Cryptozoo: La otredad no tan fantástica  

Por Sergio E. Cerecedo

 

Aunque las antes llamadas “caricaturas” siguen produciéndose y siendo un producto rentable, las propuestas animadas con contenido más adulto han ganado un terreno en la memoria colectiva en los últimos años. Aunque es cierto que en los canales de televisión como Nickelodeon, Fox Kids o en la misma programación de MTV se colaban series como “La vida moderna de Rocko”, plenas de albures, referencias sexuales y cosas de la vida laboral que los espectadores promedio (niños y adolescentes) difícilmente podían entender, eran ejemplos aislados. No obstante, ahora nos llegan más seguido propuestas distintas que pueden ser desde algo irreverente como Bojack Horseman a cosas más abstractas como Midnight Gospel, en éste segundo renglón es donde esta singular propuesta se ubica.

 

El criptozoológico del título es un proyecto con corazón logrado a medias donde una mujer motivada por sus sentimientos personales hacia estas criaturas mitológicas (Críptidos) logra respaldar una iniciativa muy similar a la de los animales en peligro de extinción, no es casualidad que la cinta se desarrolle en los tiempos de la guerra de Vietnam, mucho de la ideología hippie se encuentra en la pareja de la secuencia inicial, donde ellos acampan cerca de la cerca de dicho lugar, así también desde esa secuencia podemos ver el tema constante: la sensación de extrañeza por parte del ser humano hacia lo desconocido que por igual le inspira fascinación y exotismo que miedo y odio ante ignorar el correcto cuidado de esas formas de vida, algunas de raciocinio humano y otras más cercanas a lo animal.

 

Ese es el dilema que Lauren, una de las activistas que se dedica a salvar críptidos del mercado negro y su explotación —con una evidente similitud con el tráfico de especies en peligro de extinción—, tiene como personaje principal y que irremediablemente desembocará en algo trágico y extraño, si un zoológico con fines comerciales es el lugar adecuado para la preservación de estas especies, si lleva a la aceptación de su existencia, pero con una ridiculización de por medio que le otorga el carácter circense de estos lugares al exponer a seres que tienen desde la cara en el vientre, alas o son reptiles gigantes. La acción de la película se detona cuando se está buscando un Baku (Criatura devoradora de pesadillas similar a un elefante), lo que desata una búsqueda por parte del ejército con un general bastante déspota a la cabeza.

 

La cinta se encuadra en los 60´s con la guerra de Vietnam transcurriendo y los militares estadounidenses ideando cómo ganarla. Un detalle que contribuye al ritmo es la imagen compenetrada con las transiciones, con unos trazos similares a los de los dibujos en acuarela, similar a la coloración de los libros de Maurice Sendak (“Where the wild things are”) pero con un discurso mucho más adultamente manifiesto que si bien no pretende ser transgresor a base de sarcasmo, groserías o humor negro, usa el realismo verbal y la crudeza como un recurso expresivo que nos hace ver el horror del rechazo hacia lo diferente y del deseo del uso de sus capacidades especiales como armas de destrucción masiva.

 

Si acaso se pudiera hacer una crítica sobre sus aspectos mejorables, podemos decir que la historia es plana, que va de A a B demasiado rápido pudiendo profundizar más en estas rencillas sociales, que pese a tener matices como la nacionalidad, la intervención militar e inclusive el sexo de los críptidos, también se entiende que tiene éste “activismo de mensaje” que a muchos les puede parecer literal, moralino y un tanto inocente en cierta manera, pero no por eso menos realista y, por supuesto, vinculable explícitamente a la actualidad nunca caduca de las intervenciones armamentísticas del ejército de los Estados Unidos en otros países y de sus formas nada éticas de borrar al enemigo del camino, no obstante, la caracterización de los villanos también es algo plana, generando poco interés en esos personajes.

 

Dash Shaw (2021)

La película entera, tanto en su concepción estética como en su narrativa, tiene una cosmovisión y propuesta sonora tomada del rock progresivo de las portadas de álbumes de Camel y otras bandas similares, los colores encendidos y translúcidos así como la técnica de sobreposición de capas de ilustración con material de stock, los degradados naturales que emulan el prismacolor le dan un plus a la película y recuerdan un poco a lo hecho tanto por René Laloux (El planeta fantástico) como por el estudio Rankin/Bass  (El último unicornio, las versiones ochenteras animadas del Hobbit y el Señor de los anillos).

 

Los personajes secundarios están hechos con bastante carisma, el personaje de la gorgona en especial con bastante entereza. El doblaje, la sonorización y los efectos forman una parte envolvente que nos hace sentir momentos como los enfrentamientos con los militares como algo tangible, también ciertamente grotescos en algunos momentos y, sobre todo, la parte auditiva nos genera ese tono reflexivo y fantástico por el que hay que dejarse llevar

 

En las charlas ofrecidas dentro del contexto de la exhibición de la película en el FICUNAM, un@ de sus director@s declaró su admiración por Winsor McCay (Little Nemo in Slumberland), pionero de la ilustración de textos y de los primeros profesionales en incorporar color a las historietas, y aunque sus temas eran más infantiles, en el desarrollo técnico de la película es palpable ese afán artesanal por lo imperfecto emanado de las carencias técnicas antes de la época digital, lo que deviene en una película visceral y comprometida con sus ideas que puede sentirse un poco pesada por el afán aleccionador cayendo un poco en el exceso, pero que es suficiente para que podamos seguir disfrutando la historia por sí misma.

 

 

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