudiantes, incidiendo negativamente en el desarrollo de sus competencias comunicativas. En este sentido, el objetivo de este ensayo es develar cuáles son las principales causas de la baja participación de los estudiantes del susodicho colegio en las clases virtuales, así como reflexionar sobre las consecuencias. De esta manera, tal investigación es importante porque busca plantear propuestas y alternativas para conseguir que los estudiantes intervengan en clase, lo que podría servir a muchos docentes.
Para empezar, considero necesario elucidar el tema de la flexibilidad del docente, dado que, generalmente, se piensa que ser flexible es otorgar libertad o soltura al estudiante en el proceso educativo para presentar sus actividades cuando quiera o que decida participar cuando lo desee, ésta es una idea que define vagamente al término en mención. Primero porque, si sucede esto, lo que el alumno tiene es una licencia para hacer lo que se le viene en gana y, segundo, esto significaría que el estudiante puede prescindir del acompañamiento del docente, ya que puede dirigir su aprendizaje por sí mismo. Si esto fuera así, cada vez habría menos maestros. Pero no. No obstante, esta es la concepción que se tiene en este contexto de pandemia en diversas instituciones educativas, lo cual hace que el estudiante pierda el interés por aprender, pues él piensa que “el profesor es bacán, es chévere, me dará otra oportunidad y, por tanto, no pasa nada si no presento la tarea o no participo”. Tal es la raíz de la inactividad de los alumnos del 5° “B” del colegio Huamán Poma de Ayala, en Chosica, Perú, y no precisamente porque no cuenten con un celular o Internet, ya que, en un diagnóstico realizado a estos estudiantes, se supo que todo el grupo (28) cuenta por lo menos con un celular y 20 de ellos con Internet. Además, cuando se ejecutan las sesiones de aprendizaje, todos reciben los mensajes, entonces, ¿realmente no cuentan con internet los 8 restantes? Este problema no solo se ve en la EBR.
Si bien es cierto que dada la coyuntura en que nos encontramos no podemos tener la misma tutela del aprendizaje de nuestros alumnos, sí es posible buscar otras maneras de que el estudiante participe sin caer en el facilismo. Esto no quiere decir que el profesor puede elegir en lugar del alumno, de ninguna manera, pero sí puede “crear situaciones favorables para que emerja el deseo. Estas situaciones serán más favorables si son diversificadas, variadas, estimulantes intelectualmente y activas, es decir, que pondrán al alumno en la posición de actuar y no simplemente en la posición de recibir” (Ruiz y Parrilli, 2015, p.2). Por ejemplo, el docente puede proponer un tema para la siguiente clase y los estudiantes pueden buscar información por el medio que más les guste, ya sea viendo videos en YouTube, observando documentales, leyendo artículos, revistas, o consultar con otros docentes. Y esta información ellos la presentarían haciendo uso del recurso que les parezca más factible: audio, video, presentaciones, infografías, etc. De esta manera, el estudiante estaría interviniendo dinámicamente y, por tanto, estimulando su aprendizaje. Como podemos ver, aquí la flexibilidad se concibe como una oportunidad que “pretende ampliar y enriquecer la forma de aprender [de los estudiantes] por medio de un mejor aprendizaje social, nuevos modelos de aprendizaje y nuevas formas de crearlo, diseñarlo y construirlo” (Ruiz y Parrilli, 2015, p.2).
