Cryptozoo: La otredad no tan fantástica  

Por Sergio E. Cerecedo

 

Aunque las antes llamadas “caricaturas” siguen produciéndose y siendo un producto rentable, las propuestas animadas con contenido más adulto han ganado un terreno en la memoria colectiva en los últimos años. Aunque es cierto que en los canales de televisión como Nickelodeon, Fox Kids o en la misma programación de MTV se colaban series como “La vida moderna de Rocko”, plenas de albures, referencias sexuales y cosas de la vida laboral que los espectadores promedio (niños y adolescentes) difícilmente podían entender, eran ejemplos aislados. No obstante, ahora nos llegan más seguido propuestas distintas que pueden ser desde algo irreverente como Bojack Horseman a cosas más abstractas como Midnight Gospel, en éste segundo renglón es donde esta singular propuesta se ubica.

 

El criptozoológico del título es un proyecto con corazón logrado a medias donde una mujer motivada por sus sentimientos personales hacia estas criaturas mitológicas (Críptidos) logra respaldar una iniciativa muy similar a la de los animales en peligro de extinción, no es casualidad que la cinta se desarrolle en los tiempos de la guerra de Vietnam, mucho de la ideología hippie se encuentra en la pareja de la secuencia inicial, donde ellos acampan cerca de la cerca de dicho lugar, así también desde esa secuencia podemos ver el tema constante: la sensación de extrañeza por parte del ser humano hacia lo desconocido que por igual le inspira fascinación y exotismo que miedo y odio ante ignorar el correcto cuidado de esas formas de vida, algunas de raciocinio humano y otras más cercanas a lo animal.

 

Ese es el dilema que Lauren, una de las activistas que se dedica a salvar críptidos del mercado negro y su explotación —con una evidente similitud con el tráfico de especies en peligro de extinción—, Leer más

El ángel en el reloj: la animación mexicana en busca de voz propia

Por Sergio E. Cerecedo

 

En los estrenos de la primera mitad del 2018 en nuestro país tanto en salas comerciales como de arte, hubo una buena cantidad de filmes mexicanos, algunos géneros incluso casi sustituyendo —en oferta— a sus equivalentes estadounidenses, como las siempre taquilleras comedias románticas y las películas de animación tanto infantiles como para gente más adulta o incluso para toda la familia. Entre ellas pudimos ver “El ángel en el reloj” que viene auspiciada por algunas marcas de productos nacionales así como por asociaciones que se dedican a la noble causa de la lucha contra el cáncer infantil, que apoyaron el mensaje positivo y empático que plantea la cinta.

 

Amelia, la niña protagonista, padece esa enfermedad, su padre se la pasa trabajando y ella, al igual que los adultos que sufren dicho mal, siente a menudo que la vida se le acaba entre medicamentos, somnolencia y el hartazgo que su tratamiento le produce, incluso le quita las pilas a los relojes en un intento vano por parar el paso del tiempo. Este deseo es escuchado por una criatura similar a un ángel quien pronto le transporta a otro mundo y le pide parte de su esencia a cambio de cumplir su deseo, atrapándola en una dimensión donde será testigo de cómo su mundo puede dejar de existir si no llega a tiempo a casa del creador del tiempo para solucionar el problema.

 

Antes que nada quiero empezar por los puntos positivos: Siempre he sido opositor de comentarios como “Tiene buena animación/fotografía/cualquier cosa técnica para ser mexicana”. Hace años que el cine nacional goza de grandes realizadores en todas las áreas  un buen nivel técnico y este filme no es la excepción, las animaciones (90% en 2D) fluyen, se ven detalladas y se aprecia un esmerado diseño de producción con gusto por el detaLeer más

Análisis de la cinta “Un monstruo de mil cabezas”

Sobre las Aseguradoras en México

 

Por Carmina Cardiel

 

–¿Qué pasaría si el día de hoy usted o alguno de sus familiares va de regreso a casa y lamentablemente ocurre un accidente? Imagínese en el peor de los escenarios… Por ser tarjetahabiente de nuestro banco hoy queremos hacerle un regalo para usted y su familia. Y es que por la mínima cantidad de 3 pesos al día puede usted adquirir el seguro de gastos médicos mayores que le cubre blah blah blah –.  Es uno de los diálogos que por lo menos una vez en la vida de adulto escucharemos en México si tenemos una cuenta bancaria, así sea de nómina.

