Retrato de una mujer en llamas

Creación artística, aspereza y amores secretos

Por Sergio E. Cerecedo

 

Cuando trabajaba en un local de DVD´S especializado en cine de arte, llegaban muchas personas pidiendo recomendaciones sobre películas relacionadas con el arte, muy en concreto con la creación literaria y la pintura. La mayoría de mis recomendaciones solían gustarles pero, por las anécdotas que me contaban al regresar, pude ver dos tipos principales de personas: las que disfrutaban las historias en sí, fuera cual fuera la parte que abarcaran de la vida de los artistas —si la trama se centraba en el oficio o en algún otro aspecto como su vida y amores o algo fuera de lo biográfico—; y las que específicamente querían ver retratado el proceso de creación y la vida y obra del/la artista alrededor de su oficio, lo demás les sabía a poco o de plano lo dejaban de ver.

 

Traigo a colación el comentario porque creo que esta película puede ser disfrutada a partes iguales por muchos tipos de público, si se tienen concesiones a su ritmo lento y de episodios que se sienten contundentemente separados, pero puede llegar a conmover realmente si uno se dedica al arte y ha vivido de cerca los procesos de creación, el aprendizaje, los bloqueos, las críticas y autocríticas, la insatisfacción que viene con esto y sobre todo, la inspiración y la plasmación del lugar y el momento desde el punto de vista del creador. Además de esto la directora Céline Sciamma se anima en su quinto largometraje a dar un salto por primera vez a una historia de época, subgénero al que aporta las inquietudes habituales de su cine con buenos resultados.

 

De esta manera, la pintora Marianne llega a una casa aristocrática a retratar a Helóise, una mujer joven, como se acostumbraba antes de un matrimonio. Por cuestión del temperamento y rechazo personal a esa unión arreglada, el pintor anterior comisionado no logró que ella posara, por lo que Marianne tendrá que convivir con la joven y observarla para realizar el retrato, conociéndola profundamente, sobre todo a raíz del viaje que la madre hace. En su ausencia, se dan la oportunidad de pasear e inclusive asistir a una reunión en una fogata en un momento clave para el descubrimiento de ambos personajes.

 

Durante esta convivencia, Marianne puede observar, intuir y averiguar algunos aspectos de las inquietudes de Helóise por los cuales nunca nadie había preguntado, y encontrar en esa rebeldía y aislamiento social un espejo de sí misma, pasando por numerosos momentos íntimos e importantes que le llevarán a una de las temporadas más prolíficas para su producción pictórica, donde cada momento que vive en la casa y fuera de ella le inspira para bocetar y crear un nuevo cuadro, más felices para su persona, pero a su vez más amargas por el secretismo que no permite que estos momentos duren mucho tiempo.

 

Más que con elegancia, Céline Sciamma lleva la puesta en escena con una contención que por momentos recuerda al pulso narrativo de “Deseando amar”, pero con una estructura menos repetitiva y sin floritura visual, y más en ambientes áridos y sin detalles. Al igual que en la obra de Wong Kar Wai, por momentos los colores contribuyen a aumentar la tensión sexual y situacional, aunque a su manera, el film mantiene una distancia en tono que rehúye a la sensiblería fácil. Su manera de llevar a personajes poco expresivos y reprimido en emociones recuerda también a las ficciones de época creadas por Jane Campion (“El Piano”, “Retrato de una dama”).

 

Durante el metraje es fácil sentir a la película áspera, difícil de llevar con la existencia de los personajes, pero lo cierto es que el concepto de “Alto contraste” está presente en la propuesta de dirección a cada momento desde la diferencia entre secuencias hasta los cambios bruscos pero controlados dados en la mezcla de sonido, da la impresión de brincar de secuencias con mínimos sonidos más allá de los diálogos a otras donde la envolvente sonora es casi sobreestimulante. El cambio sonoro entre escena y escena no es gradual, sino abrupto, cuestión de gustos, pero si uno se permite adentrarse, se hace más disfrutable que molesto.

 

El silencio domina los interiores; la fuerza de los ambientes (La playa, la fogata), los exteriores, la música es un elemento usado en momentos muy contados, pero cuando está presente, funciona como un detonante de momentos; si la pintura es el arte que está presente en la vida y acciones de las protagonistas, la música tanto como elemento narrativo como tema en sus conversaciones y elemento diegético en sus vidas funciona como un gusto para Marianne y un descubrimiento para Helóise.

 

Céline Sciamma (2019)

Fijándose en el apartado de la imagen, la propuesta de fotografía se destaca por una Iluminación en clave alta, inclusive en las tomas oscuras, Claire Mathon opta por tener siempre los rostros y cuerpos bien definidos y se nota el afán de reproducción de cuadros pictóricos, algo que puede parecer forzado a algunos ojos, pero que es una huella de autor pertinente para una película en la meticulosidad del quehacer artístico, es base en la personalidad de quienes habitan esta narración.

 

La dirección de actrices —los hombres aparecen muy poco a cuadro— es otro punto fuerte, ya que, aunque también los personajes están contagiados de esta aspereza de la vida aristocrática, nos brindan matices, miradas y rostros que realmente transmiten esa unión y descubrimiento durante unas semanas efímeras que marcarán sus vidas, un gran conjunto en el que están presentes las sonrisas de Adele Haenel (actriz habitual de Sciamma), que brinda una faceta menos juvenil que en sus otras películas con la directora, dando una de sus mejores actuaciones como la joven Helóise; así como Noémi Merlant como la joven pintora, mención también merecen Luana Bajrami como su sirviente adolescente que funciona como apoyo, contrapeso y con quien la pareja protagonista siente una complicidad fuerte a pesar de la marcada distancia que se establece. Además de las breves apariciones de Valeria Golino como la rígida madre de Héloise.

 

Con su quinto esfuerzo como directora, Céline Sciamma continúa explorando los temas de las relaciones sexoafectivas entre mujeres y el universo femenino en general, aunado al rito de paso a la vida adulta y las responsabilidades forzadas por las condiciones sociales de los seres humanos, siendo “Tomboy” (2011) su trabajo que más se le asimila en estructura, incrementando a su vez el espectro de películas recientes de época que se centran más en temas de interés contemporáneo desde una perspectiva con rigor histórico (“La favorita”) que en los oropeles del diseño de producción y los romances clichés que se han explotado hasta el cansancio. Una opción que no es para todos los públicos, pero que inclusive entre los escépticos del género y temática merece una oportunidad por el esmero milimétrico en el detalle para contar su historia. No se ve todos los días.

 

 

 

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