La voz y el gusto

Foto de Jamiecat http://www.flickr.com/photos/jamiecat/3832713465/

Por Miguel García[1]

miguel@tango.com.mx 

 

«Yunta oscura trotando en la noche…», canta Alberto Castillo. Y María Dolores, mi madre (a quien llamaremos Lola), suspira, pierde la mirada en sus adentros y suelta un susurro que dice: «esa voz…» No necesitó decir más, no quiso ahondar en el agrado que le provocó el cantor, se limitó a decir lo que dijo y ya. El conocimiento del tango de Lola abarca algunas letras del repertorio gardeliano y un número reducido de interpretaciones y orquestas, algunos títulos evidentemente famosos, algunos artistas como Hugo Del Carril y Libertad Lamarque (a quienes no cuenta entre sus predilectos), pero en su gusto, siempre Gardel, el incuestionable, el inamovible.

El México tanguero es gardeliano. Cuántas veces no me habré topado con un viejo que me habla de tango como cosa propia, de sus tiempos, que enumera «A media luz», «Caminito» o «Yira, yira». ¿Qué habría sucedido si el astro no hubiera cerrado los ojos en el accidente de Medellín y hubiera concretado la famosa gira latinoamericana que culminaría en México? ¿O necesitaría esa muerte prematura para erigirse en lo que es ahora, un mito mundial? Jamás lo vamos a saber. Lo que sí es evidente es la afición que los mexicanos entendidos le tienen a Gardel, pues todos hemos escuchado al menos el nombre y su relación con el tango, a pesar de que no sepamos más que eso.Leer más

ONE

Foto:Ross Halfin, tomada de Revolvermag

Por Christian Jiménez

 

Corría 1981, año en el que el archipiélago de Palaos se independizaba de Estados Unidos, Ronald Reagan tomaba posesión como presidente de ese país (quien meses después se salvó de un atentado), y en un túnel a 494 metros bajo tierra, en el área U2es del sitio de pruebas atómicas de Nevada, se detonaba una bomba atómica Akavi, de 20 kt.; Grecia entraba a la unión Europea; en El Salvador comenzaba la guerra civil y, meses después, las fuerzas armadas perpetraban la masacre de El Mozote; golpe de Estado en España; Ali Agcha atentaba contra el Papa Juan Pablo II; Israel llevaba a cabo un ataque aéreo sorpresa denominado Operación Ópera; en Egipto, se asesinaba al presidente Hosni Mubarak; y la lista sigue.

Y en ese contexto, en medio de toda esta adversidad, dos chicos (Lars Ulrich y James Hetfield) en Los Ángeles, California, a los que posteriormente se les unirían Dave Mustaine y Ron MacGovney (y quienes serían sustituidos por Kirk Hammett y Cliff Burton), se juntaban para formar una de las mejores bandas de trash metal —si no es que la mejor, cuestión de gustos— de todos los tiempos. Sin lugar a dudas, estoy hablando de Metallica, banda que llegó para cambiar la forma de hacer y ver el metal en todo el mundo, de revolucionar los sonidos, cuyas letras se alejaban de lo convencional.Leer más