Por Laura V. Medel[1]
El olor reside la misma esencia del alma, lo impregna todo de una forma pertinaz y tiene la capacidad de abrir las puertas del inconsciente, desde las que se cuelan las escenas más amables y las más dolorosas.
Mercedes Pinto Maldonado
Entre los cinco sentidos que poseemos los seres humanos, a través de los cuales nos relacionamos principalmente con el mundo que nos rodea, encontramos uno de los denominados “sentidos químicos”, quizá el más relegado dentro de un contexto donde lo táctil y lo audiovisual sotierran constantemente su presencia: el sentido del olfato, considerado un sentido que guarda poca o nula relación con la aprehensión intelectiva de la realidad y del mundo. No obstante, el acto de oler es algo que estamos realizando pasivamente, segundo a segundo, a la par que respiramos. En el pasado se ha llevado a cabo la enmienda de intentar incorporar el sentido del olfato a la experiencia estética que implica sentarse frente a la pantalla grande, mediante la dispersión de aromas en las salas de cine con el fin de ambientar la atmósfera. Sin embargo, dicha enmienda fracasó.
Dentro del género documental experimental, Tótem, dirigida por el colectivo artístico Unidad de Montaje Dialéctico (UMD) —también creadores de los cortometrajes Meteor (2022) y Cabo Tuna or the Management of the Sky (2021)—, plasma una sucesión de grabaciones e imágenes fragmentarias, revueltas e inconexas, provenientes de un basto archivo fotográfico facilitado por la Secretaría de Cultura, la INAH y el SINAFO, con las que se forma la unidad visual que es la película; podemos observar, a lo largo de más de sesenta minutos, escenarios diversos correspondientes a distintos puntos de la historia y del territorio mexicano, vislumbrando desde escombros ocasionados por el terremoto ocurrido en el año de 1985, personajes de la política y de la historia mexicana, piezas de arte prehispánico en estancias de museos, hasta múltiples paisajes en los que entre la ciudad, la vegetación o lo desértico, resalta la ausencia de la presencia humana.
A la vez, turnándose, las voces en off de dos mujeres se van manifestando. La de menor intervención en la cinta va narrando la anécdota de una expedición en la que se aventura su persona en su quehacer como arqueóloga con la finalidad de encontrar, por petición especial y según la leyenda, la cabeza Olmeca que, se cree, yace perdida desde hace tiempo bajo las aguas opacas del río Grijalva. Solo cuando esta voz habla se presentan las escenas (correspondientes a dicha expedición) de algunas personas viajando en lancha por aquel río, en el que de pronto parece asomarse desde sus profundidades la silueta nebulosa de un gran rostro petrificado. En la posibilidad de hallar aquel tesoro bajo esas aguas, algunos guardan la esperanza de lograr la restauración del “tótem nacional”; con la entrada del nuevo siglo la “muerte juguetona” ha perdido su vigencia y significado como símbolo de lo colectivo en la sociedad mexicana, un siglo marcado por un crecimiento inusual del fenómeno de la violencia a lo largo del territorio del país. Así pues, la voz predominante a lo largo del metraje, abarca un discurso ensayístico agudo y crítico que se pregona al ritmo de la transición de fragmentos de imágenes, incoherentes entre sí, con las que parece no guardar relación alguna. Esta voz enuncia una de las manifestaciones más particulares de dicho fenómeno: la violencia de la desaparición forzada en el México contemporáneo.
La desaparición forzada como aquello que le acontece a una persona, no por peripecia o voluntad, es un tipo de violencia distinta a la denominada “violencia espectacular”, aquella que tiene como finalidad el ser captada, para generar en su espectador impresión y horror intencional. Desde sus diversas técnicas, la violencia de la desaparición forzada es, al contrario de la espectacular, antiepistemológica, pues oculta activamente la imagen para eclipsarla, pretendiendo así eliminar toda huella y prueba que pueda delatar el hecho del acto violento. La desaparición genera múltiples vacíos, entre ellos, el hueco explicativo. A quienes sufren la ausencia por la desaparición de un ser querido se les niega del saber: qué es lo que ha pasado con aquella persona, el por qué de su desaparición, si vive o muere, y en ambos casos, en dónde está su cuerpo. A quien se le obliga a desaparecer se le excluye de la dualidad vida-muerte, se le despoja del poder sobre su propio cuerpo, marginándole a una existencia indefinida. Un secreto a voces, siempre escalofriante, es claramente audible en el discurso crudo que se encuentra en Tótem: las desapariciones forzadas en México son ejecutadas por grupos criminales privados en colaboración con el Estado en contra del pueblo; se asevera que el origen del fenómeno de la violencia contemporánea radica en el hecho de que ésta es parte esencial de los “procesos de acumulación de capital”, al ser las organizaciones criminales mexicanas una especie de corporaciones multinacionales, movidas no por algún conflicto ideológico, sino por interés puramente económico.