“Un monstruo de mil cabezas” (2015, México) es una película adaptada de la novela homónima de Laura Santullo, dirigida por Rodrigo Plá, que nos lleva de la mano a una trama desesperante en medio de una situación tan cotidiana como lo es la posibilidad de perder a un ser querido ante una enfermedad terminal.

 

¿Cómo se mide la seguridad de un país?

Uno de los Derechos Humanos más importantes es el Derecho a la seguridad, que se supone es una garantía individual en países democráticos como el nuestro; sin embargo, si recordamos que hace años venimos padeciendo como sociedad(es) un abandono por parte del Estado debido al neoliberalismo global, podemos sentir ese duro golpe por parte de quienes mayoritariamente realmente nos gobiernan: los empresarios, el capitalismo salvaje nuevamente involucrado.

Para el Ranking de 2024 bajo estudios realizados con la lupa examinadora de Global Peace Index 2024 en 163 países, existen tres categorías para la medición de seguridad de un país:

 

  • El nivel de seguridad y protección de la sociedad.
  • El alcance de los conflictos domésticos e internacionales en curso.
  • Nivel de militarización de cada país

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Sanctorum:  Los apocalipsis cotidianos

Por Sergio E. Cerecedo

 

Tres secuencias aparentemente inconexas son soltadas al inicio de la película: Un niño pequeño gritando en la búsqueda de su madre, un soldado perdido en el bosque y paisajes de montañas nubladas, conectados por un gutural sonido suspendido, similar a una campana ahogada, el plano de un pozo natural, un hueco en la tierra complementa la sensación de enormidad de un estruendo que no sabemos de dónde proviene.

 

Pero los espectadores no somos los únicos en escucharlo, ya que en el primer diálogo del filme, que es entre un campesino y su esposa, comentan del sonido, platican que los demás vecinos lo han escuchado y que sienten un mal augurio venir, y aunque la cámara casi inmóvil los hace ver como humildes trabajadores y buenas personas, algo que tienen arraigado en sus creencias sacude su consciencia. Pronto sabremos que en ese pueblo serrano, los cárteles de la droga han acaparado las tierras para el cultivo de la marihuana —no sabremos pronto si la legalización le alejará del malditismo con el que la sociedad la mira— y que los campesinos son obligados a hacerlo su cultivo principal, así como a tolerar abusos y crímenes. Como vemos en la contundente toma fija donde se observa desde lo alto de una montaña, ya a punto de oscurecer, el asesinato de un grupo de personas en las laderas y la posterior quema de cadáveres.

 

En las anécdotas mostradas, Sanctorum acierta en no fijarse en un personaje principal, si no en oscilar en los distintos grupos de amigos, familiares y trabajadores de una comunidad de la sierra de Puebla, en una propuesta más incómoda que los fines del mundo comúnmente planteados en otros géneros, como el cine de desastres naturales. Porque, en el modo de realización casi documentalístico de la película, el fin del mundo, el callejón sin salida se vive diario, como podemos ver a través de los ojos de los campesinos que cosechan para los narcotraficantes y son obligados a desposeerse hasta de la plática con sus compañeros, de alguna mirada de soslayo o sonrisa que puede haber dentro de la dureza del trabajo del campo, esta aproximación en primer plano que mirar por encima del hombro, es la que enriquece el verismo de la puesta en escena.

 

Destacables son momentos íntimos como los de la subtrama del profesor del pueblo, quien por igual habla con el retrato de su esposa fallecida que imparte cátedra sobre los ideólogos de la revolución o el artículo de la constitución que se refiere a las jornadas de trabajo dignas, una amarga ironía de cómo todo lo que los niños demuestran interés por aprender es aplastado por la nefasta realidad.

