Sol Cóccaro | Poemas

Sol Cóccaro. Comunicadora social. Viajera. Escritora. Co-creadora de Incógnita ediciones y Librería Andante. Amante de las letras en todas sus formas. Nómade en su esencia. Hogareña que ama habitar el monte. Siempre siendo y haciendo a favor de la vida y la naturaleza.

 

Verano

Recojo corteza de chañar

y caen solas las palabras,

saboreo un fruto caído

y me da la ternura de habitar un silencio…

 

El río hace masajes con su cascada

                                                              bajo el aguaribay

me llevo pimientitos rosados

del picante dulce del almuerzo.

Me detengo cuando los pájaros

pausan

para oír más lejos el viento…

 

Es verano.

 

Masquemos las vainas de algarrobo

mientras otras secan para la moliendaLeer más

Yuleisy Cruz Lezcano | Poemas

Yuleisy Cruz Lezcano. (Cuba, 1973) Vive en Marzabotto (Bolonia; Italia), emigró a Italia a la edad de 18 años, estudió en la Universidad de Bolonia y consiguió el título en “Ciencias enfermeristicas y obstetricia” consiguió, además, un segundo título en “Ciencias biológicas”. Trabaja en la salud pública. En su tiempo libre ama dedicarse a la escritura de poemas y relatos, a la pintura y  la escultura. Numerosos son los premios literarios donde ha obtenido reconocimientos importantes. Su poética trae inspiración sea de la literatura Europea (Rimbaud, Baudelaire, H. Hesse, F. Pessoa, G. D’Annunzio, E. Montale, G. Gozzano, P. Salinas …) sea de la poética americana y latino-americana (Edgar Lee, Walt Whitman, Rubén Darío, Julio Cortázar, Alejandra Pizarnik).

 

 

 

Luto

Desde que perdieron a ese hijo

cae una gota del techo

encima de la caja del piano.

En ese gran silencio, se escucha

siempre la misma nota.

Parece que su ingenio vuelva

pero es solo la casa la que llora,

es la casa el destino

de un presente ya sin llave.

La casa cobija secretos

de palabras amontonadas

junto al muro.

Una silueta diluida

se mece entre lágrimas.

Una sombra medidaLeer más

Paloma

Por Mariela Tapia Rabelo[1]                                                                       

«Necesitamos liberar espacio», me dice mientras apila un par de cajas. «¿Te parece bien pintarlo de blanco?» agrega. «Estas son más pesadas, ¿puedes moverlas aquí?»

Abro la primera caja y encuentro mi antigua máquina de escribir. No recordaba que las teclas A, F y X estuvieran dañadas. En la siguiente caja, encuentro cuadernillos y notas sueltas, incluyendo una muy especial. No reconozco mi propia letra. El viento seco entra, azotando las persianas que cuelgan a mitad del enorme ventanal. La nota se desliza de mis dedos y se va con él.

Mi vientre inmenso tapa mis pies, mis piernas. Estoy temblando. Si le digo que no quiero este hijo, me mirará con compasión: «toda madre quiere a sus hijos» me dirá sonriendo. Pero yo no lo quiero. Él calcula dónde irá la cuna y la cómoda, acaricia mi vientre, besa mi frente y continúa con su tarea. En sus ojos hay un destello cálido. Pronto va a anochecer, así que salgo.

Las primeras hojas están cayendo: amarillas, rojizas, ocre. Me reconforta el sonido al pisarlas. El viento revuelve mi cabello y trato de cubrirme, pero ya nada cierra. Busco el encendedor en el bolsillo de mi chaqueta y está frío. Unas niñas juegan a espantar palomas en la acera de enfrente. Recuerdo a mi abuela, con su mandil floreado y el olor a ajo. Un par de veces la vi matar palomas mientras ella cantaba observando el atardecer desde la azotea. Cucu,Leer más

Sara Güizado Gómez | Poemas

Sara Güizado Gómez. Hija de padres oaxaqueños migrantes. Nació en la Cd Mx, la cual habita hace seis décadas. Maestra normalista de profesión y mediadora de lectura por convicción. Integrante de la Red de Libro Clubes CdMx. Coordina el Círculo de Escritoras Comunitarias que se reúne de forma virtual desde 2020, espacio que permite la escucha, el diálogo y las creaciones propias.

