Miguel V. González | Poemas

Miguel V. González (Ciudad de México, 1994). Egresado de la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas de la FES Acatlán de la UNAM. Ha publicado en Punto en Línea UNAM y Revista Enchiridion de la Facultad de Filosofía, Universidad Autónoma de Querétaro. Autor de La matriz que nos mantiene dormidos (Super Ediciones Prisma, 2019). Becario del Festival Cultural Interfaz ISSSTE Cultura “Los signos en rotación” 2018 en la categoría Poesía.

 

Otro poema de explosiones

Ada Lovelace programó mi corazón

para que mis lágrimas tuvieran forma de ecuaciones.

Mi tristeza es un código binario.

Mi dolor, una planta que crece dentro de un software.

Sus raíces destrozaron el organismo de metal

y me dejaron ver el brillo de la naturaleza.

Pienso que me gustaría estar programado no con números

sino con el lenguaje de las estrellas.

De repente explotar.

Vivir en la memoria de un perro que mira el espacio con el estómago vacío.Leer más

El horóscopo de Julio Macott

 

Libra

El ingenio y la fuerza creciente te habitan: están en lo que dices, en lo que has visto antes, en la noche que te cubre y el día que te amanece. ¿Pero cómo atender su llamado, cómo escribirlo o cantarlo? Fíjate ya no en el entorno, que ya lo has interiorizado, sino en los ojos que te miran habitarlo.

Escorpio

Volver a tu lecho es volver hecho otro –hecho nuevo y, también, hecho una y otra vez, el mismo de siempre, amplio y acumulado–. Es desembarcar dormido, descansado en la certeza del retorno. Y aun en el dulce sueño, es llegar alborotado por volver, volver, volver.

Sagitario

Ya te han dicho de todas las formas que se acaba el mundo que conoces. Lo ves en la televisión, lo confirmas en los gobernantes, te lo recuerdan una niña y su voz. Quisieras no aferrarte a un imposible, pero, ¿hay algo más a lo que aferrarse?Leer más

El color de la justicia

Por José Corona Padilla 

 

Llamaba injusta a la vida cuando los planes que había pensado se derrumbaban, con ellos llegaban las frustraciones y otros problemas de inseguridad que detuvieron mi crecimiento por un tiempo. Eso pensaba mientras caminaba hacia Xo’iep, una comunidad perteneciente al municipio de Chenalhó. Era nuestra cuarta concentración en el proyecto educativo de Las Abejas de Acteal, ubicado en Yabteclum. Las clases seguían, pero tuvimos que salir temprano para llegar a la casa de Juan, por necesidades de apoyo fisiológico a una niña.

Andábamos por un camino de terracería, mientras mi amigo me contaba el motivo de la urgencia: íbamos a conseguir dinero a su casa, para comprar medicina en San Leer más

La vida desolada de las ciudades sin almas callejeras

Por Gabriel velázquez Quintero 

En el ocaso de una tarde de marzo, mi esposa fue recluida en el hospital que está frente a nuestro hogar. Las noticias circulaban y me decían que, en algunas semanas, volvería. Mientras, me gustaba pensar que en una de las ventanas podría verla sonreírme. Así que le serví su taza de atol, y me senté a ver todas las ventanas. Fue mi primera tarde sin ella.

No me gustaría culparnos de lo que hoy nos tiene separados. Realmente fue descuido nuestro, y del tiempo que llevamos vivos, claramente. Los setenta años que cargamos en nuestros hombros son obviamente culpables de lo débiles que nos volvemos. A cierta edad queremos demostrar que seguimos valiendo algo, que no somos un mueble más en la casa de la familia. Pero esta vez no fue el caso.

No teníamos nada que demostrar, no salimos a la calle para manifestar nuestra fuerza.Leer más

La Amélie colombiana

Por Shara Bueno[1]

El 24 de septiembre de 1997, a las doce horas con treinta y siete minutos y dieciséis segundos, el señor de la chaza de dulces de alguna plaza principal de Latinoamérica, escucha el boletín radial de noticias donde comentan que los mafiosos colombianos andan pagando 50 dólares a quien proteste contra la extradición con carteles frente al Senado, en Bogotá. En ese mismo instante Andrea Echeverri piensa cómo será el lanzamiento del Álbum Tributo, por allá en las Yunaites el próximo mes, mientras almuerza ajiaco preparado por su mamá y, con destreza, agarra la mazorca con los dedos, como lo aprendió en su niñez. En ese mismísimo instante un politiquero con pinta de hacendado ordinario, llena de semen el útero de Carmen Galindo, bella muchacha con la secundaria sin terminar, madre soltera y mesera en una cafetería del centro de Armenia.Leer más

Alejandra de la Peña | Poemas

Alejandra de la Peña reside y trabaja en la Ciudad de México. Es estudiante de licenciatura en literatura latinoamericana en la universidad Iberoamericana.Trabaja con fotografía digital y análoga así como con la poesía como medio para capturar la fugacidad de los fragmentos de la vida cotidiana. Su intención es dejar al espectador/lector con una sensación de que lo retratado tenía una vida antes de ser capturado y tendrá una vida después de serlo. 

