Por Vania Catalán
Los sismos son uno de los fenómenos naturales más intrigantes y aterradores para todos los habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México. En fechas cercanas al mes de septiembre, todos los mexicanos (o la mayoría) desempolvan sus memorias para conmemorar aquellos dos eventos que marcaron trágicamente la historia del país. El primero ocurrido la mañana del 19 de septiembre de 1985 y el segundo, el mismo día, pero 32 años después. La nostalgia invade a la mayor parte de la población y se realizan actos en memoria de quienes perdieron la vida a causa del derrumbe de edificios, fallas estructurales, caídas de elementos no estructurales, o incluso algunas fallas en infraestructura (y algunas más).
Entre otras lecciones de ambos eventos sísmicos, se ha aprendido que algunos de los edificios más vulnerables a presentar daños, y los cuales pueden impactar socialmente con mayor fuerza, son los destinados a vivienda. Esto se observa en el significativo porcentaje de vivienda, tanto multifamiliar como unifamiliar, dañada; de las cuales se observa que algunos siguen sin poder ser [re]habitados. Para el terremoto de 1985 Mw8.1, del total de edificios colapsados total o parcialmente, alrededor del 55% correspondía a vivienda. Y para el sismo de 2017 Mw7.1, más del 70%. (FICA, 1988)
En un estudio de sitio, se obtuvieron algunos testimonios de los condóminos de los edificios dañados. Uno de los más sobresalientes mencionó:
“Ni en mis peores pesadillas pensé que nos iba a pasar algo así. El sismo del día 7 de septiembre fue muy fuerte y si, se escuchaba un ruido muy raro en el edificio, llamé a Protección Civil y el día 9 vino una cuadrilla a revisarlo, el ingeniero responsable me comentó: «el edificio está bien, muy fuerte y no hay de qué preocuparse, aguantó este sismo y aguantará otros más, sin que haya daños». Ese mismo ingeniero después del sismo del 19 me decía: “No sé qué pasó, no sé porque el edificio sufrió tanto daño, si lo revisé perfecto y no tuvo nada el día 7″.
Se observa, además, que la gran mayoría de los edificios de vivienda que recibieron algún daño fueron construidos antes de 1985, lo que implica que podrían presentar mayor vulnerabilidad, debido a que las estructuras ya han trabajado en diferentes sismos, aunque no hayan presentado daños a simple vista o estos se clasificaron como daños menores, ya han estado expuestos a las fuerzas sísmicas, y, por lo tanto, liberado gran cantidad de energía.
Esto significa que muchas estructuras podrían tener daño acumulado por sismos anteriores, aunado a otros factores que pueden aumentar su vulnerabilidad sísmica en relación con el comportamiento de los sectores constructivos, de la sociedad civil en general y de los propietarios de los inmuebles. Un vecino de un edificio dañado tras el sismo de 2017 comenta respecto al mantenimiento de su vivienda:
«Tanto como darle mantenimiento no, es más creo que nadie, ni vecinos ni administradores sabíamos nada sobre la estructura del edificio y mucho menos de la cimentación, nunca hubo nada que nos pusiera en alerta, siempre pensamos que estaba fuerte y bien construido… hasta que sucedió el sismo»
Adicionalmente, se observa que no únicamente la magnitud ha sido la diferencia entre estos dos importantes eventos: ambos presentan características diferentes refiriendo, además de la magnitud, a diferentes tipos de falla, ubicación, contenido de frecuencias, entre otras, por lo que todas estas diferencias pueden influir en el tipo de edificios dañados, por ejemplo, edificios con ciertas condiciones, o número de niveles para cada uno.
Es por esto que revisaremos algunas generalidades para ambos terremotos con el fin de entender, en términos sencillos, que un sismo no lo define únicamente su magnitud, hay muchos otros factores que influyen, por ello no se puede asegurar que el comportamiento presentado por un edificio será igual para otro evento (importante recordar, además, que no hay edificios infalibles ante el riesgo sísmico).
Rememorando, así, el primer evento sísmico que dañó gravemente a la ciudad en términos sociales y económicos aconteció la mañana del 19 de septiembre de 1985 a las 7:19:45 (hora local) registrando una magnitud de Mw.8.1. Este evento de subducción se produjo en las costas de Guerrero y Michoacán (a casi 300 km de la Ciudad de México).
Este mecanismo presenta contenidos de bajas frecuencias en el suelo de la Ciudad de México (alrededor de 0.5 Hz), en donde por las diferentes propiedades del suelo de la ZMVM, se produjeron grandes intensidades sísmicas para zonas con periodos de suelo de alrededor de 2 segundos. Como consecuencia de ello, se observó que los mayores daños se registraron en la zona de lago (zona III) así como en edificios de entre 7 y 15 niveles principalmente (Masaki et al., 1996).