 

Voces en el mercado

¡Pásele güerita que le damos!

rostros morenos de nacimiento,

curtidos por el sol al emigrar

sus voces corren por los pasillos, por tianguis, por la gran ciudad

voz al unísono para una

para todas

todas güeritas

¡has desaparecido!

¡Pásele güerita que le damos!

Hoy te veo más chula que ayer, estás bajando de peso

éste te va a quedar

la gordura se rechazaLeer más

La rutina interrumpida

Por Paula Guillén[1]

Solo las personas que creen en los augurios pudieron haber previsto lo que ocurriría ese día.

Hanna se levantó 30 minutos más tarde de lo habitual, de manera que, por primera vez en siete años, no le dio tiempo de maquillarse (mucho menos de hacerse su habitual eye cat). Durante el desayuno, notó un extraño sabor amargo en su avena con leche de almendras, plátano y fresas, así que decidió agregarle un poco de endulzante.

De camino al trabajo, en el transporte, comenzó a sentir un leve, pero persistente dolor en el pecho. Lo atribuyó a la presión que ejercían sobre ella las decenas de personas con las que compartía el vagón del metro de la línea 9 con dirección a Tacubaya.

Pasaron dos o tres horas de su jornada laboral y el dolor persistía. Sin embargo, ella no dejabaLeer más

Azucena Alfaro | Poemas

Créditos por la fotografía: Víctor Goytia Villalobos

Azucena Alfaro Peña (CMDX, 1995) estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM motivada por su amor a la poesía. Sin embargo, las andanzas académicas la han llevado por los caminos de la lingüística, disciplina a la que hoy se dedica. Lectora por vocación, correctora de estilo y profesora.    

 

 

Trilogía del dolor

 

I

Si mi vida dependiese

-aunque absurda y frágil-

de un hilo de esperanza, 

yo no daría por ella ni una flor

ni un clavel ni una magnolia,

daría el tiro final

-potente y fulminante-, 

desolador como el dolor

que viene como viene,

vacilante, vacío y banal 

-absurdo y frágil-, 

socavando el suspiro 

-potente y fulminante- 

de ése, mi único motivo, 

por el que no daríaLeer más

Diana Gutiérrez | Poemas

Diana Gutiérrez (Medellín, 1995). Comunicadora Audiovisual de Medellín, Colombia (1995). Apasionada por la historia del arte, poeta y escritora,amante de la videopoesia. El tema de la resignificación del cuerpo femenino, el lenguaje y el significado de “mujer” es el tema central que le interesa y ocupa. La Mujer de Correría es su libro publicado.

Canal de videos: https://www.youtube.com/channel/UCzPUpR82OjqRsLZ2kkCBiEg

Microensayo con mujeres: https://www.youtube.com/watch?v=s228EGieCdI&t=57s

 

 

Las hijas de Lemuria

A las madres, abuelas y hermanas que han perdido los frutos de su vientre.

 

Las hijas de Lemuria

hacen resonar sus voces con una flor de hielo

desmayada en las manos.

 

Las hijas de Lemuria

caminan por el gran sótano del mundo

y un eco de voces allá abajo se repite

 

Circular elegía secreta

Legiones bajo el agua sepultadas.

 

Pangea,

¿qué equinoccio de sangre

han celebrado tus hijos?

 

En todos lados fuimos una

Hoy, cuando somos miedo

me arrodillo como último gesto

a recoger los frutos putrefactos,

los pedazos,

y da tanta lástima esta tierra fértilLeer más

Óscar Páez | Minificción

Óscar Páez (Huatusco, Veracruz, México, 1993). Cursa la Lic. En Psicología. Estudió creación literaria. Finalista del premio de poesía Francisco Javier Estrada 2022 y el premio de poesía emergente Antonio Alatorre 2022. Autor de los libros Los Castigados (Híbrido, 2018); Armario de Brevedades (Minificción, 2020); Plegarías al espíritu extraviado (Poesía, 2021); De estos poemas crecerá mi casa (Ediciones Ave Azul, 2021). A colaborado en revistas como, Granuja, Tlacuache, Perro Negro de la calle, Triada Primate, Casa Bukowski, Campos de pluma, Enchiridion, Bitácora de vuelos, Periódico Poético, Poetomanos, Poetripiados y en algunos periódicos locales.

 

 

El ahogado

Un pescador soñó que se convertía en ola.