Por otro lado, la mayor parte de los estudiantes que participan, aproximadamente el 38% del grupo, lo hacen con una actitud pusilánime, esto es, con desgano y desinterés. Aquí tiene vital importancia la motivación. Durante la pandemia, la salud emocional de muchas personas ha decaído y los adolescentes no son la excepción. Estos problemas emocionales inciden negativamente en el aprendizaje de los discentes, puesto que su motivación se ve afectada por el confinamiento o por la preocupación “de cuánto tiempo seguiré así, volveré o no a salir como antes con mis amigos”, o, en otros casos, por la pérdida de familiares. Todo ello va a determinar el desarrollo cognitivo y emocional de los alumnos. Y, como se sabe, de estas emociones depende el desarrollo adecuado de las competencias comunicativas del estudiante. Al respecto, García (2012) menciona que:
identificar, comprender y regular las emociones es fundamental por parte de los y las profesores, debido a que tales habilidades influyen en los procesos de aprendizaje, en la salud física, mental y emocional de los y las educandos y son determinantes para establecer relaciones interpersonales positivas y constructivas con estos, posibilitando una elevación en su rendimiento académico. (p.15)
En este marco, los estudiantes del 5° “B” del colegio en mención manifestaron que la pandemia les preocupa principalmente porque temen que algún familiar se viera afectado y no recibiera atención médica a tiempo. Y, de acuerdo al diagnóstico, el 21% de estudiantes tiene padres que laboran en un trabajo que los expone al coronavirus. Asimismo, el 54% de los estudiantes indicó que les preocupaba no poder salir de casa, esto se puede traducir en síntomas de aburrimiento y estrés, cuyos efectos no son bien enfrentados por el 46% de los educandos. Pero no solo estas preocupaciones los agobian, hay otros factores que intervienen, como la inadecuada comunicación familiar o problemas personales, entre otros; al respecto, el 71% indicó haberse preocupado excesivamente durante varios días.
Entonces, otra de las causas para la no participación o la escasa participación de los estudiantes es la inestabilidad emocional que les ha generado esta pandemia. Como se dijo en líneas anteriores, si no tienen una salud emocional adecuada, su aprendizaje no puede darse de manera óptima. Es aquí donde el docente debe buscar los mejores métodos para que los estudiantes se animen a participar, para que se sientan motivados. Es necesario, pues, utilizar diversas estrategias que los saques de su zona de confort, de lo común, es decir, hallar un modo de enseñar que favorezca el desarrollo del proceso pedagógico y, así, en éste, aparezcan novedades que despierten la curiosidad y el interés de cada discente. Tengamos en cuenta que “estas estrategias de acompañamiento y motivación hacen más fácil el aprendizaje y favorecen el desarrollo de actitudes positivas, habilidades y destrezas para el trabajo cooperativo, independiente y autónomo” (Mercado, Sánchez y Rodríguez, 2019, p.3).
Con respecto a las estrategias que podemos emplear para hacer más dinámicas las clases virtuales y, de esta manera, mantener activa la motivación de los estudiantes, Camacho, Lara y Sandoval (s.f.) sostienen que “dentro de los recursos que se pueden utilizar en los entornos virtuales de aprendizaje se presentan materiales didácticos, recursos educativos, objetos de aprendizaje y recursos educativos abiertos“ (p.4). Estos hacen referencia a los elementos, medios o instrumentos que el docente puede emplear con la finalidad de motivar, estimular y despertar el interés de los estudiantes por el contenido o la información que se va a estudiar; pero, para conseguir dicho fin, este material debe estar adaptado a las características de los estudiantes, de manera que sea sencillo pero interactivo. En este contexto, las TIC nos son de gran ayuda, pero todo depende cómo las empleamos. Existen diversas aplicaciones para poder usar en cada momento del proceso pedagógico; por ejemplo, para que participen en la motivación, previamente pueden observan un video o escuchar una canción, etc., podemos utilizar la plataforma Flippity, una ruleta que escoge un nombre al azar, de esta manera, la adrenalina de los estudiantes se activará y el participar lo verán como un juego y no como una orden o consigna. En el recojo de saberes previos es recomendable usar Kahoot, Quizalize, etc., que son aplicaciones dinámicas e interactivas; los estudiantes que forman parte de este estudio dijeron haber disfrutado de las experiencias. Y, así, podemos ir enumerando diversos aplicativos que nos pueden ayudar en los demás procesos, sea Padlet, Canva, Prezzi, etc., ya que éstas facilitan el trabajo colaborativo y cooperativo de los estudiantes.
