El arte naif creado por mujeres Camagüeyanas

Por Yalim Yohana Toledo Cabarcos

Las mayores motivaciones creativas de los pintores naif se concentran alrededor de necesidades de expresión personal; muestran su propia visión del universo, sus sentimientos y convicciones. A esto se une un imperativo de naturaleza moral: preservar, salvar del olvido las historias y la verdad que se posee del mundo. Los caracteriza una formación autodidacta junto a una fantasía poética que ayudada por el humor refleja la búsqueda de técnicas compositivas que los hacen genuinos y versátiles.

En el concepto naif se formaliza la ausencia de conocimientos técnicos y teóricos: en algunos casos suele faltar un sistema de perspectiva o una línea de fuga así como un ajustado criterio de las proporciones, hay un elaborado trabajo cromático por lo que podríamos decir que los autores pintan lo que ellos desean o les parece más adecuado sin atenerse a ninguna norma.

Aunque el genuino naif por definición no puede tener motivos predeterminados, suelen darse (debido al ambiente cultural en que surge) temáticas relacionadas con la vida campesina, la vida familiar, las costumbres, las tradiciones y la religión.

El arte naif ha sido poco estudiado aunque en Cuba cuente con gran cantidad de representantes. Tan solo en el 2009 se publicó el libro “Arte Mágico en Cuba”, gracias a la investigación y dedicada labor de Gerald Mouial[1] y la Editorial Arte Cubano. Los dos primeros tomos eran parte de un proyecto mucho más ambicioso que se llevó a cabo a lo largo de todo el país y que sorprende por la mesura con que se seleccionan los artistas y la manera en que se aborda su obra. En las palabras del prólogo el autor escribe:

Cada artista a su manera, nos arrastra hacia su mundo cotidiano, sugiriendo con pertinencia sus fantasmas en las escenas más familiares. Figurativa por naturaleza, esta pintura atravesó por los siglos sin preocuparse nunca por las reglas del clasicismo, ni dejar de dar testimonio de la experiencia vivida, de esta manera simple y poética.

Las obras de estos pintores de múltiples orígenes desbordan de emociones de todo tipo que emergen de sus lienzos, y no es sino con cierta reserva que cada uno de ellos levanta el velo, dejando adivinar su naturaleza profunda.[2]

En Camagüey surge la figura de Isabel de las Mercedes Guerra Rodríguez (1922- 2002) como iniciadora e impulsora del arte naif en la región. Esta creadora comienza su labor a los 62 años, su prolífera faena dejó una vasta obra creada a principios de la década del ’80 y los ’90. Tuvo una activa participación en eventos, ferias, concursos y exposiciones en el país y el extranjero. Fue galardonada con varios premios y su obra forma parte de colecciones privadas y museos. Su personalidad y su fuerza aglutinaron a una gran cantidad de pintores que en el 2007 crean el Proyecto Sociocultural “Isabel de las Mercedes”, donde se destacan Carmela Silvera (1943), hija de Isabel de las Mercedes; Rosa de la Caridad García Carmenates (1949) y Llulys Roque (1965), vicepresidenta. Es importante decir que de 18 integrantes, 13 son mujeres. Las edades van de 34 a 77 años, siendo uno de los grupos del país que más se destaca por la supremacía femenina y la diversidad generacional. Ésta enriquece la creación, las múltiples maneras de ver y plasmar la realidad se imponen dando una suma de obras que gozan de reconocimiento a nivel nacional en salones y eventos dedicados al arte naif. Técnicas, formatos, temas que reflejan la sociedad y la naturaleza, la vida en el campo y la ciudad, la maternidad, la sensibilidad femenina, la responsabilidad de la familia son fuente de inspiración de estas creadoras.

Para valorar las obras de pintoras naif en Camagüey se tomó una muestra teniendo en cuenta que pertenecen a generaciones distintas, a su vez, como indicador de análisis se consideró el tema del humor en la obra de las mismas a partir de los títulos o la incorporación de textos breves en el cuadro, y cómo se presentan las imágenes y las historias que se cuentan. De ahí que la valoración se centra en piezas de Isabel de las Mercedes como génesis, de Carmela Silvera como continuidad de la obra de la madre, de Rosa de la Caridad García Carmenates como una de las integrantes cuya técnica puede catalogarse como muy distintiva dentro del proyecto; Lluly Roque Martínez y Yenia Álvarez Rodríguez como continuidad del trabajo iniciado por Isabel de las Mercedes. Estas piezas comprenden un período que abarca desde la década del ’80 con Isabel, hasta el 2017 con Yenia.