 

 

Intento de vuelo

Juan volvió a golpear a Lucía en un arranque de cólera y le prometió, como otras veces, no volverlo hacer. Lucía ya estaba harta de la forma en que él la trataba, incluso de su absurda obsesión con las aves y los objetos voladores. Juan no tuvo tiempo de agarrarse de nada, los vidrios salieron volando a los lados, era obvio que al caer de un quinto piso no sobrevivirá. Cuando la policía llegó a la escena del accidente, le preguntaron a Lucía qué fue lo que pasó, ella en un tono muy natural, y sin pensarlo respondió: De seguro otra vez intentó Leer más

Valentina

Por Yolanda González Muciño

A mis hijas: Cynthia y Libertad

 

Ya mero está el café, le puse canela, como te gusta.

Durante doce añadas luché en los agarrones a tu lado. ¿Te acuerdas? Ya han pasado cuarenta y uno. ¡Aaah, y siempre estás en mi recordación! ¡Aunque sufrí los infiernos contigo, era feliz! Sí, a’nque eras un cabrón, yo te quería harto. ¡Si me hubieras hecho caso…! ¿Recuerdas al Palemón? Ese campesino rete risueño que nomás enseñaba el diente, y se unió al general Grabiel Leiva, nomás por andar enamorado de mí. Y de la canción tan bonita que me inventó, y así con hartas ganas me la cantaba: “Valentina, Valentina yo te quisiera decir…” A ti te hervía la sangre, yo no sé pa’qué se lo chingaron.

¿Sabes? Las mujeres no teníamos permiso pa’que nos cantaran, ni pa’ nada. Jue hasta que animosas comenzamos a vestirnos con las ropas abujereadas de los soldados que caían en batalla, y así nos avaloraban un poquito. Yo cambiaba mis faldas de percal, todas deshilachadas, por la ropa del que ya estaba dijunto. Antes de encuerar al muertito, me persinaba y le pedía a Dios y a la virgencita de Guadalupe por él. Lo desvestía rápido, la cara me sudaba y mis acongojados pies hasta la tierra rasguñaban. Me ponía las levitas manchadas de rojo y los pantalones también, nomás que los arremangaba. Y a’n que los trapos jedían a hombre y a sangre, ¡me sentía como toda una soldada! Luego, les quitaba las botas y parecía que los muertitos las agarraban con las uñas. ¡Porque me costaba un chingo sacárselas de las tiesas patas que jedían! Yo y mis compañeras nos reíamos harto porque me quedaban rete grandotas y caminaba como espinada. Hasta rechinaban las diantres botas. Tú también te burlabas de mí y de todas. ¿Qué ya se te olvidó que hasta tú te vestías de mujer pa’ poder jullir? ¿TeLeer más

Desirée

Por Eduardo Alcalá López

Ves un anuncio en el periódico de ayer: “Se solicita niñera que tenga conocimientos de psicología, un día a la semana durante 1 mes, los jueves de 7 de la noche a 7 de la mañana. Incluye cena”. La paga es buena y viene un número telefónico, abajo dice “No llame, mande mensaje por Whatsapp”. Relees el mensaje y dudas un segundo. Quizás es muy bueno para ser verdad. Quizás alguien ya ocupó el puesto. Haces unas rápidas cuentas mentales y te percatas que ese dinero te basta para completar el presupuesto de gastos para tu viaje a Alemania que has planeado por años. No lo piensas más y mandas el mensaje.

Revisas los detalles antes de confirmar que tomarás el trabajo. Tendrás que cuidar a una niña de 7 años con algunos problemas de comunicación: tu especialidad. Además, te ofrece un bono si llegas puntual a la hora, ni un segundo antes, ni un segundo después. Sabes que podrás cumplir sin problemas y te imaginas dándote algún pequeño lujo durante tu viaje con ese excedente. Confirmas y la señora, asumes que es una mujer con quién has intercambiado mensajes, te responde con una ubicación. El siguiente mensaje te inquieta “Me llamo Dolores, cuando llegues no toques el timbre del edificio, sube directo al piso 3-303. No me digas tu nombre. Nos vemos el jueves”.

Estacionas tu auto en la acera frente a un edificio que no recordabas que existía a pesar de ser una zona por la que sueles transitar. No sabes si realmente es tan viejo o sólo está descuidado y la hora de la tarde lo hace ver peor. Tardas un instante en bajar de tu auto, pero recuerdas la puntualidad. Levantas la mirada al cruzar la calle y buscasLeer más