13. Tácito
Marisa Vázquez (Buenos Aires)
Por Miguel García
Hace algunos años, tuve una conversación con Marisa Vázquez. Como intérprete de tango, le tocó vivir el viejo prejuicio de preferencia por los artistas masculinos, en menoscabo del trabajo de cantantes femeninas. Transcribo algunas de sus palabras que nos dan luz acerca de su manera de vivir y entender esta situación:
Si bien el tango nos ha maltratado durante mucho tiempo de todas las formas posibles (cito: «Fea», «Contramarca», «Tomo y obligo», «Mi papito», «Esta noche me emborracho», etc.), también hay que reconocerle que para esa época era muy significativo que un hombre llorara y sufriera abiertamente por una mujer, y el tango tiene mucho de eso, las letras de desamor —que componen en gran parte la obra— no son más que eso: un hombre que cuenta cómo sufre por una mujer. esto como para darle un manto de piedad. Pero lo cierto es que el tango se ha ensañado con las mujeres, no sólo desde las letras, sino desde las mismas circunstancias que lo rodean y componen: hasta el día de hoy, cuando buscan un cantante para una orquesta, un espectáculo, una salida a Europa, tiene que ser hombre porque «el tango es macho», dice una vieja y misógina frase.
Asimismo, habló de su proceso como letrista:
Yo comienzo a escribir mis tangos con la necesidad de contar mis historias y las cosas que pasan en una Buenos Aires hoy, y obviamente lo hago desde mi femineidad, soy una mujer. No lo hago con la intención de reivindicar a mi género, aunque pueda ir implícito, lo hago simplemente por contar la historia desde mi lugar, el único que tengo; es decir, desde otro lado de la historia, desde mi propia naturaleza de mujer. Siempre digo que en «Esta noche me emborracho», cuando el poeta dice flaca, fea, fané, descangallada, etc., quizás la mina de la historia pensó «gordo, pelado y con problemas de próstata»; la cuestión es que el tiempo les debe haber pasado a los dos. Así como esa historia hay miles de historias de mujeres que quieren ser contadas, que esperan ser contadas. Yo particularmente lo hago por mi propia necesidad de expresarme; si no escribiera letras y músicas, ya me habría matado.
Lo que intento decir es que es hora de que el tango escuche y diga a la otra parte, a esa mina que si la fajan (como en «Mi papito»), hace la denuncia en la comisaría y vas en cana, a esa «Fea» que ahora no se suicida porque sabe que la belleza está en otro lado. Mis tangos son acá y ahora, mi vida es eso, soy una mujer, una hembra, y desde ese lugar escribo, mis tangos tienen netbook y minas que tienen sexo sin amor, que tienen amor desesperado, bronca y barrio, amigos, sueños y pesadillas, protesta, y todo lo que tenemos las mujeres, nada más, así simplemente.
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