Aportaciones de Christine de Pizan a la educación femenina

Por María Guadalupe Cruz Aceves[1]

 

RESUMEN 

El presente artículo forma parte de los resultados de un trabajo de tesis, el cual es de carácter cualitativo y de corte histórico, donde se tuvo como objeto de estudio la figura de Christine de Pizan. La erudita es una figura emblemática de la Edad Media, así como las obras que realizó a lo largo de su vida, empero, es importante poder analizar los aportes que hizo al campo pedagógico y educativo. Es así como me propongo resaltar aspectos esenciales inmersos en su manuscrito La Ciudad de las Damas. En particular, se expone por qué la obra en cuestión puede ser considerada como una utopía pedagógica, debido a que coincide con algunas características del género, pero lamentablemente no se ha reconocido como tal, ya que existen múltiples prejuicios androcéntricos para incluirla en compilaciones. Posteriormente, se abordan todos los postulados que hizo a favor de la educación femenina, los cuales consideran la lectoescritura, espacios femeninos, materiales didácticos, entre otros tópicos; cuestiones que conforman la educación que defendió incansablemente durante varios de sus escritos. Para finalizar, exponemos los motivos por los que, a nuestro parecer, es una pensadora de la educación adelantada a su tiempo.

Introducción

A lo largo de la historia de la humanidad infinidad de mujeres hicieron aportes a la educación. Es cierto que muchas de ellas se destacaron por su posición social o por el contexto en el que se desenvolvieron. Algunas otras fueron invisibilizadas por múltiples factores. Justo por las mujeres que han vivido en la oscuridad es que creo necesario hablar de una pensadora desconocida para el campo pedagógico y educativo, siendo Christine de Pizan alguien que merece el reconocimiento adecuado dadas sus aportaciones hacia la educación femenina.

Metodología

En primera instancia, quisiera esclarecer los motivos por lo que se llevó a cabo un trabajo de tipo histórico. Cuando se aborda una figura en específico, también se ha de considerar todo el contexto en el que ha vivido, los momentos que están de fondo y que han permitido consolidar parte de su personalidad, sumada a su forma de ver y entender el mundo. La elección de este enfoque es porque se necesita comprender sucesos que acontecieron hace más de quinientos años, pues Christine de Pizan vivió un momento complicado como lo fue la Guerra de los Cien años. A pesar de eso, se pude decir que es una figura que tiene una notable vigencia, pues tocó temas que actualmente definimos como misoginia, violencia de género o perspectivas androcéntricas. 

Ahora bien, he de retomar la definición que hace De Almeida al hablar de esta metodología. De acuerdo con este autor, dicha metodología nos “permite conocer y reflexionar sobre un fenómeno, considerando resaltar los conceptos e hipótesis y la comprensión de las relaciones de la Historia con el Tiempo, con la memoria o con el Espacio” (De Almeida, 2016, citado por Sánchez Molina y Murillo Garza, 2021). Dicha perspectiva nos da la oportunidad de explorar acerca de lo que es nuestro pasado y con ello poder retornar al presente, entendiendo las conexiones que se dan entre sucesos o eventos anteriores y los problemas educativos que aún están latentes, por lo que mirar en otras etapas tal vez nos pueda ayudar a obtener las respuestas que tanto necesitamos.

Así, considerar esta metodología histórica nos enlaza con las actrices y actores sociales, pues dichas personas han atestiguado momentos concretos y, por tanto, son fieles testimonios de las épocas, lo que permite crear diálogos e interacciones, todo ello a través de sus palabras y obras. En ese sentido, este análisis intenta ir más allá de lo superficial, ya que se está profundizando en una fuente de información primaria, por lo que se dará la unión entre la mirada histórica y la educativa. 

