(Parte I)
Por Indira Eyzaguirre
“El significado de ser mujer trasciende el significado profundo como lo es la Pachamama para la cultura Quechua o como lo demuestra la impactante obra llamada India del pintor peruano indigenista José Sabogal”
Introducción Actualmente, son muchos los trabajos que abordan crisis sociales, económicas, pero también científicas. Según la Teoría General de Sistemas (TGS) y su visión holística, la ciencia necesita de una “traducción” del lenguaje de las diversas áreas para hacer más efectiva la comunicación entre ciencias sociales y naturales (Keneth, 2007). Ante la crisis actual, el siguiente ensayo tiene como objetivo abordar la realidad del rol que cumplen las mujeres frente al cambio climático tanto en diferentes realidades sociales con en contextos histórico-ideológicos diversos. Uno de los problemas ambientales globales que ocasiona externalidades socio-económicas y políticas es el cambio climático; su naturaleza holística va desde las ciencias naturales, con la explicación técnica por parte de entidades como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático o IPCC, por sus siglas en inglés, quienes sostienen que las causas son de orígen natural y antropológico y, según sus modelos propuestos, las consecuencias principalmente se presentan en los cambios de temperatura y precipitaciones; hasta las ciencias sociales, que abordan las consecuencias económicas y políticas, principalmente en la actividad más importante a nivel global: la agricultura. Ante ello, surgen algunas preguntas como ¿El cambio climático influye en las actividades desarrolladas por las comunidades humanas?, ¿de qué forma?, ¿hasta qué contexto?, ¿el cambio climático está relacionado con temas de género?. Las respuestas a éstas ayudan a comprender los efectos que tiene dicho fenómeno mundial en las crisis sociales como la opresión y el silenciamiento que genera el sistema patriarcal actualmente hacia la mujer. Si bien es cierto que el cambio climático genera vulnerabilidad a los diversos ecosistemas que sostienen y mantienen la seguridad alimentaria y que, como menciona Mapecroft (2015), los países de mayor vulnerabilidad frente a este fenómeno son Bangladesh, Sierra Leona, Etiopía, Perú y Bolivia, teniendo en cuenta que son países que sufren más problemas sociales y económicos, incluyendo guerras civiles, genocidios, la realidad es también que el rol que cumple cada género frente a la sociedad muchas veces no es equitativo, es el caso de las mujeres andinas, asiáticas, africanas y las mujeres indígenas presentes en todo el mundo; ellas son las encargadas de la seguridad alimentaria, de mantener las familias, educar a los hijos, que son el futuro de la sociedad; transmitir el conocimiento tradicional, entre otros roles de gran importancia. Son, también, las que sufren mayor opresión por las tradiciones patriarcales, como violencia y esclavitud sexual causadas, en gran medida, por el capitalismo. En general, sufren mayor vulnerabilidad social, que sumada a la vulnerabilidad ambiental, hace que su trabajo se intensifique, pues entre sus labores está la de adquirir recursos comunes como el agua, que forman parte de los recurso que están cambiando de dinámica cíclica, es decir, los efectos del cambio climático, como la desertificación, están reduciendo la disponibilidad del agua. Por lo tanto, ellas tienen mayor desgaste de energía para ir por este recurso indispensable en su vida cotidiana hasta lugares muy alejados de su comunidad. Como menciona Gonçãlves (1996), “en la sociedad occidental, las relaciones sociales se ven instituidas en medio de tensiones, conflictos y luchas, elaborándose un concepto determinado de la naturaleza fundamental de la dislocación del hombre. Entonces, se torna fácil percibir por qué la imaginación occidental acostumbra asociar la naturaleza en segmentos o clases sociales oprimidos y explotados, naturalizando condiciones como que las mujeres por naturaleza son frágiles y emotivas y por ello deben ser mantenidas en lugares protegidos, es decir, en «sus sitios”. Esto detona preguntas tales como ¿Cuál es el rol que la mujer cumple frente al cambio climático y la seguridad alimentaria?, ¿Cómo se evidencia la opresión de la mujer a nivel mundial?, ¿Cuáles son las estrategias para reducir, mitigar o, en todo caso, cambiar los discursos opresivos contra la mujer, es decir, las estrategias que incluyan la “voz” de las mujeres para que sean incluídas en la toma de decisiones a nivel social, económico, ambiental y político? Ante ello, se evidenciará, mediante un estudio de casos, el rol que cumplen las mujeres y la importancia de su presencia en las comunidades con el fin de fortalecer la seguridad alimentaria a nivel mundial; pero, también, se evidenciará la realidad del género femenino en diversos contextos sociales en los Andes, en Asia, países de África y en algunas comunidades tradicionales, resaltando su capacidad de adaptación y resiliencia frente a esas