 

Caminata

caminata con las vísceras expuestas

                         cuerpo-palabra-objeto-máquina

                                                       la piel se ha replegado sobre sí misma

                                                                         ahora en el interior

                                                                         los poros cerrados

                                                                             imposibilidad de compenetración

                                                                                                                      del mundo

                                                                         automática-asintomática

                                                                        me desangro hacia dentro

                                                                              por falta de exterior

                                                                                     en el centro

 

Cuerpo

cuerpo

letra que desborda en

                                                         vacío

vacío magnético

que atrapa la mirada

en forma de mantra

cuerpo y cuerpo al

vacío

vacío autogenerativo

cuerpo de vacío autoengendrado

 

Ectoplasma embrionario

lo siento ahí

en la flema

(en la forma?)

en la tos

una e que fluye en la escritura

una e que no sale de la garganta

hospedada en el espacio

aire

sal

no te aferres

mis pulmones no son para tí

         son para el gas efímero

enorme

eterno

son para exhalar ectoplasma embrionario

 

Michelle Fajardo | Poemas

Michelle Fajardo (Ciudad de México, 1993). Estudiante de Creación Literaria en la UACM SL. De vez en cuando escribe poemas que le gustan. 

Poemario 25

Manzanas

Soy la cara de mi abuela,

con sus ojos grandes y despiertos,

búhos en la noche

con plumas de pestañas.

Soy sus manos heladas y risueñas,

grandes como su fuerza

cuando sostuvo a sus hijos sola.

Dicen que soy el carácter

de una mujer que dirigía una fábricaLeer más

Lucía Ramsay | Poemas

 

Lucía Ramsay (Argentina, 43 años y Profesora en Letras). Exploro, leo y escribo poesía con afán de búsqueda de vaya a saber qué cosa. No creo en los claros linajes, pero me convoca la poesía de Pizarnik, Idea Vilariño, Alfonsina Storni y, últimamente, Sharon Olds. Solo he compartido mis escritos en redes sociales y adopté mi seudónimo como tributo a Virginia Woolf.

 

I

He escrito palabras-piedra,

palabras-zapato, palabras-tiempo

palabras-sueño.

He escrito palabras para regar el jardín,

para morder la arena, para conjurar el vértigo

He escrito palabras-mano,

palabras-lienzo, palabras-pecho.

He intentado forjar palabras

que querían ser palabras

del mundo y del viento.

Y sin embargo,

no doy con el tono exacto

para gritar desde los rincones

este parirme célula a célula

en cada atajo trampeado a la penumbra.

 

 

II

Ya te expliqué:

no soy la mujer blanda de tus sueños.

Mis manos han sido cocidas en el horno de los silencios;

la arcilla de mis pies, tambaleantes todavía,

se deshace líquida en un deambular eterno.

A veces mis palabras son agrias al verso,

al hilo que teje, al sol de los inviernos.

Mi corazón es agreste como el retortuño,

y un niño dócil a las voces del desierto.

Ríos espesos vierten mis venas,

de la tierra mamó duras piedras mi boca.

No me busques en el agua clara.

No me encontrás en el frescor

de los helechos.

Tu patio es grato y calmo,

tu canto líquido sosiega al viento.

Soles extraños habitan mi horizonte y el tuyo.

No te olvides: la roca siempre

desbarranca ciega de la montaña

y no sabe de mediodías

ni rosados atardeceres.

Pero sí, es verdad, lo sé,

nada puede evitar que al final

con el paso del tiempo se desgrane.

 

 

III

Y entonces fue al parir,

en el encuentro con el llanto

que no era el mío,

que dejé de alimentar a los cuervos;

que el retumbar de las sombras

fue acallado por el gemido suplicante

de leche tibia.

Pero un día sin anunciarse

volvieron a convocarme

las voces del desierto.

Y salí a recorrer descalza

la tierra pedregosa

con las espinas de los cardos

lacerándome los pies.

Cargué mi orfandad y mis criaturas a cuestas

y volví a llorar mares de arena.