Resultados

En cuanto a mirar La Ciudad de las Damas como una utopía pedagógica, he de establecer algunos precedentes conceptuales. De acuerdo con Costa Rico y Bolaño Amigo, el término utopía deriva del griego ou topos, que se traduce como un “no lugar”, esto es, un lugar inexistente. También es visto como un espacio bueno, feliz, lleno de prosperidad y exento de los males que imperan en la sociedad (Costa Rico y Bolaño Amigo, 218, p. 136). 

Las utopías comúnmente se guían por tener ciertas aspiraciones hacia el futuro, ya sea porque intentan cumplir un ideal por lograr, busquen alternativas de la sociedad en la que se está viviendo o porque es una crítica a un momento crucial; todo esto representa que queremos tener caminos diferentes a los que atravesamos, donde todas las personas sean capaces de lograr un nivel alto de felicidad y prosperidad. 

Aunque se pretende el desarrollo de sociedades llenas de abundancia y plenitud, las utopías se caracterizan por ubicarse en lugares lejanos, donde el acceso es limitado y hasta cierto punto parecen fantasías, lo que hace que giren “en torno a dos polos: la sociedad actual y la sociedad nueva” (Esteban Krotz, 1988, p. 13). Al mismo tiempo que se piensa en los momentos de crisis, también se adquiere un mapa, el cual nos ayuda a recuperar el rumbo que hemos perdido, o, tal vez, nos muestre los cambios y procesos que hemos atravesado como humanidad. 

Reflexionar sobre las utopías nos hace considerar los compendios que se han dedicado a recolectar las obras que se conocen. Libros como Breve historia de la utopía (Herrera Guillén, 2014) y Utopía (Krotz, 1988), son ejemplos de que se han realizado trabajos para recuperar este género. El primero muestra una serie de textos desde la Antigüedad griega y bíblica hasta nuestros días, resaltando los escritos que, desde la perspectiva del autor, son las utopías más importantes de cada época. (Herrera Guillen, 2014, p. 12). Igualmente, el segundo autor brinda un panorama general, destacando obras como La República, de Platón, Utopía, de Tomas Moro, además de La Ciudad del Sol, de Tommaso Campanella (Krotz, 1988, p. 13). 

Estas ideas son el claro ejemplo de que las perspectivas masculinas imperan al momento de crear conocimientos, pues así es como se reafirman las relaciones de poder y se difunden los estigmas en contra de los pensamientos o escrituras femeninas. Especialmente en este género, se puede observar que a pesar de contemplar a las sociedades y su necesidad del progreso, continúan ignorando los legados de las mujeres. 

En ambas obras se puede entender que su enfoque radica en resaltar escritos que, según su perspectiva, son de un gran calibre, así como los aportes que hicieron, lo que demuestra que los hombres siguen al centro de todas las cosas, confirmando una perspectiva universal. El androcentrismo orilla a que las mujeres se mantengan ocultas, negando de una forma u otra todo el mundo femenino, además de sus aportes educativos y pedagógicos. 

A partir de esta situación podemos preguntarnos: ¿Dónde están las utopías de autoría femenina? Considerar la existencia de dichos escritos nos ayuda a tomar en cuenta que los pensamientos de las mujeres están en algún lugar, excluidos de los espacios de la escritura, ocultos del discurso oral, además de su presencia en cualquier ámbito social.

En contrapropuesta a los autores antes mencionados, tenemos el trabajo que realizó Anna María Verna, llevando a cabo una investigación minuciosa para encontrar las utopías pensadas por las mujeres, consolidando sus resultados en su libro Feminismos y utopía. Aquí destacan autoras que estuvieron en la búsqueda de la igualdad, de la libertad o la emancipación, percibiéndose las narrativas de las mujeres y sus conexiones con hechos históricos concretos, sumado a sus condiciones de vida (Verna, 2019, p. 12).

A diferencia de otros literatos, Verna ayudó a que las mujeres pudieran hacerse con su propia actividad política, promoviendo relaciones entre muchas mujeres mediante sus obras e ideas. Los textos recuperados en su obra plantean proyectos futuros y tangibles, ya sean parte del pasado, presente o futuro, las mujeres tendrán las formas para continuar vinculándose entre sí. Por tal razón, en sus páginas reconoce a La ciudad de las damas como una utopía, ya que representa la construcción de un lugar imaginario, aquel que intenta rescatar las relaciones entre las mujeres. 

