Por Camila Carrillo-Camacho[1]
Píntame una mujer peligrosa
una que coma culebras
una que ladre
que se peine la barba
una mujer con la vagina violada
con las tetas caídas
una que singue y goce
una que tenga cucarachas aladas
al lado de la cama
píntamela para poder mirarme al espejo
(de la Tierra 2005)
Se me quedaron retumbando las palabras de un amigo luego de ver la Carta a las imágenes pensativas (anexo 1): “el texto eleva el erotismo de la imagen y lo desborda a la imaginación.” Yo quiero contrastar esa idea con la siguiente, “hay regímenes del entrever: por ejemplo, en ciertas expresiones del arte erótico no se exhibe el desnudo sino que se invita a inferir formas y posturas corporales veladas por la ropa” (Abril 2013, 37). De este contraste, me da la sensación de poder crear símiles entre la imagen del vídeo como un desnudo, y el texto sonoro del vídeo como una ropa: veladura, que desbordan en la imaginación erótica. Este ejercicio comparativo juega con movimientos de contraste sumamente dinámicos: situar a la imagen que sí podemos ver en el video como desnudo velado hace que lo visto adquiera zonas de invisibilidad. Esos lugares (invisibles) que no son aprehensibles movilizan la imagen, la corrugan y entonces lo visto no se asume como verdad plana o estática, sino que genera nuevas imágenes. Esto implica que la imagen tiene cualidades creativas, no solo se crea, sino que nos recrea.
El texto sonoro como ropa tiene otros movimientos de contraste interesantes. Es una veladura que cuenta explícitamente un encuentro sexual y se vuelve cubrimiento que invita a inferir, al ser puesta sobre la imagen del vídeo como cuerpo gestual que no ilustra el recuento de la escena, sino que nos lleva a imaginar otros registros de sus movimientos. Hay dos historias, la materialmente visual y la textual sonora, que deberían ser absolutamente transparentes: visibles, pero que al solaparse cuestionan su propia claridad creando intersticios que se densifican, o generan opacidades que activan la imaginación de imágenes eróticas en este registro de velar al desnudo. Hay varias capas de erotización, una sucede en los cuerpos que presenta la imagen del vídeo porque están vestidos y están acercándose: un juego de intuición de esos cuerpos desnudos. A esa imagen de erotismo heterosexual se le sobrepone una historia sexual lésbica con el texto sonoro y entonces lo que podía intuirse de esos cuerpos entra a otro registro en que lo explícito sexual se desclarece, se opaca, y vuelve a necesitar intuirse: imaginarse.
¿Cómo hablar de la imaginación? “Como producto del trabajo de la imaginación, la imagen responde a un vacío y nombra una falta, siempre testifica, por ello, las maquinaciones más o menos explícitas del deseo” (Abril 2013, 41). Para mí es muy curioso que La carta a las imágenes pensativas posibilite la falta desde una densificación de imágenes presentes. Aunque, cobra sentido que si la imagen denota ausencia su saturación multiplica los vacíos: silencios (expresivos). Es enigmático que solamos imaginar que el silencio no expresa, y en esa reflexión se hace pertinente pensarnos las operaciones del erotismo. Todas las instancias de imagen que he nombrado en este texto pueden llamarse textos visuales, en palabras de Abril.
Me interesa ahondar en el tema del deseo. ¿Qué más opaca este texto visual? Empecemos por que “toda representación es consciente o inconscientemente un sistema de poder que autoriza ciertos significados y reprime otros” (Martinez-Collado 2012, 73). “La voz en La carta habla de un vampiro algo usurpador, habla de la virginidad de las mujeres y del asalto sexual que se disputa cuánto de consentido tiene en la narrativa vampírica y en la narrativa heterosexual-patriarcal” (Carrillo-Camacho 2019b, 5). Estamos hablando de la heterosexualidad como representación violenta y normalizadora. Volviendo al deseo, el de ser y estar, quiero agregar que “el lenguaje puede intervenir en el mundo y modificarlo. El lenguaje es performativo y, por ello, es violento […] a veces la violencia es la única forma de asegurarse de que los moderados van a ser escuchados”(2012, 72).
En Carta a las imágenes pensativas la violencia se construye en código, así como el erotismo, que no pasa por los lugares comunes de la veladura y la transparencia. El texto visual presenta una comunicación que se toma a la fuerza las voces y figuras de los personajes, una voz que responde a la hetero-norma negándola desde lo lesbiano, o la voz (forma) lésbica. “A partir del compromiso de reinscribir la «imagen», es posible cambiar las visiones construidas que adscriben a los sujetos a una posición que estructura lo social y generar otros devenires para la subjetividad y su representación. La representación del cuerpo se significa como un «campo de batalla»” (2012, 74). ¿Dónde está Ella en esta reinscripción? Está en todas partes, pero en código, si hace falta vestirse de vampiro, ahí está Ella. Eso no la hace hombre, ni desear ser hombre. Desea ser, y tener compañeras de armas. Se hace (representa) un mundo para sí donde pueda existir y ejercer.
Sobre esta cualidad erótica de existir, de faltar, como texto visual o cuerpo, de ser vista y escuchada, hay unas relaciones de acción y poder entre lo oculto y lo mostrado, en la vestimenta y el cuerpo (no)imaginado. La vestimenta sonora trasviste al (los) cuerpo(s) en Carta a las imágenes pensativas. “Que un hombre se vista de hombre es lo normal pero que una mujer lo haga es un ataque a la virilidad masculina y la moralidad establecida” (Gonazles-Pagés 2019, 16). Esa violencia contra la norma se retrata muy bien en la biografía: Por andar vestida de hombre, sobre Enrique Favez (1791-1856), “quien, a pesar de haber sido asignado con el sexo femenino, vivió gran parte de su vida como hombre. Al ser percibido como tal pudo ejercer la medicina y contraer matrimonio con una mujer” (anónimo 2019, contratapa). Con su vida como un acto de resistencia, Favez violentó las leyes jurídicas y normas sociales cubanas del siglo XVII para posibilitar su deseo de ser y ejercer: emancipación de su cuerpo menstruante tanto en el territorio público como en el privado.