Ahondando en los daños al contexto construido en la Ciudad de México derivado de este sismo, la Fundación ICA reportó más de 130 colapsos totales y alrededor de 270 estructuras con daños severos, construidas y diseñadas con la normativa mexicana de 1957 y 1976. Además, se observó que dentro de las características constructivas para estos edificios, se encontraba el uso constante de losas macizas de concreto, y usos diferentes al que en el diseño estaban destinados generando sobrecarga para la estructura, irregularidades en su configuración geométrica, localización en esquina, golpeteo con edificios de colindancia, planta baja débil (se refiere al primer piso formado con marcos y sus niveles subsecuentes con sistemas de muros de carga), e incluso se encontraron modificaciones al sistema estructural (Hernández, 2017).
Cobran importancia los edificios de esquina debido a que, regularmente generan dos fachadas que miran hacia la calle (muchas veces resueltas a base de marcos), y dos fachadas de colindancia (generalmente resueltas con muros). Esta diferencia de rigideces en los dos tipos de fachada genera torsión en la estructura.
Para este evento de 1985, las pérdidas humanas, la población afectada y las pérdidas financieras fueron de alrededor de 10,000 víctimas, más de 2 millones de personas afectadas y más de USA $ 4,100 millones (casi USA $ 9,800 millones actualizados a 2019), respectivamente. (EM-DAT, 2019)
La mañana del 19 de septiembre de 2017, la mayoría de los mexicanos conmemoraron ese evento trágico de 1985, recordando algunos a familiares que perdieron la vida a causa de ese terremoto, sin imaginar que unas horas después, ocurriría un segundo sismo catastrófico para la metrópoli. Una condómina de los edificios dañados mencionó respecto a un simulacro realizado en su unidad: » ¡Jamás en mi vida pensé que 2 horas después viniera el gran sismo que nos dejó sin casa! «.
Casi con 6 horas de diferencia, a las 13:14:40 (hora local) la Tierra nos recordó que las 5 placas tectónicas donde se encuentra ubicado el territorio mexicano, se encuentran en constante interacción. Para este sismo (que registró una magnitud Mw7.1) el mecanismo generador fue de falla normal de profundidad intermedia, ubicado en los límites entre Morelos y Puebla y sacudió el centro del país, incluida la Ciudad de México que se encontró a una distancia aproximada de 120 km del epicentro.
Este tipo de mecanismo, por el contrario del evento de 1985, tiene contenidos de altas frecuencias ―alrededor de 1 Hz― (Jaimes et al., 2015), en periodos más cortos. Entonces, para el tipo de suelo de la Ciudad, se generaron grandes intensidades sísmicas para suelos con periodos de entre 0.7 y 1.5 s. Observando así, que las zonas más dañadas fueron las de transición y lago, principalmente a edificios de entre 4 y 10 niveles (Cruz et al., 2017).
Profundizando un poco más en los daños a los inmuebles se observó el colapso (total o parcial) de 38 edificios en la Ciudad de México, de los cuales más del 70% correspondían al sector de vivienda. Para los edificios que presentaron daños severos, la mayoría de ellos contaban con al menos la suma de 2 irregularidades arquitectónico-estructurales (planta baja débil, irregularidades en planta y alzado, golpeteo, columna corta y localización en esquina), además, se observó que el sistema de entrepiso era a base de losa maciza de concreto en más del 60% de los edificios ―20% más que lo observado respecto al sistema de entrepiso para el sismo de 1985― (Meli y Miranda, 1985). Adicionalmente, alrededor del 90% de los edificios colapsados, se construyeron antes de 1985 (Galvis et al., 2017), lo que implica que ya habían resistido un sismo devastador y que además no contaban con la actualización a la normativa vigente.
Finalmente, para este segundo evento, realizando una compilación en términos de pérdidas humanas, población afectada y pérdidas económicas, se tienen 369 defunciones (228 corresponden a la Ciudad de México), alrededor de 2,500,000 personas afectadas, y US $ 6,000 millones (aproximadamente $ 6,200 millones actualizados a 2019) respectivamente. (EM-DAT, 2019) Adicionalmente, se observa que, dentro de las pérdidas humanas, más del 40% fueron debido al colapso de edificios de vivienda. Aunque es importante también mencionar que en algunas viviendas derrumbadas, no hubo pérdidas humanas. (IIUNAM, 2017)
Es destacable que, durante los 32 años de diferencia entre ambos eventos sísmicos, surgieron actualizaciones importantes al reglamento de construcciones de la Ciudad de México y que éstas funcionaron, esto se observa debido a que de acuerdo con la plataforma “mexicanos contra la corrupción y la impunidad: ¿por qué se cayó mi edificio?”, únicamente un edificio construido con la normativa de este intervalo de tiempo de 32 años colapsó.
Sin embargo, no hay que perder de vista que la filosofía del Reglamento de Construcciones de la Ciudad de México es salvaguardar la vida de los habitantes de los edificios, haciendo permisible cierto nivel de daños en las estructuras, siendo inconcebible su colapso.
Es de vital importancia no olvidar que gran cantidad de edificios de vivienda que en 1985 aparentemente no habían sufrido daños importantes, para el sismo de 2017 fueron demolidos, o bien requirieron proyectos de rehabilitación importantes debido a la suma de algunos factores ya mencionados previamente y a las diferencias aplicables a cada uno de estos eventos.
