Por Mauricio Torres Peña[1]
El sueño es una de las actividades naturales más imprescindibles para el restablecimiento de nuestra energía y de nuestro ánimo, sin embargo, si elucubramos un poco sobre éste podríamos formular la siguiente pregunta: ¿Qué hace que tengamos predilección por dormir en la noche más que por el día?
Al responder esta pregunta estaríamos aclarando los mecanismos fisiológicos que lo producen, pues la luz es uno de los principales reguladores del sueño. Cuando llega la noche, la iluminación natural disminuye por la puesta del sol, y nuestra retina, al percibir la disminución lumínica, se comunica por vías nerviosas con la glándula pineal, para que ésta libere melatonina y consecuentemente induzca al sueño, siendo ésta la principal hormona reguladora del ciclo (circadiano) de sueño/vigilia.
Simultáneamente, la adenosina, un metabolito que se acumula en nuestro organismo por la actividad celular a lo largo del día, induce al bloqueo de las conexiones nerviosas excitadoras que mantienen la vigilia, en los cuales la serotonina colabora para inhibir los circuitos que nos mantienen despiertos, incluso la orexina (hormona producida por el hipotálamo para estimular la actividad neuronal) disminuye sus concentraciones para facilitar nuestra cita con Morfeo.
Como lo comentamos, nuestro reposo está a merced de un mecanismo neurohormonal complejo que no está del todo comprendido, a pesar de ello, tiene fines beneficiosos conocidos para nuestra salud, como el de eliminar los deshechos metabólicos neuronales, consolidación y mantenimiento de conexiones nerviosas para afinar nuestra memoria y otras funciones cognitivas, regular la secreción de hormonas, como la hormona de crecimiento para la regeneración tisular o la regulación de nuestro sistema inmunitario por medio de interleucinas[2].
En función de todo lo descrito, podríamos deducir que la falta de sueño implicaría lo opuesto de sus beneficios, de hecho, estudios recientes incluyeron a las “alteraciones metabólicas” como nuevas consecuencias de un sueño irregular, y como uno de los tantos otros factores que influyen en la incidencia de la diabetes y obesidad.
Un estudio de la Mayo Clinic dirigido por PhD Naima Covassin y publicada en el Journal of the American College of Cardiology, basado en su experimento, evidenció que las personas sometidas a un sueño de menor duración (<5 horas) tenían predisposición a no controlar su ingesta calórica, consumiendo más alimentos por encima de lo habitual. Paralelamente, con un registro tomográfico verificaron que la grasa intraabdominal también aumentaba de manera proporcional a la mala calidad del sueño, acrecentando el riesgo de obesidad[3].
Otro estudio publicado en PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) comprobó que nuestra exposición a fuentes lumínicas, principalmente artificiales (televisor, lámparas, celulares, etc.), como naturales (luminosidad lunar), durante el sueño, producen resistencia a la insulina matutina prolongada y taquicardia, es decir, induce a un aumento de azúcar en la sangre por las mañanas y aumenta la frecuencia cardiaca, lo cual puede ser perjudicial para diabéticos, para aquellos con indicios de esta enfermedad o para personas con afecciones cardiacas[4].
En ese sentido, pequeños detalles como dormir poco, usar el teléfono móvil antes de dormir o simplemente dormir con las luces encendidas, pueden comprometer nuestra salud, por lo que resulta inevitable reflexionar un poco más sobre nuestros estilos de vida y brindarle más importancia al sueño en términos cuantitativos y cualitativos.
Si bien estos estudios amplían el panorama sobre nuevos factores que contribuyen a la pandemia de la obesidad y la diabetes, incluir la variable del sueño dentro de nuestras medidas higiénico-dietéticas puede ayudarnos parcialmente a prevenirlas o en todo caso a usarlas como complementos terapéuticos factibles.
[1] Columnista, médico interno de pregrado y ex auxiliar de cátedra de histología, bioquímica y parasitología médica.
[2] Hall, J. E., & Guyton, A. C. (2016). Guyton y Hall: fisiología médica (13a ed.). Barcelona: Elsevier.
[3] N. Covassin y Col. “Effects of Experimental Sleep Restriction on Energy Intake, Energy Expenditure, and Visceral Obesity”, Journal of the American College of Cardiology, Volume 79, Issue 13, 5 April 2022, Pages 1254-1265. (https://doi.org/10.1016/j.jacc.2022.01.038)
[4] Mason y Col. “Light exposure during sleep impairs cardiometabolic function”, PNAS, 2022 (https://doi.org/10.1073/pnas.2113290119)