En el caso de Isabel, la fuerza de la imagen es apoyada por la fuerza de las palabras: muchos de sus cuadros ostentan textos que escribe sin reparar en la ortografía, es entonces que debemos leerlos varias veces, un ejemplo es: Se acabo el café lo que ai es te [sic] (1991), su pensamiento se hace cartel, reflexión risueña, grito que intenta hacer comprender la realidad que vivía. En el cuadro se ve a un grupo de personas que sin duda esperan para comprar una tacita de café, el título es secundado por otro texto que es la respuesta jocosa al descontento general dándose entonces una especie de diálogo que la autora cree pertinente escribir. Recuérdese que gran parte de estas obras las crea durante los años ’90. Isabel es significativamente prolífera durante todo el periodo especial, su aspiración a mejorar la realidad la hacían vivir el día a día.

Destaca la evocación del campo con sus bohíos, palmas, flores y pájaros como remanso, refugio, y las personas ostentan amplias sonrisas que son reflejos de su propia personalidad: Isabel era muy alegre, positiva y emprendedora. Una de las características de sus cuadros es la sencillez de los materiales. Comienza pintando platos de barro, maderas, güiras, corojos y hasta piedras. Más tarde cartulina y plumilla, de estas obras logró terminar mil quinientas, un número que habla de entrega y sacrificio. Luego inserta el color y la decoración de cerámica con acrílico sobre blanco.

Algo que se repite en la obra de esta creadora es el dibujo de las casas que para ella significaban promesas de una nueva vida. En sus cuadros, las casas llenan el interior de botellas, vientres de animales, archipiélagos e islotes llenos de trillos enrevesados y donde es posible encontrar garzas, pájaros con tres extremidades, cabras locas que trepan por las márgenes de la escena y por los troncos de las palmas.[3]

Un segundo cuadro nombrado Fiesta de fin de fin de año [sic] (1993) —Isabel también escribe en el lateral izquierdo superior Feliz año 1993— nos muestra un grupo de personas que definitivamente festejan el momento. Destaca una figura femenina que sobresale por su vestimenta, a su lado está el pájaro típico de Isabel, un híbrido que pudiera ser lo que imagine el espectador y que se repite constantemente en toda su obra. Rodeado de las casas, el grupo de personas es multifacético: músicos, parejas que se abrazan, bailan y cantan. Resalta un animal que por sus cuernos pudiera ser una vaca y que carga a una mujer y cinco niños que portan banderas, su lomo se alarga para ellos. Debajo de ésta, un perro ladra o se ríe como todos los personajes felices de esta obra. Por último, una palma que sale del lateral izquierdo se roba la atención del espectador como si también deseara participar del jolgorio.

En el caso de Carmela Silvera hay un deseo permanente por recuperar los recuerdos de su infancia. Sus abuelos, sus padres, ella misma y su hermana, Alejandrina Silvera[4], son personajes de muchos de sus cuadros, también el pueblo donde vivió de niña. Los retratos de su familia evocan su manera de vivir, la importancia de los detalles y una necesidad de imponerse como individuo. Un ejemplo es el título mismo: Soy la que soy, (2011)

Entre los cuadros de Carmela este es uno que destaca por su título y por ser casi un autorretrato, al mismo tiempo es anecdótico porque sin dudas recoge una frase que su madre usaba para dejar claro quién era y qué orgullo sentía de ser como era. En un primer plano, las niñas caminan al lado de la madre, sus rostros son la felicidad. Destaca la costumbre campechana de saber adónde va y estar alegre por no tener dudas ni dolor. Todas las grandes áreas del cuadro están trabajadas con puntos, ya sea para aclarar los colores usados o por el característico horror vacui[5], esto constituye una característica que identifica a Carmela, pero es importante señalar que no se utiliza en la figura humana. Otro de los elementos que la caracterizan es el de la feminidad. La mujer, en solitario o acompañada por otros personajes, es casi siempre la protagonista fundamental de estos cuadros, obsérvense con atención las ropas, los peinados, las madres con sus bebés y el infinito hacer de esa mujer amorosa y trabajadora.