Como bien se ha mencionado antes, las utopías poseen ciertas características, de las cuales se pueden identificar en las primeras líneas de la ciudadela. Christine ha pensado en un lugar apartado, no solamente por un umbral, sino por una muralla (Rivera Garretas, 1990, p. 195), dividiendo a la población masculina de la femenina, aunque no necesita eliminarlos totalmente como harían las amazonas. 

Además, condiciona el acceso a las personas, pues las mujeres que ostenten ciertas cualidades podrán vivir ahí, principalmente porque serán las próximas mujeres que lucharan contra las injusticias e infamias, además de hacer evidentes los problemas sociales existentes, ya que todos los demás los ignoran. Sin embargo, el principal atributo de una utopía pedagógica consiste en tener una finalidad educativa, en este caso se mira en la ciudadela un propósito claro: que todas las mujeres pueden lograr un nivel de conocimientos alto, al grado de ser considerada alguien culta o docta. 

La construcción y desarrollo de la ciudad estaría a cargo de todas las mujeres, ya que se están compartiendo las historias y vivencias que afrontaron a lo largo de su vida, ya fueran reinas, sacerdotisas, nobles, beatas, incluso prostitutas, cada una de ellas aportarían sus conocimientos y sabidurías, pues son mujeres virtuosas, de méritos, dignas de ser reconocidas y llamarse habitantes. A diferencia de otras utopías, el trabajo sumado a las acciones sería lo que tendría mayor peso, pues no se está creando un ambiente alrededor de una idea divina o humana, sino de acuerdo con las mujeres reales. 

Esta ciudadela sería un espacio en el cual las habitantes se sentirían protegidas, tendrían vínculos sororos además de que podrían aprender mediante las praxis de las demás. Dicho espacio sería algo nuevo, diferente a cualquier otro que haya sido contemplado, porque se fundó como un orden alterno y con base en las necesidades sociales de las mujeres, promoviendo así nuevas relaciones femeninas, donde las mujeres lograran su emancipación, igualdad y libertad, todo ello a través de la amistad y hermandad, aspectos fundamentales para el bienestar de la ciudad.

Por el tiempo en que se escribió, esta obra es una revolución política y cultural, ya que es de los primeros textos que habló sobre las cualidades femeninas, además de pensar en un lugar único para las mujeres. Christine de Pizan elaboró “una utopía, un no lugar que es a la vez un lugar propio, un no tiempo identificado con la eternidad. El tiempo de la utopía de La Ciudad de las Damas no se sitúa en un pasado mítico o en un futuro por venir, sino en todos los tiempos” (González Madrid, 2007, p. 343).

Esto da cuenta que Pizan planeó, dirigió y participó en la construcción de un espacio protector de mujeres, algo que hoy nombraríamos sororidad. El propósito de todo espacio sororo es la formación de mujeres libres, lejos de los vicios y males que se han heredado del patriarcado, los cuales lastimosamente conforman los principales contenidos de la educación y la enseñanza. 

Vale la pena aclarar que la amistad y hermandad en Pizan son una forma más de aprender y enseñar, esto porque se da un tipo de acompañamiento entre todas las mujeres y sus historias de vida, lo que permite construirse entre todas, siendo el reflejo de aquellas que comparten un poco de sí a través de la escucha, el afecto o las experiencias de las otras mujeres. 

Esto puede considerarse parte de su propuesta educativa, pues en sus obras muestra la importancia de que las mujeres tengan acceso a una educación, más allá de lo que se tienen por cuestiones del hogar o el cuidado de los hijos. Su educación excepcional la hizo cuestionar por qué las demás mujeres no habían tenido el mismo tipo de formación, por lo que fue una de sus más grandes aspiraciones, que todas las mujeres tuvieran las mismas oportunidades que su padre le había brindado. 