Los temas abordados anteriormente son los más influyentes tanto en la participación como en el aprendizaje de los estudiantes. Pero hay uno más: la confianza que ellos depositan en los exámenes de subsanación. Esta propuesta ha sido, tal vez, la peor decisión que ha tomado el Ministerio de Educación (Minedu) de Perú en el manejo de la educación virtual. Esta medida se tomó a finales del 2020, evidentemente para evitar la deserción y el retraso de la educación de los estudiantes que no tienen conexión, pero ¿en enero y febrero llega la conexión que no han tenido durante los meses lectivos? ¿Realmente funciona la carpeta pedagógica? Es una incongruencia por parte del Estado, aunque ese tema no es el propósito de nuestro ensayo. Ahora bien, el Minedu comunicó que aquellos alumnos que no aprueben las áreas requeridas para ser promovidos de grado, tendrían un proceso de subsanación al final del año lectivo, el cual se daría por medio de evaluaciones adicionales. Al ver esta facilidad, ellos han considerado más sencillo dar uno o dos exámenes al final del año que estar todos los días atendiendo las clases y haciendo tareas. Es decir, se han escudado indebidamente en este recurso que ha sido gestado para los estudiantes que realmente no cuentan con los medios y recursos.
Para superar este problema en la educación virtual, es fundamental que los padres de familia se comprometan seriamente con el apoyo de los aprendizajes de sus hijos. No necesariamente ayudándolos a hacer sus tareas, pero sí concientizando y haciéndolos ver que su educación es el sustento de su persona, que su futuro depende de ello. Asimismo, deberían reportar a los docentes cuando realmente tengan problemas para ingresar a clases para, así, evitar las excusas hábiles de algunos estudiantes. De la misma manera, el docente debe mantener una comunicación permanente con los padres de los estudiantes que no ingresan a clases. Solo así podría resolverse esta situación.
Como se ha podido notar, he decido desarrollar cada problemática en un solo apartado, o sea, que he tratado las causas, consecuencias y alternativas de solución secuencialmente, con la finalidad de que los conceptos sean más claros. Pero, en adelante, presentaré, de manera general, el nivel de desarrollo de las competencias comunicativas: Se comunica oralmente en su lengua materna, Lee… y Escribe diversos tipos de textos en su lengua materna, en los estudiantes que participan en las clases, bajo la incidencia de los factores ya mencionados.
De acuerdo con la prueba diagnóstica que se les aplicó a los estudiantes del 5° “B” del colegio Huamán Poma de Ayala, los resultados indican que, en la primera competencia, se comunica oralmente en su lengua materna, del total de estudiantes, el 55, 88% está en inicio, mientras que un 8.82% está en proceso y el 35, 30% se encuentra en logro esperado.
Los estudiantes que están en inicio se encuentran en este nivel porque no participan y, si no lo hacen, el docente no puede escucharlos ni verlos para tomar medidas que contribuyan a la mejora de dicha competencia. Es por ello que los padres deben exigir a sus hijos que sean partícipes de las clases y, en éstas, el docente debe utilizar las estrategias pertinentes para que el estudiante participe activamente o cumplir con el reto de la clase. Este puede ser grabar un video, audio o el recurso que crea conveniente: he ahí la importancia de la flexibilidad. Si no se hace algo al respecto, estos índices seguirán subiendo y perjudicarán a los estudiantes. Es evidente que estas causas inciden negativamente en el desarrollo de esta competencia, si no fijémonos en que el mayor porcentaje de esta competencia no es muy alentador.
Por otro lado, en lo que respecta a la segunda competencia, nivel de lectura, el 23,53% está en inicio, el 32,35% está en proceso y el 44,12% está en logro esperado.
Contrariamente a lo que pudimos notar en la primera competencia, en esta sí tenemos un porcentaje motivador, ya que la mayor parte se encuentra en logro esperado. Esto pueda deberse, quizás, al tiempo y espacio que tienen los estudiantes para poder leer y releer sus textos, como también a que pueden elegir la hora y el espacio que disponen en su casa para poder conseguir una mayor concentración. Esto quiere decir que en esta competencia las causas señaladas no tuvieron un impacto del todo negativo.
Por último, en cuanto a la competencia de escritura, en ésta, el 20,58% está en inicio, el 26,48% está en proceso y el 52,94% está en logro esperado.
