Chasing Amy – Esto no es una película de identidad de género

Por Sergio E. Cerecedo

 

Los días que corren son muy diferentes a los de los años noventa, el estado de constante queja se ha vuelto poco evitable pues te persigue vía celular, el cine independiente se libró de la mala calidad del VHS para acceder mínimo al FULL HD y abrir caminos para nuevos talentos, y las luchas sociales por la equidad entre hombres, mujeres y comunidad LGBT diariamente emprenden un nuevo capítulo rodeado tanto de apertura como de cerrazón radical. Mucho de ello ha traspasado también al cine de estas contraculturas, que muchas veces se aleja de la libertad de expresión para cumplir con productos comerciales medianos que a veces no representan a ninguna comunidad.

 

Esto no le tocó a Kevin Smith, un joven gringo devorador de cultura pop que encontró un libro de cómo usar el presupuesto a precios de carros usados y se aventó a grabar de noche “Clerks” , su ópera prima en la tienda de abarrotes que atendía. Recomiendo ampliamente leer el estudio en tres partes que Rodrigo Vidal Tamayo le dedicó hace algunos años a su trayectoria fílmica. Un personaje muy típico que aquí plasma un relato sobre lo marginal y lo rechazado, y que —como comentaba en una plática con el antes citado Vidal Tamayo— fue muy intrépido a la hora de hablar de diversidad sexual en una comunidad tan cerrada y tan moldeada a las reglas masculinas como lo es el mundo de los comics.

 

Holden y Banky son amigos de la vida, del barrio, uno tranquilo e introspectivo y el otro sumamente irascible y que le importa poco qué piensen los demás; comparten un departamento en otra ciudad y la creación de una serie de cómics: “Bluntman & Chronic”. Su vida transcurre entre comida chatarra, charlas sobre los amigos de la escuela y culturar pop. Un día, en una convención , Hooper X, otro autor de cómics, activista negro y abiertamente gay, les presenta a Alyssa, otra colega que dibuja y escribe sobre temas feministas. Banky se siente continuamente incómodo en sus pláticas, pero Holden tiene inmediata atracción por ella e insiste en sentir una conexión. Finalmente un día que salen juntos, estas ilusiones se ven destrozadas al descubrir de una forma cruelmente graciosa para el espectador que Alyssa es lesbiana y lleva una manera de vivir que el protagonista desconoce.

 

Aun así, y pese a las burlas y desánimo de su amigo y roomie, sus sentimientos no parecen ceder y él continúa acercándose a una persona que parece ser diferente a lo que conoce y con quien se siente feliz de intercambiar opiniones aunque en ocasiones se halle totalmente contrariado y sin argumentos, lo que se puede ver en una secuencia de antología donde conversan en los columpios de un parque. Ahí Alyssa rompe con sus palabras las ideas de Holden sobre la virginidad, el placer femenino y la penetración como única vía de placer, revelándose como una persona irreverente y de ideas fuertes, así como cándida y tierna. Este lazo de afecto y de mutuo aprendizaje pronto se verá trastocado por —otra vez— estructuras sociales rígidas que, al contrario que en las películas de género, no vienen ni de la religión ni de viejitos conservadores, sino a veces desde dentro de sí mismo o de quien menos se espera.

 

Kevin Smith, 1997

Hablando a nivel de la estructura narrativa, podemos decir que el primer tercio de la película integra un universo clásicamente masculino occidental y que puede ahuyentar a las espectadoras femeninas que odian las comedias de la época (American Pie etc): Chistes sexuales, fanfarronería, gusto por el pleito —Principalmente en el personaje de Banky—, pero es decisión del director después de la mitad del filme girar totalmente hacia el drama humano, en el que la diversidad así como el pasado sexual y sentimental, ya pasando por alto los tabúes, se vuelven un problema más de la relación como lo pueden ser los malos hábitos del otro, la relación con su familia, los celos y cualquier otra traba que hay a la hora de demostrar nuestro amor y sentimientos, algo que a todos nos cuesta trabajo. Problemas que van más allá de con qué genitales se nace, más bien se enfoca en las ideas con las que se crece y se vuelven rígidas e inquebrantables en nuestra mente

 

Técnicamente hablando, todos los elementos cinematográficos son manipulados al mínimo, una iluminación y fotografía en locaciones reales. La dirección de arte se nota solo en la convención de cómic y el departamento de los dos dibujantes. Sin florituras visuales y unos actores semidesconocidos para entonces, pero que aquí se sienten naturales y cotidianos; a Ben Affleck le sientan bien los roles honestos en los que se quita la galanura impostada, lo mismo a Jason Lee cuyas payasadas en otros roles llegan a aburrir pero aquí es el justo contrapeso al que no le importa cargar con complejos y prejuicios pero que acaba perdiendo más que ganando, agregando un par de secundarios que te matan de risa, entre ellas los personajes recurrentes de Jay y Silent Bob, que aquí brindan una de las conversaciones más lúcidas de la carrera de Kevin Smith. La joya de la corona, una Joy Lauren Adams que nunca volvería a brillar como aquí, su voz chillona, sus ademanes espontáneos, la honestidad con que recita sus diálogos y la fuerza de su mirada son imprescindibles para que la película funcione.

 

El soundtrack está integrado por canciones de los ritmos que estaban de moda, la mayoría de ska punk como The Mighty Mighty Bosstones. La secuencia de la convivencia  paulatina entre Alyssa y Holden es montada sobre los acordes de  “Jump Start” de The Hang Ups. David Pirner, líder de la banda Soul Asylum, compuso el score de la película y también incluyó un par de tracks del grupo, entre ellas, la dolorosísima “We 3”, con un significado añadido en la secuencia en la que aparece, el complemento perfecto para una película que, aunque es un retrato de los 90´s y no se podría haber concebido en otra época, trasciende más allá de su tiempo por esa conexión tan humana a pesar de la rapidez con la que es resuelto su tramo final y que deja una sensación de incompletitud, quizás también producto de la misma trama.

 

Insisto, Chasing Amy no es una película de identidad de género, es sobre la identidad humana a través de lo que vive y siente, sobre personas que quieren ser ellos mismos y se encuentran tope con pared con su cultura —o contracultura—, con sus contradicciones ideológicas, que les hacen lo que son, pero al mismo tiempo no les dejan consumar sus pasiones y amor o les reprimen dentro de sus mismas afecciones. Alguna vez platicaba con un amigo que las películas LGBT deberían tener un arrojo y honestidad de explorar esta realidad buscando la igualdad de condiciones, fuera de la estereotipación o victimización en la que suelen caer algunas tramas o algunas alegorías redundantes y progresismo light y que también, gracias a esos rayos de razón humana que se cuelan entre las nube de vez en cuando. parecen empezar a disminuir para poder expresarnos con más honestidad, a ver si así dejamos de “sacarle” a demostrar el amor que sentimos.

 

 

 

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