Preguntarse constantemente acerca de las limitantes que tienen y que no pueden aprovechar sus habilidades o capacidades la incitó a proponer una educación femenina, una que las haga demostrar todo el potencial que ostentan. Por eso era importante la creación de la ciudad, porque la sociedad medieval era un gran detractor para las mujeres, pero en este espacio podrían desarrollarse académica y espiritualmente, todo de manera positiva, por lo que dicha educación les garantizaría otros roles o estatus diversos de los que la sociedad comúnmente les impone. 

De las primeras cuestiones que Christine pensó para las mujeres fue brindarles un espacio propio donde pudieran dedicarse al estudio. Cuando ella perdió a su esposo, se aisló de todas las salas del castillo, eligiendo una cámara específica, aunque también puede ser la conquista de un espacio femenino. Una de las tres damas que la guían por toda la construcción de la ciudad, le reconoció este esfuerzo para labrar su lugar, así como su amor por el conocimiento (De Pizan, 2000, p. 69). 

Este espacio les daría la oportunidad de repensar la forma en que entendían el mundo, cuestionar lo que ya sabía y reevaluar si esta era la única forma de concebir tanto las relaciones sociales como la manera en que se asumían. Asimismo, tener este lugar tendría dos finalidades; el primero, seguir cultivando méritos, y el segundo, ayudar a que creciera la ciudadela (De Pizan, 2000, p. 274). Esto representaba una ciudad más grande, con más conocimientos, mayores vínculos positivos y con ello, mujeres felices y sin cadenas que las lastimaran.   

Un aspecto por resaltar es que menciona brevemente la figura docente en La Ciudad de las Damas. Cuando Christine cuestiona a Derechura, se retracta brevemente por hacerle muchas preguntas, pero la dama le comenta que podía cuestionar todo lo que quisiera, ya que una maestra no había de reprender a una discípula (De Pizan, 2000, 226). Esta es la primera vez que se hace una referencia de esta índole, pues toma de ejemplo a una de las tres Damas, ya que al hablar con ella es como si estuviera dialogando consigo misma, de manera que ella es su propia maestra que va instruyendo(se) pacientemente. 

El hecho de compartir(se) es una forma más del proceso de enseñanza-aprendizaje, dado que no sólo se comparte ella, también habla de las historias de muchas otras mujeres que a su parecer valía mencionar, por lo que se tejen lazos que pretendían ser irrompibles, uniendo a las antepasadas y contemporáneas, de las cuales se tendrían relaciones e interacciones a base de respeto, hermandad, amor, amistad, convirtiéndose en vínculos sororos. 

Otro punto de su propuesta es la consideración de ciertos objetos, los cuales podrían pensarse como materiales didácticos: la erudita eligió una vara/regla, un espejo y una copa de oro, objetos que le ayudarían en todo el proceso de construcción de la ciudad. La vara es una forma de medir más allá de las construcciones perfectas, son una manera de regular la formación femenina entre el bien y el mal, lo justo e injusto y que pueda guiar a las habitantes por el camino correcto.

El espejo permite ver hasta en lo más profundo del alma; su reflejo muestra las virtudes, cualidades o carencias, pero ante todo la verdadera esencia de alguien. Y por último, la copa de oro, regalada por El creador, da a cada persona lo que es debido y en la cantidad correcta. (De Pizan, 2000, pp. 69,72-73). Estos objetos o símbolos son considerados materiales porque son a los que apela constantemente y de los cuales ella se vale para hacer énfasis para enseñar y afianzar valores como honestidad, justicia, equidad e integridad. 