Esta competencia es la que tiene un porcentaje mayor y más alentador que los anteriores, pero en sus producciones escritas se ha visto que les falta desarrollar su capacidad crítica, la cual podría mejorarse mediante la interacción, pero, como vimos, la oralidad es la competencia que más impacto negativo ha tenido, lo que entorpece este proceso de interacción que podría impactar de manera favorable en el desarrollo de la capacidad crítica del alumnado.
Como se ha demostrado, tras el análisis de cada una de las causas planteadas en la hipótesis del ensayo, tanto la flexibilidad del docente, la (des)motivación y la confianza que los estudiantes depositan en la carpeta de recuperación inciden de manera negativa en cada una de las competencias, claro que en una más que en otras, principalmente en la competencia Se comunica oralmente en su lengua materna. En ese sentido, es necesario concebir la flexibilidad desde una nueva óptica, ya no como dejar las responsabilidades académicas al libre albedrío de los estudiantes, sino más bien entendiéndolas como una oportunidad que se le brinda a cada discente para poder encontrar el medio más adecuado para aprender de acuerdo a sus intereses y gustos. Esto no solo va a concientizar al estudiante sobre la responsabilidad y compromiso que debe tener con el curso, sino que le va a brindar autonomía, seguridad y, además, va a fomentar la participación voluntaria. La motivación es el punto de partida de toda clase, por eso debe ser permanente, y motivar no solo consiste en dar agua al que tiene sed, sino hacer que tenga sed aquel que no la tiene: una sed de aprender. En la modalidad virtual, podemos explotar el potencial de las TIC, hacer uso del mundo de aplicaciones que se nos presenta, pero, eso sí, el estudiante debe conocerlas, de lo contrario, la motivación no será fructífera. Además, es importante mantener una comunicación constante con nuestros estudiantes para poder apoyarles en los problemas emocionales que pudieran surgirles y, de esta manera, reducir la ausencia de participación.
Por otro lado, el Minedu debió buscar otra alternativa para ayudar a aquellos estudiantes que no tenían acceso, hubiera sido mejor que facilitaran lo más rápido posible los dispositivos que necesitaba cada estudiante y no determinar que quienes no aprueben puedan hacerlo mediante un examen de subsanación que se lleva a cabo durante dos meses. Cualquiera optaría por esta facilidad. Entonces, a modo de síntesis de lo que ya se ha propuesto en el análisis de cada causa, se sugiere permitir que el estudiante elija los medios o recursos que se adecúen a sus gustos para presentar sus actividades, pero siempre bajo tutela del docente. Asimismo, para hacer que los estudiantes sean más participativos, se recomienda emplear las diversas herramientas que nos brindan las TIC. Y, en cuanto al Minedu, debería pronunciarse (oralmente) anunciando una medida que devuelva el sentido de responsabilidad a cada estudiante. Así pues, debemos trabajar asiduamente para que las competencias se desarrollen de manera eficiente e integral.
Referencias
Ruiz, F., y Parrilli, M. (2015). Sobre flexibilidad educativa y rol docente. Revista de Informática Educativa y Medios Audiovisuales, 12 (19), 1-4. Recuperado de https://bit.ly/3piIecr
García, J. (2012). La educación emocional, su importancia en el proceso de aprendizaje. Educación, 36 (1), 1-24. Recuperado de https://bit.ly/3z3fqcr
Mercado, A., Sánchez, E., y Rodríguez, A. (2019). Estrategias de motivación en ambientes virtuales para el autoaprendizaje en matemáticas. Espacios. 40 (12), 1-9. Recuperado de https://bit.ly/3vOIgex
Camacho, M., Lara, Y., y Sandoval, G. (s.f.). Estrategias de aprendizajes para Entornos Virtuales. Recuperado de https://bit.ly/2Rk32DX
-
Nació el 3 de agosto de 1999 en Cajamarca, Perú. Estudia la especialidad de Lengua española – Literatura en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta. Ha publicado, entre otros, el cuento Reminiscencias en la Revista Oopart (Colombia) y Margaret en la Revista El Revólver (México). ↑