César Granados quería hacer comics de superhéroes cuando era chavito, luego creció y le gustó tomarse en serio el dibujo y estudió artes plásticas en la ENAP, donde aprendió que encuerarse en público también es arte y le gustó. Además, es grabador-impresor de formación.
Un día a César se le partió el cerebro como por un rayo, ahora podía percibir sonidos de otras dimensiones, especialmente claras eran las filtraciones del limbo, de un limbo, del limbo donde Astrochavo tiene su casachueca. El corazón de César también se quedó abierto a los fogones de un infierno y las canciones de Midiablo. Una noche Astrochavo y César hicieron un oscuro pacto de magia lumínica donde intercambiaron cuerpos por unas horas, desde entonces Astrochavo y Midiablo comenzaron a venirse manifestando en cada historia con los monitos que César hace.
Hace algunos años se podía ver a César por las calles, durante una semana completa, vestido con el traje de Midiablo, con su cola puntiaguda balancearse a cada paso entre la multitud que transitaba de los pasillos a las escaleras del metro siempre concurrido. Y es que este artista emergió un día de las agrestes periferias citadinas, justo ahí donde terminan los talleres de la Línea 8, de Constitución a Garibaldi… favor de permitir el libre cierre de puertas… la marcha de los trenes será lenta, por su comprensión, gracias.
Dosimprov, Serigrafía, 2018
Aquello no era una simple transgresión a las convenciones de la ropa, por el contrario, era parte de dejarse habitar por completo por este personaje, de dejarlo hacerse presente, manifiesto, vivo a carne y hueso. Pero la historia es más compleja, y como en todas, existe más de un solo personaje. Astrochavo y la escafandra, la capa roja y el cuerpo blanco se revelan ante todos en un performance estroboscópico y lleno de sonidos. Asistimos aquella noche, hace casi cuatro años, al nacimiento de Astrochavo. No obstante, el arte de César no radica sólo en la performatividad disruptora con que ha decidido atravesar las vías de este espacio terrenal y alucinante que es de asfalto y humo excesivo. Él mismo nos explica:
Si el arte puede resolver problemas ¿qué problema tengo como persona que quiera resolver como artista? En el taller de gráfica aprendí que para controlar los efectos de alguna experimentación lo más conveniente es ir escalando, trabajar en pequeño e ir aumentando las dimensiones de la pieza, hasta casi poder predecir los resultados. Siguiendo este razonamiento, inicié mi exploración con algo básico, un mero problema de existencia: limpiar mi habitación. Encontré, entre otras cosas, que en el modo de llevar a cabo los actos cotidianos está la capacidad que tenemos de mutarlos en eventos extraordinarios.
Estar dispuesto a jugar, a arriesgar las buenas maneras involucrando la espontaneidad y la sorpresa como necesidad de crear el instante. Mi obra, mi manera de ser artista es conscientemente tomar decisiones que me sitúen fuera de mi cotidianidad, ser voluntariamente diferente a la persona que fui el día de ayer. Mi cuerpo, mi personalidad, mis actitudes, mis gestos, son mis herramientas; la persona que soy es mi principal materia prima y quiero transgredir los límites que con el tiempo y la costumbre he trazado para mí mismo, quiero ser y hacer como he aprendido que no soy o que no “puedo”. Cuanto más certero estoy de que la vida que vivo es mía, más deliciosa y fluyente es mi voluntad de buscarme y construirme nuevas experiencias de realidad, en y con el mundo.
Sombras, La edición especia, parte II, 2018
Para este artista, la acción creadora es más que un simple compromiso con la estética, atraviesa la expresión y la idea de transformación, para convertirlas en un acto de voluntaria estrategia sanadora:
¡Arte que no salva no sirve para nada! Me repetía a mí mismo con autoridad mesiánica, seguro de que mi sendero heroico y épico no había más que empezado. Un par de meses después y un diagnóstico más tarde, no podía ya creer que mi quehacer artístico hubiese explotado en mi cara de tal manera; y menos podía ya creer que hacer arte, que ser artista, me sacara del rincón oscuro de la vida en el que estaba metido. Confiaba en el tratamiento psicoterapéutico, y con el tiempo dejé de vivir en un estado naturalizado de alucinación, pero vivía con la sensación de ser escudriñado por el mundo como el protagonista aburrido del reality show definitivo, en el que todos los personajes secundarios viven en una fiesta de 24×7 y el momento estelar es ver al héroe decidir si se vuelve a la cama después de desayunar al medio día o si mira la caricatura de la una con treinta y babea el vinil del sofá y no su almohada. Los psicofármacos no rehabilitaban mi ego, no sanaban mi alma, no me hacían una mejor persona, porque mi malestar emocional superaba las capacidades del tratamiento clínico que recibía, sin embargo, incluso para mí era inaprensible…Para comprenderlo había que expresarlo y para expresarme puedo valerme más que de palabras, puedo ponerme creativo.
“Astrochavo. Estrategias para reconstruir la vida desde el arte” es un proyecto teórico práctico surgido de la necesidad de aprovechar mi hacer artístico para sanar mis dolores emocionales. Valiéndome de medios performáticos y gráficos uso mi subjetividad como materia de producción simbólica y al manipular estos símbolos genero experiencias extracotidianas que promueven la transformación de mi actitud ante la vida ordinaria.
De un tiempo para acá, César ha experimentado con el comic, los estikers y los dispositivos de dibujo animado, a través de estos soportes diversos lleva su obra a un terreno más asequible por conocido o cotidiano, empero, su conexión entre el arte y las emociones no cesa, ni guarda silencio, antes bien, permite con facilidad expresar la narrativa detenida en una duda existencia no sometida aún por este artista.
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