Aunado a esto, fueron pensados con un propósito: que las habitantes que fueran a ser parte de la ciudad tenían que ser personas de bien, que con acciones concretas demostraran que merecían ser llamadas amigas y hermanas, procurando entre todas el cuidado y protección de la ciudadela, pues entre todas continuarían enseñándose y aprendiendo, pues al final iban a crecer en la magnificencia de este espacio femenino. Dichos símbolos le ayudarían a identificar a las mujeres que están dispuestas a trabajar en sí mismas con tal de lograr el nivel de virtud y sabiduría necesaria para ser parte de esta comunidad. 

No se puede olvidar que los libros en la Edad Media jugaron un papel importante, y eso lo sabía la erudita. El libro fue un distintivo de la mujer, convirtiéndose en un integrante de los espacios femeninos dentro del palacio, atendiendo aspectos de la vida cotidiana: de forma intelectual, espiritual, docente o litúrgica. (Catedra y Rojo, año, citado en Pérez, 2018, p. 516). Los libros siempre han sido una fuente inagotable de conocimientos, Christine tuvo la oportunidad de hacerse con textos clásicos grecolatinos y reconoció que obtener una educación no sería una manera más de corromper a las mujeres, al contrario, sería una forma más de ver el mundo desde otra perspectiva. 

Ella misma reafirma el papel que tienen cuando dice que: “si las mujeres hubiesen escrito los libros, estoy segura de que lo habrían hecho de otra forma, porque ellas saben que se les acusa en falso” (De Pizan, 2000, p. 25). Esto nos da cuenta de que se puso a escribir porque quería contrarrestar los falsos testimonios que tenían los hombres contra las mujeres. También porque quería darles voz a las ancestras que fueron silenciadas, por ella misma que había padecido humillaciones al ser viuda y por las mujeres del futuro, para evitarles vivir en la oscuridad, que no vivieran en la infamia. 

Que pensara en la creación y desarrollo de un manuscrito nos expresa que deseó dejar vestigios de su pensamiento y la mejor manera de hacerlo fue en una obra que demostrara las situaciones que había vivido, cuestionar ideas, mantener todo lo positivo y lo negativo, tratar de transformarlo. Este fue un intento por hacer que sus textos formaran parte de las mujeres, y con ello, que llegaran a cada rincón del reino, para que cada una de ellas pudiera cuestionar su realidad, así como lo hizo ella misma. 

Para finalizar, he de resaltar actividades que derivaron de los libros, es decir, la lectura colectiva y la lectura silenciosa. La primera tuvo similitudes con la lectio universitaria, comentando los textos previamente leídos y generar cierta discusión. La segunda se inclina por una comprensión óptima, siendo más personal y espiritual (Caggiano y Cerullo, 2022, pp. 519,520). Existe la posibilidad de que Christine realizara estas actividades, dado que es una forma más de continuar reflexionando a los autores que pudo leer. 

En el Medioevo poder leer era un acto complejo y retador, no únicamente porque sólo tenían acceso a lecturas litúrgicas, sino porque no todas las mujeres contaban con una instrucción previa. Es por esto que los libros contribuyeron en gran medida, pues les permitieron reflexionar en solitario, así como ampliando sus conocimientos. Por eso fueron fundamentales para la educación femenina que pensó, ya que hablar consigo misma es importante, tanto como poder leer un texto de maneras distintas, obteniendo diversidad de ideas con respecto a un mismo autor. Este acercamiento con los libros les daría la oportunidad de iniciar sus colecciones propias o bien, favoreciendo su pasión por el conocimiento. 

La preocupación de Christine por la educación femenina la hizo crear un manuscrito, pero este hecho tuvo otra intención, pues le dio un sentido educativo a la escritura. Esperó que los tratados que propuso tuvieran un impacto positivo en la educación femenina medieval, creyendo que serían un medio para lograr la libertad que merecían e impedir que se forjaran más discursos infames.

Tal como lo consideró, la educación de las damas sería a través de la lectoescritura, pues si ellas tienen acceso a los libros, sería más fácil poder desenvolverse como escritoras o, tal vez, aprovechar los múltiples espacios (ya fueran en las cortes o en la sociedad en general) para hacer valer sus sentimientos y pensares. Lo que significa que escribir fue una manera de emanciparse simbólicamente, pues si ella decidió qué es lo que quería mostrar en la ciudadela, exteriorizando sus ideales, molestias e imaginaciones, también deseó lo mismo para aquellas que se encontraban en el camino por reconquistar los espacios negados.