Hay que tener presente que la ciencia aún no sabe cuándo ni qué características tendrá el próximo sismo en México, en donde de acuerdo con el SSN, durante el año 2019, se registraron 26,443 sismos. Un promedio de 72 sismos por día. Siendo así, claramente, una zona con alto riesgo sísmico por naturaleza.
En esta fecha se hace una conmemoración a las víctimas, a la memoria de quienes perdieron la vida en las labores de búsqueda y rescate, además, se recuerda a los héroes de ambos eventos, y que la sociedad respondió a la emergencia desde diversos sectores, los diferentes contextos desfavorables que se conocieron a nivel nacional, en donde un factor constante pudo haber sido la falta de aplicabilidad estricta de la norma, y a consecuencia de estos actos de corrupción y malas prácticas se han perdido miles de vidas humanas.
Por ello, se propone que además de conmemorar estas dos fechas, con alto nivel de empatía y nostalgia por nuestros conciudadanos, se continúe aprendiendo de ambos eventos, estudiando las diferencias, entendiendo que ningún sismo es igual, por lo que no se deben comparar por su magnitud, y cómo es que cada uno golpeó a la ciudad y al entorno construido; para considerarlos, así, como posibilidades para invertir esfuerzos constructivos y de normativas, y además acercar a la sociedad civil a esta naturaleza, con el fin de que la ciudad cada día sea más resiliente en términos sociales y estructurales, a pesar de localizarse en una zona con alto peligro sísmico.
Vania Itzumi Catalán Pérez
Bibliografía:
- Centre for Research on the Epidemiology of Disasters. EM-DAT The international disaster database [Internet]. Disponible en: https://public.emdat.be/data
- Comisión Nacional de los Derechos Humanos. CNDH, 2018. http://informe.cndh.org.mx/Default.aspx
- Cruz Atienza, Víctor Manuel. Los sismos: una amenaza cotidiana. Ciudad de México: La caja de cerillos ediciones, 2013.
- Fundación̤, I. C. A. (1988). Experiencias derivadas de los sismos de sept. tiembre de 1985. Noriega editores. México
- Galvis, F., Miranda, E., Heresi, P., Dávalos, H., & Silos, J. R. (2017). Preliminary statistics of collapsed buildings in Mexico City in the September 19, 2017 Puebla-Morelos Earthquake. John A. Blume Earthquake Engineering Center and Department of Civil and Environmental Engineering Stanford University, http://learningfromearthquakes. org.
- Hernández Zarco, Miguel Ángel. Revisión de estructuras dañadas en sismos ocurridos en la Ciudad de México a la luz de nuevos conocimientos. Tesis de maestría, Facultad de Ingeniería, unam, 2017.
- inegi. Anuario estadístico y geográfico de la Ciudad de México 2017. http://internet.contenidos.inegi.org.mx/contenidos/Productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/nueva_estruc/anuarios_2017/702825094683.pdf [consultada el 23 de febrero de 2020].
- Instituto de Ingeniería, UNAM, 2017 http://www.iingen.unam.mx/
- Jaimes Téllez, Miguel Ángel, y Eduardo Reinoso Angulo. “Comparación del comportamiento de edificios en el valle de México ante sismos de subducción y de falla normal”, Revista de Ingeniería Sísmica, 75 (2006): 1-22. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=61807501 [consultada el 23 de febrero de 2020].
- Meli Piralla, Roberto. Evaluación de los efectos de los sismos de 1985 en los edificios de la ciudad de México, tres volúmenes y siete anexos. Ciudad de México: Instituto de Ingeniería, unam, 1986.
- Salcido, Iván. El terremoto de 2017. Diecinueve de septiembre negro. México: Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural, Casa de las Campanas Editores, 2018.
- Salcido, Iván. “El terremoto de 1985. Treinta años en nuestra memoria. México: Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural, Casa de las Campanas Editores, 2018.
Semblanza curricular:
Vania Itzumi Catalán Pérez
Arquitecta por la Universidad Nacional Autónoma de México. Directora y fundadora de Catalán Arquitectos. Integrante del Consejo Nacional de Estudiantes de Arquitectura (CONEA MX). Ha colaborado en despachos de arquitectura como DOMA Arquitectura y FJ Arquitectos, en proyecto arquitectónico y supervisión de obra.
Colabora con la Revista Arquine para la realización del Festival de arquitectura y ciudad: Mextrópoli en el enlace universitario e invitados VIP.
Es asistente académica en la Facultad de Arquitectura de la UNAM en las asignaturas de Sistemas Estructurales Básicos I y la asignatura optativa Residencia y Supervisión de Obra.
En el periodo comprendido entre agosto de 2018 y marzo de 2020 realizó una estancia de investigación en el Instituto de Ingeniería de la UNAM como becaria en la investigación sobre los daños acumulados en edificios de vivienda por los sismos de 1985 y 2017. Derivado de esta estancia recibió en noviembre de 2019 el Premio Facultad de Arquitectura a la excelencia del Servicio Social y la Práctica Profesional. Su línea de interés profesional es la gestión de riesgo debido a fenómenos naturales enfocado a la arquitectura.