En el cuadro Segundas Cocalecas de Isabel (2011) vemos a Isabel en el extremo izquierdo, en primer plano, podríamos decir agigantada. Sonríe feliz porque definitivamente anda de estreno con sus segundas cocalecas[6] en su pueblito sencillo. La peculiar forma de vestirse de Isabel es bastante llamativa y hasta un poco citadina. Un pañuelo rodea su cuello, falda negra con lunares blancos y finalmente las famosas cocalecas: devenidas personajes del cuadro que todos admiran (figuras mínimas por sus dimensiones contrastantes con las de Isabel: niños, músicos, ancianos y hasta los pollos comentan algo de las cocalecas y un poco veneran su imagen: obsérvese al personaje masculino que se acerca con una flor en la mano.)

Rosa de la Caridad García Carmenates es actualmente la integrante más longeva del proyecto, su obra se caracteriza por ser muy distintiva ya que en su necesidad de pintar no escatima recursos, es así que podemos encontrar tinta tipográfica, pintura de uñas, plumilla, bolígrafos, crayolas, entre otros materiales. El cuadro de esta pintora se titula La volanta (2009), y representa un coche usado en la colonia que lleva a dos mujeres risueñas y bien vestidas, por el dibujo de sus rostros parecen reír a carcajadas con el cochero y ya podemos imaginar la pícara conversación entre ellos. Los vestidos y los tocados (dibujo característico de la autora para hacer el pelo de los personajes femeninos) dejan claro que se dirigen a una fiesta o evento importante, obsérvese la manera sencilla de dibujar la figura humana. En un tercer plano la casa, situada en una loma, también parece divertida con la escena. Debemos decir que los colores son brillantes y sin degradaciones, en este caso se usó tinta tipográfica. Un cielo azul claro se adorna con un gran sol que parece más brillante y generoso por toda la tinta usada en él.

Llulys Roque, devenida integrante, investigadora y vicepresidenta del proyecto, también es dueña de una vasta obra más centrada en los mitos y leyendas campesinos. Nacida en la ciudad, pero de familia campesina, Llulys es digna heredera de las historias de sus antepasados. Su creación se divide entre materiales como cartulina y plumilla, lienzo y acrílico. De esta técnica escogimos dos cuadros, el primero Sesión espiritista (2010), nos presenta una composición dividida en dos planos. Se desarrolla el exorcismo de un personaje masculino, una mujer y un hombre lo santiguan sin compasión. A la imagen del hombre se superpone la del diablillo que lo posee y aunque es un acto de fe muy serio definitivamente para el ateo es muy hilarante. Véanse los animales que rodean la escena: el gato asustado y el perro escondido, sin contar con los ratones del techo que huyen despavoridos. La paleta se centra en los tonos cálidos (rojo, naranja, carmelita) y se incluye el gris para la pintura de las paredes del bohío, logrando un contraste que ayuda a crear dos planos visuales. El dibujo es muy definido, se trabajan los bordes de las figuras, algo que caracteriza la obra de esta pintora.

El segundo cuadro se titula El güije travieso (2011), debe destacarse que una de las características de esta pintora es la necesidad de preservar del olvido la infinidad de mitos, leyendas e historias campesinas que fueron oídas o vividas por ella. El güije, es un personaje muy rico, no solo visualmente, sino que tiene un lugar destacado en el imaginario campesino. Muchos son los cuadros de la artista que recogen sus historias: ¡Miren, el güije! y El güije fumador son algunos ejemplos. Esta obra donde prevalecen el dibujo y los colores cálidos, diríamos que busca acercarnos a la tierra. La creadora ríe y al mismo tiempo deja su impronta en las nuevas generaciones.