Conclusiones provisionales

A partir de lo antes dicho, he de enunciar algunos hallazgos. En primer lugar, su formación intelectual fue extraordinaria dado el conservador ambiente cortesano francés, además de ser sobresaliente el esfuerzo que hizo su padre por brindarle una educación. En segundo lugar, su fama se consolidó debido a su trabajo intelectual, algo inaudito para las mujeres de la Edad Media. 

En tercer lugar, instauró nuevas representaciones femeninas, reclamando así un nuevo rol para las mujeres, todo ello a través de sus obras. En cuarto lugar, luchó por lo que hoy llamamos derechos de las mujeres, ya fuera por acceder a una educación que desarrollara sus virtudes (a imitación de Razón, Derechura y Justicia), por darles un trato digno o bien por tener un papel social transformador, siempre escribió desde, por y para ellas. Por estos motivos es que creemos que la autora en cuestión fue una pensadora de la educación adelantada a su tiempo, ya que en ningún momento dudó en cuestionar el tipo de sociedad que se estaba gestando en la Francia de los siglos XIV y XV.  

Sin duda, sus escritos y, en este caso, la ciudadela que pensó fueron la semilla necesaria para querer una sociedad nueva, una en la que el universo femenino no sea castigado, humillado e ignorado. A través de esta obra y su propuesta educativa es que trató de ayudar a muchas mujeres, así tendrían la oportunidad de iniciar y navegar sus propios viajes, uno en el que descubrieran su poder, eligiéndose y liberándose de las cadenas de lo que hoy entendemos como patriarcado.

 

 

 

Obras consultadas

Caggiano, V. y Cerullo, L. (2022). La escritura como signo educativo: Christine de Pizan, una historia para escribir, para leer, para contar. Graphos, 2, 2. 21-29. 

Costa Rico, A. y Bolaño Amigo, M. E. (2018). Utopías, distopías y retos creativos para la construcción de la humanidad en la historia educativa occidental: A propósito del V centenario de la edición de la Utopía de Th. More (1516-2016). História da Educação.  22, 55. 134-147. 

González Madrid, M. J. (2007, octubre). Las ciudades de las mujeres. Genealogías y ginecotopías. [Ponencia]. XXXI Coloquio Internacional de Historia del Arte. El Futuro. Centro Cultural Santo Domingo, UNAM. Oaxaca, México. 

Herrera Guillén, R. (2014). Breve historia de la utopía. México: Tombooktu. 

Krotz, E. (1988). Utopía. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Colección CSH.

Pérez, C. (2018). El libro en la corte. Lecturas femeninas y sus espacios palaciegos en la Baja Edad Media.  En E. Corral Díaz (Ed). Voces de mujeres en la Edad Media: Entre realidad y ficción. (pp. 514-524). De Gruyter. 

Pizan, C. de. (2000). La Ciudad de las Damas. (Trad. M. J. Lemarchand). Ediciones Siruela. 

Rivera Garretas, M. M. (1990). Textos y espacios de mujeres (Europa siglos IV-XV). Barcelona: Icaria editorial. 

Sánchez Molina, A. A y Murillo Garza, A. (2021). Enfoques metodológicos en la investigación histórica: cuantitativa, cualitativa y comparativa. Debates por la historia. 9, 2. pp. 147-181. 

Verna, A. M. (2019). Feminismo y utopía. Travesías literarias de liberación. (Trad. Ion Paimó). Madrid: Enclave libros. 

 

 

 

[1] Licenciada en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Líneas de Investigación: Historia y Filosofía de la educación femenina. Correo: gpee19.gc@gmail.com / gpee19@hotmail.com.

 

 

 

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