Así como se han desarrollado y perfeccionado las técnicas de desaparición, desde la resistencia colectiva que lucha en contra del borrado, madres y personas “rastreadoras” independientes y organizadas buscan activamente a sus seres amados y han logrado crear, con base en saberes descalificados y no académicos, técnicas de aparición. La esperanza de encontrar a sus desaparecidos con vida, se mezcla con la esperanza de encontrarlos, aunque sea, muertos; se trata de la oportunidad de recuperar los cuerpos, o parte de estos, para por fin poder cerrar no solo el vacío explicativo, sino también los vacíos afectivos y físicos, al otorgar, mediante los rituales fúnebres, el descanso eterno y la reincorporación a la dualidad vida-muerte al desaparecido mismo. Aunque muerto, recupera su calidad de individuo y abandona la de objeto, en la que las corporaciones criminales dentro del proceso de acumulación de capital lo habían encapsulado.
Una de las técnicas de aparición desarrolladas por las rastreadoras es aquella a la que han denominado como “varilla modificada”. Una vez que ellas han analizado la topografía del territorio y sus diversos parajes, se disponen al encuentro de las fosas clandestinas, comúnmente situadas en zonas aisladas y poco transitadas. Estando sobre el suelo de los probables lugares de ocultamiento, entierran la varilla. Una vez que el artefacto ha picado algo, o a frenado en su descenso, lo retiran de la tierra, mientras por fuera hay narices dispuestas a oler la punta que se ha impregnando de todo lo que yace bajo sus pies. El olfato, como cualquier otro sentido, también “puede interpretarse como un modo de conocer la realidad” (Jaén, 2016), pues puede ser usado, contrario a la creencia popular, activamente como cualquier otro sentido.
Retomando nuevamente palabras del filólogo español Fernández Jaén (2016), él afirma que “los olores tienen una gran capacidad de evocación”; donde hay olor hay posibilidad de aparición. En su uso, la punta de la varilla modificada suele impregnarse de esencia de muerte . “En el mundo biológico los olores más útiles para la supervivencia son los olores desagradables” (Jaén, 2022), entre esos olores se encuentra el del hedor a cadáver, de los pocos aromas perdurables y también difíciles de olvidar. Reapropiarse colectivamente de los espacios de desaparición, donde el olor a muerte parece aguardar para ser encontrado, es un modo de supervivencia misma. Lamentablemente, algunas técnicas de desaparición no dejan vestigios. Quizá por ello la cabeza Olmeca no pudo ser encontrada.
En Tótem, el sentido del olfato demanda un lugar en la pantalla desde la ausencia de los aromas mismos. A los desaparecidos hay que enunciarlos, pues se dice que “la desaparición perfecta es sobre la que no se dice nada”. Por otra parte, la sucesión de las diversas imágenes en la cinta sugiere y refiere diversos lugares que pueden ser perfectamente lugares de desaparición, a la par que también puede tratarse de lugares de posibles encuentros.
Para finalizar. Un tótem no puede elegirse arbitrariamente desde la individualidad para la comunidad. La identidad de un pueblo surge de las entrañas de su actividad colectiva. Por otra parte, no es casual que sean voces femeninas las que den proyección auditiva a la esencia del documental. La voz femenina es la voz de la denuncia que se opone activamente al borrado en el México del siglo en curso.
BIBLIOGRAFÍA
Alonso, J. R. (2016, 25 agosto). Cine y olfato – Jot Down Cultural Magazine. Jot Down Cultural Magazine. https://www.jotdown.es/2016/08/cine-y-olfato/
Jaén, J. F. (2016). El olfato como fuente de conocimiento: origen histórico de los usos evidénciales del verbo oler. Onomázein, 33, 16-33. https://doi.org/10.7764/onomazein.33.2
MidboDoc. (2022, 13 octubre). Tótem – 24 MIDBO #EmocióndeloReal [Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=XdEVtUaIHvk
Torres, B. (2022). El olfato, ¿por qué es fundamental para la sobrevivencia? UNAM Global. https://unamglobal.unam.mx/el-olfato-por-que-es-fundamental-para-la-sobrevivencia/
Tótem — Unidad de Montaje Dialéctico. (s. f.). https://u-m-d.net/Totem
[1] Laura V. Medel (Nezahualcóyotl, Edomex, 1992). Microficcionista y ensayista. Estudió Filosofía en la FFyL (UNAM). Actualmente es profesora del taller de Literatura impartido en el Centro Regional de Cultura Casa del Constituyente (Texcoco). Algunos de sus microrrelatos pueden encontrarse en los espacios de: Especulativas; Minificción; Minúscula; Rigor Mortis; Hipérbole Frontera; Amarantine; etc.