Imagen: Martina Rodriguez temerosa detrás de su puerta. Foro de : Natalye Monroy.
Por Natalye Reyes Monroy
Las manifestaciones y las tomas de instalaciones de la Comisión de Derechos Humanos por colectivas feministas a lo largo del país son acciones que resultan de una cada vez mayor necesidad de reconocimiento por parte del ejecutivo Federal del aumento de los feminicidios, la violencia feminicidas y la violencia contra las mujeres con sus multiplicidad de rostros, así como la exigencia de acciones que frenen la impunidad, la falta de justicia y resolución de las denuncias en los casos de acosos, feminicidio y violencia contra las mujeres.
“¿Podríamos darnos prisa? Mi esposo no tarda en llegar y no quiero que me vea platicando contigo”, con exaltación expresó Rebeca Aguilar mientras regaba su jardín; la señora de 43 años traía puesto un mandil roto y un ojo morado. La olla de presión chilló, lo que le produjo una oleada de sentimientos al relatar con la voz entrecortada las agresiones que sufre dentro de su propia casa. Lentamente levantó una de sus mangas, lo cual dejaba ver a simple vista una serie de moretones y rasguños que le daban color a su brazo.
Rebeca tiene 20 años de casada y afirma que toda su vida ha estado bajo el yugo de la violencia familiar, empero, desde que decretaron el distanciamiento social ha sido maltratada con mayor crueldad y, en una ocasión, vio su vida pasar cuando su marido la ahorcó con un cinturón hasta que su piel se tornó morada y sus ojos estaban a punto de salir de su cara.
La Red Nacional de Refugios contabiliza que durante el confinamiento más de 367 mujeres han sido asesinadas en México, el 40 por ciento de los feminicidios ocurren en los hogares de las propias víctimas. Asimismo, en el tiempo que lleva la pandemia, las cifras siguen elevándose; el acoso representa una estima de 92 por ciento, el hostigamiento sexual 62 por ciento, el abuso sexual 25.6 por ciento, la violación 14.6 por ciento y la pornografia infantil 117 por ciento.
De acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, desde el mes de Marzo se han registrado 115 mil 614 llamadas de emergencia por incidentes como abuso sexual, acoso sexual, violación, violencia de pareja y violencia familiar. Se refiere que todos los días del mes de Marzo, tres mil 729 mujeres pidieron auxilio al verse involucradas en una situación de peligro; un promedio de 155 mujeres violentadas cada hora, lo que corresponde a un incremento de 23.4% y de 100.7% respectivamente.
‘’Me da más miedo estar en mi casa que el mismo coronavirus, preferiría contagiarme e irme al hospital que seguir viviendo con temor todos los días’’, contó Martina Rodríguez entre sollozos, una ama de casa que se esconde detrás de la puerta principal de su hogar, sin duda, en sus ojos se plasma la tristeza que le provoca convivir día y noche con su agresor. Al fondo, se escucha un bebé quejumbroso por el hambre que ruge en su vientre, mientras que Martina rompe en llanto de desesperación.
Asimismo, Martina relata que nunca antes su pareja se comportó de manera violenta, pero que de un tiempo hasta la fecha ha golpeado con crueldad a su bebé y a ella: ‘’No tengo a dónde ir, la policía asegura que yo lo provoco y por eso me gano lo que me pasa’’.
Un par de testimonios no son suficientes para evidenciar el maltrato que sufren las mujeres a pesar de una emergencia sanitaria, así como las pocas atenciones del gobierno ante dicha problemática. De acuerdo a un estudio de la organización Equis Justicia, el Estado mexicano dejó 33 mil 645 carpetas de investigación por violencia familiar sin resolución, lo que significa que se interpusieron 23.3 denuncias por hora; sin embargo, 78.6 por ciento de las mujeres violentadas no denuncian ni buscan apoyo institucional por temor a las repercusiones.
Mientras que los ciudadanos atienden al llamado de “Quédate en casa”, miles de mujeres quedan atrapadas en un callejón sin salida junto a sus agresores. Así, día con día, arriesgan su integridad tanto física como psicológica dentro de sus propias casas y, con el peligro que conlleva exponerse afuera, en la acera, ellas prefieren arriesgar el pellejo viviendo a lado de sus perpetradores y callar un grito ahogado durante la pandemia.