Yenia Álvarez Rodríguez, la integrante más joven del proyecto, vive en una zona rural y su pintura refleja su realidad, la de sus familiares y amigos. Destaca en sus cuadros la felicidad, sea en el uso del color (amplia paleta que incluye el rosado sin prejuicio). En las historias que cuenta, simples y deliciosas, se ve al campesino en sus tareas cotidianas. El descubrimiento de milagros agrónomos o siendo el personaje casi heroico de una vida que de cierta manera pudiera conjeturarse inalterable, sin testigos pero que ella (la pintora), observa atenta.

En Calabaza gigante (2015) vemos el asombro de una familia ante el milagro de la naturaleza. Es de destacar la curiosidad de la niña que toca la calabaza como descubriéndola, la mujer embarazada se acaricia la barriga como para hacerle notar al que está por venir el maravilloso ejemplar, y los hombres dan grandes voces para que los vecinos vengan. Si observamos con atención, veremos los detalles y la manera de pintar las hojas de la calabaza, esta peculiaridad hace que la obra de Yenia se destaque por la manera en que pinta el follaje de los árboles y la hierba. Es interesante que aquí la técnica se supedita a la historia que se cuenta, si comparamos la obra con las hechas en el 2017 vemos que el uso del color es menor sin embargo la emoción que despierta equilibra el valor de la obra.

En Bohío campesino (2017) pensamos a la pintora como narradora omnisciente, su ángulo de visión es como si levitara. Los detalles de la vida hogareña (el matrimonio en un primer plano y su hija en un segundo) nos roban la atención. Son profusos, delicados y creemos sin dudar que la pintora se ha retratado como esa muchacha que hace café con flor en el pelo y bata, que habla de felicidad y paz. Al mirar las vigas del techo descubrimos un gato persiguiendo a un ínfimo ratón y hasta un alacrán que camina despreocupado.

En ¡Ataja! (2017), “[…] vemos la escena en que sus vecinos atrapaban a los ladrones de la vaca pinta”[7]. En el pasto se ven unas tenazas con las que han picado el alambre de púas. Los ladrones desesperados empujan como pueden al animal que luce hermoso y ya se acercan como pueden (obsérvese que en el apuro casi no han podido vestirse) los dueños junto a sus perros. La mujer con escoba y candil está allí presta para ayudar. Se destaca el paisaje nocturno, poco pintado por las demás artistas del grupo y un recuerdo de Isabel en una de sus entrevistas: “[…] ahora mismo, estoy pensando en pintar la noche. ¿Cómo lo haré? Estoy dándole vueltas en la mente y van apareciendo ideas. Quizás esta noche misma lo empiece, ya lo verá…” [8]

La valoración de estas obras de autoras camagüeyanas nos lleva a plantear que el arte naif se caracteriza por tener múltiples denominaciones y es por su complejidad que tal vez no ha sido sistematizado y estudiado suficientemente: ingenuo, autodidacta, primitivo; también llamados artistas felices, pintores de domingo. Para Mouial, mágico por lo cautivador, potente, maravilloso y fuera de todos los estilos[9]. Para nosotros, tan femenino, vivo y salvador.

Resalta en la obra de las artistas camagüeyanas valoradas, rasgos que marcan su trabajo y que gracias a la fantasía y el humor, sumado al impulso de crear, son dignas seguidoras de la labor iniciada por Isabel de las Mercedes. Como diría Carpentier, en ellas la factura es lo de menos, puesto que no se busca el alarde de la técnica, pero sí es importante que exista en lo pintado, la compensación de una fina y poética sensibilidad[10].

El origen campesino de algunas de sus integrantes se ha mezclado con las que nacieron en la ciudad, pero su historia y sus raíces son tan fuertes que los temas tocan la niñez, el diario transcurrir que mezcla pasado y presente o la necesidad de perpetuar las leyendas y mitos campesinos.