Lo público y lo privado, lo visible y lo invisible, lo denso y lo claro, lo erótico y el silencio se adscriben a, y se forman como normas o pactos de control de la vida, y ese control casi siempre pasa por violencia hacia unos cuerpos o sujetos específicos. “El estigma menstrual se perpetúa indirectamente a través del silencio [Kissling, 1996]. Típicamente se evade la menstruación como tema de conversación” (Johnston-Robeldo y Joan 2013, 12) (traducción propia). La menstruación como estigma, como marca que diferencia al cuerpo menstruante del cuerpo ideal: el del hombre, es una marca de castigo. El castigo es el de ser cuerpos silenciados. Pero como el silencio es opaco, es expresivo, es erótico, Carta a las imágenes pensativas responde ferozmente a ese dualismo de guerra heterosexual, a ese estigma (violencia) silencioso, he aquí la réplica:
A nuestros días los marcó el compás de las lesbianas: llevadas por la luz que mueve las mareas en creciente, menguante, llena, nueva.
En realidad, anduvimos siempre a tu tiempo. Yo llegué a tu casa y tú menstruabas, es decir, que llegué una luna nueva.
Hasta ahora me sonrío, pues no me diste ni quince minutos para hincarme el diente.
Pronto el beso se regó en sudor y aún más pronto tu boca ya decía, ‘¿puedo chupártela?’
‘¡Claro!’, dije, y pensaba ‘bueh, está perfecto que me la jame, pero yo no me la voa comer, ella está menstruando’.
Pero Laura, hasta tú te sabes este compás: vorágine de vaginas.
Te chupé con sal y gusto toda la sangre. Nunca antes había sentido tanta sensualidad en la imagen del vampiro; porque la sangre es sólo el pacto: el sello del misterio. Pero el vampiro es esa figura que busca, huele y encuentra a esa mujer; llega una noche sin luna hasta su cuarto cuando ella está sola, y (falsamente) desprevenida. Llega a comérsela. Es quasi virginal, es perverso.
En las historias de vampiros la mujer está dispuesta a entregar su vida por simple curiosidad (Carrillo-Camacho 2018, 4)
La carta usa la figura de la violencia patriarcal en la imagen del vampiro y la disloca desde lo lésbico, desde el gusto por la menstruación, desde el erotismo violento que supone irse contra la hetero-norma. El goce de las lesbianas ante sus propios fluidos menstruales es una expresión emancipatoria al estigma de los cuerpos menstruantes. El erotismo de esta carta es uno que tiene tiempo para la menstruación y la voz y el placer del cuerpo menstruante. “La posibilidad de tomar la palabra, tener acceso al conocimiento, participar en lo público, cuestionar la historia, reescribir sus significados, intervenir en su representación, es un acontecimiento histórico para las mujeres desde hace unas décadas” (Martinez-Collado 2012, 76). De entre estas reflexiones, propias y ajenas, puedo expresar mi curiosidad (interés) por ellas en dos preguntas. La primera, ¿Podemos imaginar los vínculos entre lo lésbico, la menstruación y lo erótico como experiencia socio-política? La segunda, ¿Cómo la estética en la Carta a las imágenes pensativas construye política y ética?
Anexos
- Acceso al video Carta a las imágenes pensativas (Carrillo-Camacho 2019a): texto visual al que se refiere este ensayo.https://youtu.be/0VBv3c-AxOM
Bibliografía
Abril, Gonzalo. 2013. “Hacia la cultura visual”. En Cultura visual, de la semiótica a la política, 1ra ed., 17–43. Madrid, España: Plaza y Valdés.
Carrillo-Camacho, Camila. 2018. “Treinta y tres días”, 2018. inédito
———. 2019a. Carta a las imágenes pensativas. Vídeo. Vídeo experimental. https://youtu.be/0VBv3c-AxOM.
———. 2019b. “La sensualidad en la imagen del vampiro”. inédito.
Gonazles-Pagés, Julio César. 2019. Por andar vestida de hombre. 1a ed. El miedo cambió de acera. Quito: Desde el margen editorial insurgente.
Johnston-Robeldo, Ingrid, y Chrisler Joan. 2013. “The Menstrual Mark: Menstruation as Social Stigma”. Sex Roles, 10–18. https://doi.org/DOI 10.1007/s11199-011-0052-z.
Martinez-Collado, Ana. 2012. “Políticas de la visión, desterritorializaciones del género, de la violencia y del poder”. En Filosofía e(n) imágenes, 1a ed. ZARAGOZA, ESPAÑA: Institución Fernando el Católico.
Tierra, Tatiana de la. 2005. Píntame una mujer peligrosa. 2a ed. Universidad de California: Chibcha.
- Camila CeCe Universidad Andina Simón Bolivar camila.carrillo.camacho@gmail.com Nació en el ochenta y nueve y aunque le fascinan las matemáticas se dedicó al hedonismo. Ella disfruta de las letras, el canto, la fotografía, las luchas sociales; es una curiosa empedernida. Estudia la cultura visual a través de objetos, imágenes y teoría. En sus obras juega con la representación. Compara y mezcla ideas de lo imaginario y lo real. Ella investiga las relaciones de cuerpo con: la memoria, el archivo, el espacio, y las representaciones de género. ↑