Pronuncié las plegarias que nadie oyó

y con el pecho hundido

partí tras horizonte incierto.

En el frío de la noche

mi piel se convirtió en

abrigo de otra piel

en la ausencia de estrellas.

Mis manos acogieron la vida

en otras manos

y en el calor con calor

del cuerpo a cuerpo

fuimos echando camino

rompiendo la tiniebla

a manotazo limpio.

Recogí uno por uno los frutos para el alimento,

inventé las mil recetas del olvido.

Y en la mesa de la casa pobre

serví la sopa caliente y la fruta fresca.

Al anochecer arropé a los niños,

los arrullé con cantos serenos

y en el desvelo del paso de las cosas

me abracé a la espera frágil

de un nuevo aclarecer.

 

 

IV

Como la niña, que obediente

avanza a paso firme para recibir

la unción bautismal,

esperé inquieta a que

pronunciaras mi nombre

en el instante epifánico

de erupción de los cuerpos.

Y muda quedé después,

y en mis oídos retumbando,

el eco lapidario del silencio.

 

Masiel Corona | Poemas

Masiel Monserrat Corona Santos, poeta mexicoamericana, líder comunitaria y fundadora de Cantera Fanzine Cultural, El escritorio Colectivo (Centro Cultural de México). Obtuvo su M.A. en Literatura Hispánica, Lingüística y Civilización (Universidad Estatal de California, San Bernardino). Obtuvo su Lic. En Literatura Hispánica y Cultura y se especializó en Estudios Chicanos y Latinos (Universidad de California, Irvine). Ha publicado en el Literary Journal Voices del Departamento de Lenguas y Literaturas de CSUSB (2019, 2020), Círculo literario de mujeres y participó en el Festival Internacional de Comala. 

 

Las brujas

We are the witches, las brujas from el new

Anahuac; sisters of Malinaxóchitl,

borned mexican, but possed by

a califas chicana soul.  

 

We ramble between borders,

like mujeres de barro tempered

by fire: WE never break.Leer más

Matilde Valenzuela | Poemas

María Matilde Valenzuela (Córdoba, Argentina) Es docente y abogada. Le encantan la poesía, la música y la palabra. Está empezando a escribir… lo hacía cuando era más joven; pero no creía mucho en lo que le iba saliendo. Vuelve a darle una oportunidad. 

 

 

Mensaje 

Arrullo en el oído

                        esa costumbre tuya de hacerte pájaro

pluma y canto

y sos pájaro

espejito redondo y fijo que mira

 y sos pájaro

la palabra gris o azul bajo las alas

tímida y brilllante moneda escondida

 

vení

         y decime quién sos

                          o quién soy

parado en esa nota amarilla que te tiñe el pico y las patas

dejas caer la suerte

o la moneda

o el espejo redondo y fijo que mira

lento y suave como una pena. 

 

Yo contemplo 

Y camino el puño cerrado del deseo

                                        otra vez …

                                         con los pantalones puestos en la cobardía  

                                         escucho la dulzura de mi nombre entre los árboles

 

esa costumbre tuya de hacerte pájaro

 vieja y tramposa costumbre la tuya 

llenarme de viento la memoria

anidarte en el pecho

 y enseñarme a cantar….

 

 

 

El patio

Si vas a preguntarme 

por la mancha en el piso

 Contestará como siempre

 este cansancio enroscado de gato

 que me humedece los ojos

Ya sabés…

 Me alcanzan dos aleteos y una huida

                         las hojas frescas del trébol

                         y la risa de niño pequeño del sol

para entender la raíz profunda de esta madre que me habita.

 

 

Cuarenta 

Entró por la puerta. 

 

El miedo ocupa los mejores lugares de la mesa

elige con ojos de gato los zapatos

para desfilar en los pasillos

Y entró por la puerta

siempre por la puerta

que nunca tiene llave; olvido cerrarla

olvido que el cerrojo tiene nombre de hombre pero formas femeninas

la cerradura por donde podría mirar primero

pero no. No mira….

avanza impetuoso y decidido abre

Así es el miedo.

El general que no pregunta

Y así… 

Desde el mejor lugar de la mesa…

Con ojos de zapato y mirada de gato

Cerró la puerta de mi casa

La cerradura. Ya no hay afuera

Hay pasillos con silencios profundos que saben cantar

Y yo…

Que soy esos pasillos

y esas paredes 

 que soy la cerradura

y esta palabra que insulta 

que niega, desmiente

que ladra y que muerde

 sé…

que si abandono este poema

 

 puedo abrir la puerta para ir a jugar.