En Isabel, primero están las imágenes y luego los textos que son una característica en su obra. El uso de colores monocromáticos produce una sensación de unidad y estabilidad que marca sus cuadros. Se trabaja además el borde de las figuras, esta característica se ve también en los cuadros de Llulys Roque. En Rosa de la Caridad, su búsqueda es urgente: los materiales usados rompen límites, haciendo de la sentencia El fin justifica los medios, una realidad. Recordemos el uso de tinta tipográfica y otros materiales que hablan de soluciones urgentes ante la carencia y la no posibilidad de crear. En Carmela Silvera se rinde homenaje a la figura de la madre, los personajes principales se agigantan y los temas llenos de nostalgia se liman con una nota de color y humor. En sus obras más significativas destacan títulos llenos de gracia, maneras muy diferentes de dibujar, técnicas originales y propias, más formas planas, composiciones descentradas y perspectivas en altura. En Yenia Álvarez podemos apreciar una paleta amplia, uso del magenta, el rosa y un dibujo minucioso que muestra cuánto se ha ganado con la última generación del proyecto. Todo marcado con un sentido del humor sutil, a veces hilarante y otras melancólico. El espíritu agudo de estas mujeres, su fértil fantasía y su entrega las hacen ejemplo de feminidad y cubanía.

 

Bibliografía

ÁLVAREZ ÁLVAREZ, Luis: “Martha Jiménez: luz propia densamente carnal…” en, Antenas. No.10, 2003. Pp.43-46.

CARPENTIER, Alejo: “Primitivos y primitivos” en, Artes visuales. Pp.61-62.

CURBELO. Jesús David: “Del barro y los goces” en, Revolución y Cultura. No. 3, 1997. Pp. 61-62.

GOLASZEWSKA, María: “Art in Crudo. La estética del Arte Naif” en, Signos. S/N S/A. Pp.191-196.

HENRY KNIGHT, Kezia Zabrina: “Ciudad seductora de las artes plásticas” en, Senderos. No. 15, 2014. Pp.18 -19.

CHIÓ, Evangelina: “Isabel de las Mercedes, pintora de los tiempos” en, Revolución y Cultura No. 6, 1989. Pp. 52-57.

LEIVA DELGADO, Maydelin: «Trazos, color e imaginación: la santísima trinidad de Alejandrina Silvera” en, Senderos. No. 19, 2017. Pp.14-24.

MATEO PALMER, Margarita: Ella escribía poscrítica. La Habana, Editorial letras Cubanas, 2005.

RIVAS RODRÍGUEZ, Jorge: “Memorias de andares; entre amores y místicas miradas…” en, Arte cubano.No.1, 2011. Pp. 96-98.

SARUSKY, Jaime: “Entre el Humor y la pintura” en, Revolución y Cultura. No. 2, 1998. Pp. 52-55.

 

  1. Gérald Mouial: notario francés, coleccionista de arte y autor del libro Arte Mágico en Cuba en cuyo segundo tomo aborda la obra de 66 pintores cubanos bajo el rotulo de “… naif, ingenuos, primitivos, populares, espontáneos, intuitivos…” del año 2009.

  2. Gérald Mouial: Arte mágico en Cuba. 66 pintores cubanos naifs, ingenuos, primitivos, populares, espontáneos, intuitivos…, p. 4.

  3. Ver Evangelina Chió: “Isabel de las Mercedes, pintora de los tiempos” en, Revolución y Cultura No.6, Pp. 52- 57.

  4. Alejandrina Silvera, hija de Isabel de las Mercedes es artista plástica con una obra valorada nacional e internacionalmente. A pesar de su formación académica, la obra de Alejandrina le debe, en buena medida a su madre el uso del color. Ver Maydelin Leiva Delgado en su artículo “Trazos, color e imaginación” en, Senderos No. 19, Pp. 14-24.

  5. Horror vacui: relleno de todo espacio vacío en una obra de arte con algún tipo de diseño o imagen.

  6. Las cocalecas fueron un calzado muy de moda en los años 90, de confección artesanal, que solo se hacían en la capital.

  7. Ver Luis Varcasia Era: “El arte ¿ingenuo? de Camagüey” en, La calle. La revista de la gente.4 julio 2016, Pp. 20

  8. Evangelina Chió: “Isabel de las Mercedes, pintora de los tiempos” en, Revolución y Cultura No.6, Pp. 57.

  9. Ver Gérald Mouial: Arte mágico en Cuba. 66 pintores cubanos naifs, ingenuos, primitivos, populares, espontáneos, intuitivos…, p. 4.

  10. Ver Alejo Carpentier: “Primitivos y primitivos” en, Artes visuales. Pp.61-62.

 

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