externalidades de corte socio-ambiental. Cambio climático: Una perspectiva holística Uno de los grandes retos para la humanidad a nivel social, económico, ambiental y político es el cambio climático; un tema que representa una problemática ambiental a escala global por ser transdisciplinar. Según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (2015) o CMNUCC, por sus siglas en inglés, es el cambio atribuído directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera global. Por otro lado, la “Evaluación del grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático” (2014) o IPCC define el cambio climático como las variaciones del estado del clima que son identificables en las variaciones de valores medios estadísticos que persisten durante largos períodos de tiempo, generalmente decenios o períodos más largos. Según los informes del IPCC (2014), una de las principales causas de este fenómeno son las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), provenientes de factores antropogénicos como los sectores de construcción de edificios (12%), el sector industrial (11%), el sector energético (1,4%); así también, tanto de las emisiones directas provenientes de los sectores de silvicultura y cambio de uso del suelo (24%) como del transporte (14%), definidas como las actividades que contribuyen más con este fenómeno global. Las principales consecuencias del cambio climático son las variaciones a nivel meteorológico en la temperatura; para ello, el IPCC diseñó dos escenarios: RCP2,6 y RCP8,5 con 32 y 39 modelos, respectivamente, evidenciando un cambio de la temperatura proyectado para la zona de América del Sur, Asia y África con una variación de 1 a 5 grados. Ante estos cambios en dos parámetros meteorológicos esenciales, se sostiene que la actividad socio-económica más afectada frente al cambio climático es la agricultura, por ser una actividad altamente dependiente de las variaciones de precipitación y temperatura. Asimismo, la vulnerabilidad frente al cambio climático es la predisposición a ser afectado negativamente, ya que incluye susceptibilidad y sensibilidad al daño y la falta de capacidad de respuesta y adaptación que tienen relación directa con la resiliencia; siendo esta última la capacidad de afrontar un suceso, fenómeno o perturbación peligrosa por parte de los sistemas sociales, económicos y ambientales respondiendo o reorganizándose de modo que mantengan su función esencial, su identidad y su estructura, conservando, al mismo tiempo, la capacidad de adaptación, aprendizaje y transformación (IPCC, 2014). Mapecroft (2015) realizó un estudio donde obtuvo como resultado un mapa que muestra el índice de vulnerabilidad a nivel global, en el cual Bangladesh, Sierra Leona, Norte de Sudán, Nigeria, Etiopía, Haití, entre otros, se visibilizar con un riesgo extremo de vulnerabilidad por la falta de capacidad de adaptación y, por ende, de resiliencia frente a este fenómeno. Además, países de Latinoamérica como Perú y Bolivia se encuentran en un alto riesgo; en cuanto a Brasil se evidencia un riesgo medio. Y, fiinalmente, los países y regiones con riesgo bajo y con mayor preparación para afrontar el cambio climático son Australia, Europa y América del Norte. Por otra parte, entre los informes del IPCC (2014), se muestra los impactos observados a nivel geográfico que se atribuyen al cambio climático en los diversos continentes a nivel de sistema físico, biológico y humano: (i) en Asia, los impactos se evidencian mediante inundaciones de medio nivel causado por derretimiento de glaciares y pérdida de permafrost en un alto nivel, así como pérdida de ecosistemas terrestres en un nivel medio; (ii) en América Central y del Sur se evidencian mediante inundaciones y/o sequías en un nivel medio, pérdida muy alta de glaciares, nieve, hielo y permafrost, así como la pérdida de ecosistemas terrestres y acuáticos en un nivel bajo, incendios forestales, impactos en un nivel medio en la producción de alimentos y los medios de subsistencia, salud y economía; (iii) en tanto que en África se evidencian inundaciones y/o sequías en un nivel alto principalmente en el sur, pérdida de ecosistemas terrestres en nivel medio, además de un nivel alto de pérdida de ecosistemas marinos e incendios forestales, e impactos en la producción de alimentos, al igual que en América. Principalmente, los riesgos se dan a nivel de tres componentes ambientales: (i) recursos de agua dulce; según las proyecciones, se reducirá la disponibilidad de agua superficial y subterránea en la mayoría de regiones secas subtropicales, con ello se intensificará la competencia por este preciado recurso entre sectores. Es probable que la frecuencia de sequías aumente en las regiones secas; en cambio, en latitudes altas, los recursos hídricos aumentarán. Además, los efectos del cambio climático harán que la calidad del agua disminuya generando riesgos de salud a causa del agua potable, ya que a mayor aumento de la temperatura, aumento