Por Miguel Ángel Jiménez González[1]
“Hay un problema endémico que subyace detrás
de todos los problemas y es de consciencia”
En los días de confinamiento por el COVID19 acá en Alvarado, Ver., vi en Netflix el documental “Yo Soy” realizado en el 2010 por el director Tom Shadyac, el cual me gustó mucho y lo recomiendo. Es una reflexión profunda de su realizador, quien durante su recuperación tras un accidente, duda de lo que venía haciendo e intuye que algo se oculta detrás de lo que vemos, descubriendo así que vivimos una mentira y una gran locura con el capitalismo[2]. Así, desde la cima en que se encuentra (siendo director de cine de Hollywood y habiendo logrado una forma de vida exitosa de acuerdo al establishment), renuncia a todo y cambia de perspectiva en su vida. Insatisfecho por lo que venía haciendo, llega a la conclusión de que más que ayudar al mundo, estaba contribuyendo a su destrucción. En esa decisión y con una vocecita en su interior que dice “… estás loco, ¿Cómo renuncias a lo que quizás muchos aspiran?…” concluye con la respuesta de uno de sus entrevistados: “Dios dice Yo no tengo a nadie excepto a ti”.
Convencido de la nueva perspectiva que asume, Shadyac se pregunta: i) ¿Qué está mal en el mundo? y ii) ¿Qué podemos hacer al respecto? Así, comienza un viaje de entrevistas a algunas de las mentes más brillantes de nuestro tiempo: Noam Chomsky, Thom Hartmann, Howard Zinn, Lynne Mc Taggert, entre otros. Tiene claro que la pobreza no es el problema fundamental en el mundo, sino que hay un problema endémico que subyace detrás de todos los problemas. Y es que vemos a la sociedad como máquina y desde la ciencia occidental que ha inculcado que lo que no es medido, tocado o manipulado no es real, vivimos en una permanente contradicción, es decir, estamos en sociedad y a su vez separados, individualismo puro retroalimentado por una visión empresarial basada en la competencia y la escasez, y por un sistema educativo que nos induce a competir y ser el “número uno”; poco importa si despreciamos, humillamos o abusamos del otro, cuando al final el hilo conductor es la ilusión de que riqueza y felicidad son sinónimos, por tanto, si queremos ser felices debemos tener y consumir muchas cosas, la apatía política poco importa, lo que importa es que seamos consumidores activos.
El autor del documental cuestiona su vida, se da cuenta que no es feliz y contrario a los cánones que marca el establishment y a lo que culturalmente se nos enseña, renuncia a lo logrado y a la forma de vida que llevaba. Hace suya la idea de uno de sus entrevistados, Thom Hartmann, quien explica que nuestra relación con las cosas se basa en una verdad y una mentira. La verdad es que si no tenemos nada y se nos ofrece comida, techo y cama, etc., sencillas y pequeñas cosas para subsistir y que hacen la diferencia con la situación anterior, eso nos da felicidad; la mentira está en que erróneamente pensamos que si multiplicamos esas condiciones de bienestar por 10, 100 o 1000 seremos felices en igual número de veces. Esta creencia se retroalimenta a su vez por la avaricia y el fetiche del dinero, al grado de que construimos un artefacto llamado “Economía” al que damos la máxima importancia y vamos por la vida acumulando todo lo que podemos, valorando la competencia por encima de la cooperación y en una dinámica de distanciamiento cada vez mayor hacia otros seres humanos u otras especies.
Todo esto es indicativo de que vivimos un estado de enfermedad mental, lleno de contradicciones donde vemos normal el que acudamos unos minutos a la semana a un templo con un cierto comportamiento y, por otro lado, el resto del tiempo actuemos justo al contrario. Y donde se piensa que es utópico e irreal que nos logremos vivir realmente como comunidad, donde el amor y la cooperación permeen todos los aspectos de la vida.
Hoy día, la ciencia describe algo tan complejo como la acción a distancia, particularmente la física cuántica con el “Entrelazamiento Cuántico”. Podemos con este concepto empezar a comprender que somos parte de un cuerpo de energía universal y que no estamos ni separados ni solos, sino que todo se interconecta con todo. Una narrativa antigua que ahora, en complicidad con la ciencia, nos permite entender que lo que hagamos individualmente afecta el entorno, poniendo por tierra la visión egoísta del individualismo.
A partir de esa combinación entre ciencia y misticismo, Tom Shadyac nos sugiere que cambiemos de perspectiva, lanza una invitación a experimentar felicidad con el sólo hecho de ayudar a los demás y a que con amor detengamos la locura en que nos encontramos, única vía para cambiar el mundo con pequeños cambios que nos lleven a grandes cambios. Como dice la metáfora “Sólo hay una forma de comer un elefante… un bocado a vez” uno a uno hasta lograr una masa crítica donde medie el interés de la mayoría y reconozca que el problema “Soy Yo”
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Economista egresado de la UNAM, diplomado del ITAM y escritor independiente que ha colaborado para diversas revistas culturales. ↑
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Las cursivas son mías. ↑
Magnífico documental que revela las grandes contradicciones que aquejan a la humanidad en este pequeño planeta!