Por Roselbet Toledo Mayoral[1]
Hace algunos años me encontré con una cita del psicoterapeuta Juan Luis Linares que, matizando a Humberto Maturana, dice: “Somos criaturas primariamente amorosas y secundariamente maltratantes. Cuando el poder nos bloquea el amor enfermamos y hacemos enfermar, pero la inteligencia terapéutica nos devuelve la salud”.
A partir de este encuentro que me pareció revelador he seguido la pista de algunas lecturas desde los feminismos y encontré a una autora que me ha impactado mucho: bell hooks. En su libro Todo sobre el amor, hooks reflexiona justamente en torno a cómo construimos nuestra idea del amor sobre un ejercicio de dominación entre desiguales, lo que al fin nos lleva a establecer vínculos dañinos e incluso violentos.
Dice hooks que si le preguntamos a un grupo de mujeres, cualquiera que sea su raza o clase social, qué tipo de relaciones mantienen con los hombres, escucharemos frecuentemente historias de abuso de poder, es decir, relaciones de subordinación y control. Me interesa, por tanto, rastrear elementos clave que bosquejen algunas posibles contraposiciones entre el poder, la dominación y la construcción del amor compañero.
Para alejarnos de la idea del amor romántico, cuyo componente central es la voluntad de dominar al otro, debemos ampliar el concepto de amor; pasar de la conquista, seducción, atracción, o la sencilla idea de que amar es ‘entregar-se’, ‘dar-se’ en forma de afecto, tiempo, energía y corporalidad, a la idea de que, tal como lo señala bell hooks, el amor se compone de elementos como: “cuidado, afecto, reconocimiento, respeto, compromiso y confianza, amén de una comunicación clara y sincera”.
Podríamos entonces ahondar a Gustav Jung con ayuda de bell hooks, sobre todo cuando éste señala que “donde reina el amor, no existe voluntad de poder”, a lo cual debemos agregar que si expresamos voluntad de poder, violencia o dominación sobre nuestra pareja entonces “queda claro que la ofendemos y maltratamos” y que, por tanto, “no podemos pretender amarla” porque el amor y el maltrato no pueden coexistir. La dominación por abuso o por abandono son justo lo opuesto a la atención y el cuidado.
Es claro entonces que, para hooks, el amor compañero se vincula no con el hecho de sentir amor, de la idea del amor, del amor idealizado, sino en su necesaria acción; si pensamos en el amor como acción, como aquello que se tiene que hacer, entonces asumiremos la parte de responsabilidad que nos corresponde; a esto bell hooks lo denomina “la adopción de una ética de amor”. Sujetarse a la idea de que las emociones vienen a desbordarnos a tal grado que dejamos que una ‘extraña voluntad’ nos domine es seguir pensando que el amor “no presupone ningún ejercicio de la voluntad”, ninguna ética.
El amor compañero, por tanto, asume el compromiso del que la cultura patriarcal se aleja, el de construirse a sí mismo, el de no considerar al amor como destino, un destino que nos viene del exterior como un golpe de calor o un niño que crece bajo la sombra de una familia disfuncional, de la que aprende la idea de un amor distorsionado. El reto del amor compañero está en negar ese amor-destinado o esa infancia-destino.
bell hooks explica que, aunque la mayoría de las personas sufre heridas en la infancia ocasionadas por esa misma voluntad de dominar, la cultura patriarcal ofrece alternativas distintas a las mujeres sobre los hombres, pues éstas tienen mayores posibilidades de expresar, cuestionar y reflexionar sobre lo que debe ser sentir amor o sentirse amada. Para hooks, “el pensamiento patriarcal anima a las mujeres a valorar la esfera del afecto” a tal grado que la idea del amor se vuelve una ansiedad de búsqueda; mientras que la alternativa cómoda que reciben los hombres es la de sumarse al poder sin miramientos.
Dice bell hooks que “el patriarcado demanda de los hombres que se conviertan en minusválidos emocionales”; aunque, desde luego, tanto hombres como mujeres resienten dicho sistema de invalidación que Terrence Real (citado por bell hooks) califica como “patriarcado psicológico” o como la “danza del desprecio”, que no es más que “una forma perversa de conexión que reemplaza a la verdadera intimidad con capas complejas y furtivas de dominación y sumisión, complicidad y manipulación”.
Por tanto, el primer paso para responder a esta crisis masculina es nombrar el problema. Terrence Real lo resume de la siguiente manera: “La recuperación de la integridad es un proceso aún más complejo para los varones de lo que lo ha sido para las mujeres, más difícil y más profundamente amenazador para la cultura en general”. Es aquí donde comienza el ejercicio de creatividad y lucha por la recuperación de la bondad, por la recuperación de la generosidad y expresividad emocional que, según bell hooks, es la base del bienestar.
En ese sentido, el cuestionamiento al mandato de dominación comienza por reeducarnos, pues esto implica poner en cuestión, a través de una práctica crítica, la idea del amor distorsionado recibida a lo largo de la vida. No olvidemos que las heridas de infancia son, para los hombres, un recordatorio de ese momento en que no formaban parte de la voluntad de poder y que expresarlas significaría volver al dolor, a la impotencia y a la vulnerabilidad ya no compatibles con la vida adulta.
Ésta es la razón por la que esas experiencias que de adultos les han sido bloqueadas son justamente la puerta de entrada para construir una nueva experiencia amorosa. Reeducarnos significa abrirnos paso por las heridas para encontrar otras formas de amar. Reeducarnos significa construir alternativas a la masculinidad patriarcal, significa cambiar.
Para desbloquear el amor, dice bell hooks, “debemos renunciar a la voluntad de poder”. Solo si renunciamos a ésta, si nos entregamos a la posibilidad de ser vulnerables, podremos hacer de las heridas, de las antiguas creencias, de las experiencias dolorosas, espacios para recibir el amor que buscamos.
[1] Roselbet Toledo Mayoral (Unión Hidalgo, Oaxaca, 1991) Estudió Ciencias Políticas y Derecho y es egresado del Diplomado en Literatura Europea Contemporánea del INBA. Ha publicado ensayos (Centro Público, Melí Meló) y poemas (Letralia, El Humo, Espora, Bitácora de Vuelos, Jus, Digo.palabra.txt, Círculo de Poesía, Carruaje de Pájaros y La Libélula Vaga). Apareció en la edición XV de la colección “Empezar por el principio”, publicado por la UAM. Fue becario en poesía del Encuentro Regional de Literatura “Los signos en rotación” del Festival Interfaz Oaxaca 2016. Actualmente trabaja en el servicio público.
Una reflexión sobre el amor como acción, como un desprendimiento puro.