de cargas de sedimentos, nutrientes y contaminantes por las fuertes lluvias; aunque esto dependerá de la capacidad de adaptación respecto a la infraestructura para el tratamiento de los recursos hídricos; (ii) ecosistemas terrestres y de agua dulce con el riesgo de extinción de ecosistemas, evidente en todos los modelos presentados por el IPCC, donde se concluye que el cambio climático, junto con otros factores de estrés como la modificación de hábitats, la sobreexplotación, la contaminación y las especies invasoras, contribuyen a dicha extinción; estos modelos indican un alto riesgo irreversible a escala regional en la composición, estructura y función de los ecosistemas terrestres y acuáticos. Las proyecciones indican que, durante el siglo XXI, la tasa de mortalidad arbórea aumentará debido al incremento de temperaturas y la sequía, influyendo directamente en el almacenamiento de carbono, producción de madera, agua y, consecuentemente, impactando en las actividades económicas; (iii) seguridad alimentaria y sistemas de producción de alimentos, donde habrá impactos negativos si no hay una previa adaptación en los principales cultivos que son de trigo, arroz y maíz en las regiones tropicales y templadas. Todos los aspectos de la seguridad alimentaria están potencialmente afectados por el cambio climático, incluyendo el acceso a los alimentos en el que influye la dinámica de sus precios. Asimismo, se mencionan los motores climáticos que tienden al calentamiento por elevación de temperaturas extremas y la tendencia de desecación, precipitaciones extremas, ciclones destructivos, acidificación de océanos y fertilización con dióxido de carbono, que son motores climáticos variantes según factores espacio-temporales a nivel global. En África el motor climático es la tendencia al calentamiento, temperatura extrema, tendencia a la desecación, elevación del nivel del mar por mayor estrés sobre los recursos hídricos y la reducción de la producción agrícola por estrés de calor, causando efectos en la seguridad alimentaria así como la expansión de enfermedades, donde se incluye como mecanismos de adaptación el fortalecimiento de las capacidades institucionales para una planificación y gobernanza integrada del agua, y respuestas de adaptación tecnológica como mejoramiento en la eficiencia del sistema de riego, mayores posibilidades de acceso para pequeños agricultores a crédito y otros recursos de producción esenciales. Fortalecimiento de programas de prevención de salud para evitar la expansión de enfermedades. En Asia, como motor climático se considera un mayor riesgo de muertes relacionadas al mayor nivel de calor, mayores inundaciones fluviales, costeras y urbanas ocasionando daños en la infraestructura y un mayor riesgo de escasez de agua y alimentos causado por la sequía y malnutrición generalizada; así, entre los mecanismos de adaptación se encuentran los sistemas de alerta sanitaria en caso de olas de calor, además de la planificación urbana. Aunado a ello, son necesarias la planificación eficaz del uso del suelo y reubicación selectiva, reducción de la vulnerabilidad de la infraestructura y los servicios de aseguramiento de la vida como agua, energía, gestión de residuos, alimentos, biomasa, movilidad, ecosistemas y telecomunicaciones; gestión adaptativa de recursos hídricos, desarrollo de infraestructura hídrica como embalses, diversificación de fuentes de agua incluyendo la reutilización de este recurso. Finalmente en América Central y de Sur, como motor climático están los deslizamientos de tierra en zonas urbanas y rurales causados por la precipitación extrema, deshielo de glaciares y una menor producción de alimentos con menor calidad y dispersión de enfermedades transmitidas por vectores; ante ello, la gestión de los recursos hídricos, control de enfermedades a través de la prevención y el desarrollo de nuevas variedades de cultivos más adaptados a los cambios climáticos, la gestión de territorio que incluya el uso de cambio de suelos se encuentran como mecanismos de adaptación. En suma, el cambio climático es un tema de alta complejidad por incluir varias ciencias para poder comprender dicho fenómeno; en ese sentido, mencionar el tema del género es de gran importancia. Muchas veces, el foco de estudio del cambio climático es técnico, a nivel de datos cuantitativos para evidenciar las variaciones estadísticas de precipitación y temperatura; sin embargo, existe un gran vacío en cuanto al conocimiento global sobre qué y a quiénes afecta este fenómeno, teniendo en cuenta el área de vulnerabilidad social que Bach y Bruce (2010) mencionan sobre el ambiente de extra-mercado, compuesto por grupos indígenas y campesinos, resaltando cuestiones de género, a la mujer y su importante rol frente a la adaptación y resiliencia al cambio climático con sus múltiples responsabilidades en un espacio y temporalidad diversificada a nivel global. La mujer: sujeto de opresión y actora de liberación “(…) ¿Quién manda en África?, sin lugar a dudas las mujeres, ellas son el espinazo de esta cultura porque son ellas quienes educan a los hijos, cuando el hombre se va, ellas son las que permanecen, son las guardianas de las tradiciones, sin ellas el África se desmoronaría (…)” La concepción de “género” se desarrolló y utilizó frente al “sexo” ya que describe lo que es socialmente construído refiriéndose al significado intrínseco a masculino y femenino, frente a lo que es biológicamente dado, como menciona Matos Santos (2009). Ante ello, en la década de los 80 surge la concepción feminista que incorpora género en un contexto de “una emergencia histórica de las mujeres en un campo de estudio, incluyendo una evolución del feminismo para las mujeres y después del género; es decir, de la política para la historia y después al análisis en sí”. Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la FAO, por sus siglas en inglés, define al género no refiriéndose a ser hombre o mujer, sino a ser masculino o femenino, es decir, a las cualidades o características que la sociedad atribuye a cada sexo. Por ello, cuando se trabaja con cuestiones de género está influenciado directamente por la estructura social, sus dinámicas, las concepciones y representaciones de cada cultura, de cada sociedad a nivel espacio-temporal incluyendo la política, economía y el medio ambiente a nivel de entorno geográfico. Todos estos aspectos determinan el grado de poder que cada género desarrolla a nivel social. Actualmente, el género femenino, es decir, la mujer, pertenece a uno de los grupos socialmente marginados en virtud de su condición económica, étnica y ecológica (Goebel y Dermntt, 2010); causado muchas veces por el crecimiento económico que se centra en la industrialización, agricultura, urbanismo debido a su visión capitalista y patriarcal; olvidando en muchos de los casos el sentido de desarrollo. Ante ello, surge las categorizaciones sociales a través de los diversos procesos históricos que incluyen las relaciones hombres-mujeres, muchas veces, excluyendo e invisibilizando a estas últimas (Matos Santos, 2009) o, como menciona Gonçalves (1996), entre los segmentos o clases sociales oprimidos y explotados se encuentras las mujeres que por naturaleza son frágiles y emotivas y por ende deben ser mantenidas en lugares protegidos. Sin embargo, mencionar la relación interespecífica entre género y cambio climático es esencial, ya que contribuye a comprender este fenómeno desde una visión ecofeminista, por existir evidencias de que las mujeres están desarrollando estrategias de adaptación ante el cambio climático. Según la ONU (2008), en Bangladesh, India y Nepal, las mujeres están adaptando sus prácticas de cultivos de acuerdo a los cambios en la duración, temporada e intensidad de las lluvias para asegurar sus cosechas y así la seguridad alimentaria a nivel familiar, comunitario y global. Por ello, analizar la relación entre género y cambio climático contribuye a entender mejor tal fenómeno para así mejorar las políticas de adaptación, mitigación, sociales y económicas, identificando las brechas entre género y el acceso a recursos, con una capacidad de enfrentar los riesgos y desastres climáticos. Adaptación socio-climática: Generando resiliencia comunitaria La adaptación se entiende como el proceso de ajuste al clima real o proyectado teniendo en cuenta sus efectos; así, en los sistemas humanos, la adaptación trata de moderar o evitar los daños y aprovechar las oportunidades beneficiosas, como indica el IPCC (2014). Las comunidades a nivel global buscan adaptarse con el fin de que sus culturas y sus pueblos se mantengan en el tiempo, esto es, la adaptación como supervivencia de la especie humana. Si bien es cierto que la adaptación se va incorporando en algunos procesos de planificación como en el caso de muchos gobiernos nacionales, los cuales están iniciando con sistemas de gobernanza para una adaptación mediante los ajustes tecnológicos en infraestructura enfocando la salud pública básica, entre otros programas como los incentivos en Asia mediante la reforestación costera de manglares, o en América Central y del Sur, que impulsan la conservación de los ecosistemas y, en general, la visión de la implementación conservacionista comunitaria en el sector agrícola para cultivos y predicción climática; muchas de estas inclusiones discursivas o materializadas a través de políticas públicas, la mayoría de las veces no se ejecutan, obstaculizando e inviabilizando el desarrollo de proyectos sustentables que incluyan a las mujeres y el rol tan importante que cumplen, como brindar seguridad alimentaria y asegurar el futuro social a través de la educación y cuidado de los hijos. Es por ello que, en una segunda parte, se evidenciará el rol y la adaptación que la mujer genera con el fin de fortalecer la resiliencia de sus comunidades, mediante casos a nivel global en los países más vulnerables frente al cambio climático.