 

Joshua Gil (2019)

En la segunda parte del filme, cuando se acerca una inminente confrontación puesto que el narco les deja solos y el ejército les culpa de los delitos del crimen organizado y amenaza con una intervención violenta en el pueblo, se aprecia una vertiente de realismo mágico/ fantasía que no es tan atinada como la parte realista, pues es a partir de un momento clave en donde el pueblo se ve obligado a tomar una decisión sobre si defenderse o huir de las tierras que heredaron.

 

Ahí es donde se siente que algo no cuaja, pues la inserción de elementos de fantasía venidos tanto de las creencias judeocristianas (La trompeta del apocalipsis) como de los pueblos indígenas, aunque se hacen patentes al principio en los diálogos y crean suspenso y expectativa cuando aparecen, pierden fuerza ante un final abierto que no acaba de redondear las intenciones de esos detalles en la narrativa; aun cuando en lo expresivo sean potentes, les falta fuerza en lo simbólico. Eso sí, como egresado de una carrera de Artes Digitales, agradezco la reciente inclusión de CGI y efectos visuales que espero cada vez se vuelva más frecuente en el cine nacional cuando la estética y naturaleza del proyecto lo permitan.

 

Además de este valor de producción, las soluciones técnicas de la película van más relacionadas con la efectividad a la hora de contar su historia, sin encuadres o iluminación demasiado estilizada y con sonidos contundentes y naturales sin demasiado adorno, tan rústico y directo como la misma sierra —repito, documentalístico—.

 

En este trabajo que pudimos ver en la oferta presentada por Cinépolis Click en el “Día del cine Mexicano” del 2020, el director Joshua Gil, oriundo del estado de Puebla, quien inició su carrera con algunos dramas urbanos en el estilo del videohome, propone un trabajo más cercano a su anterior film “La Maldad”, también centrado en personajes del campo, indaga en una región familiar con un discurso y estilo muy en la vena del cine minimalista nacional de los últimos años (Reygadas, Escalante), en un trabajo muy personal cuyas virtudes y falencias se notan acompañadas de un afán de denuncia sutilmente llevado y con detalles autorales y estilísticos que seguirán puliéndose en trabajos futuros.

 

 

Skin Walker: Elipsis de la demencia

Por Sergio E. Cerecedo

 

Regine vive lejos de su pueblo natal, donde le atan malos recuerdos, un pasado familiar que incluye infidelidades, maltrato y un hecho perturbador relacionado con la muerte de un hermano. Ha hecho su vida al lado de un novio y todo parece encaminarse bien, hasta que un día, el antiguo amante de su madre llega a buscarla para decirle que su hermano sigue vivo y que debe buscarlo pues ha vuelto buscando venganza, hecho que coincide con la muerte de su abuela y con la última visita a su madre, quien está en un sanatorio mental.

 

A su regreso se encuentra con un padre perdido en sus pensamientos, que desea enmendar el pasado no encontrando cómo ante su propia tristeza y actos bizarros y extraños. Y ella hallará aún más fragilidad de la que estaba trabajando ante el sentimiento de vacío, persecución y el rechazo hacia la figura de su madre reflejada en ella que puede observar a través del excesivo tradicionalismo de la gente de su pueblo, aunado a sus escasas relaciones sociales llenas de hipocresía y malos entendidos

 

Christian Neumann (2019)

El modo de Christian Neumann para contar la historia se vale de una narrativa aparentemente lineal con numerosos y cortos flashbacks que saltan a elipsis espaciales donde el tiempo transcurre entre flashbacks y el recorrido emocional de la protagonista, ilustrando desde el montaje la dispersión de su mente. En gran parte esto constituye de sus mayores aciertos, pues mostrarnos una serie de personajes perturbados cada uno a su manera construye un contexto rico sobre el origen del desequilibrio menLeer más

Análisis de la cinta “La Sustancia”

Sobre la cosificación y la autoexigencia

Por Carmina Cardiel

 

Coralie Fargeat, Demi Moore y Margaret Qualley

The substance (título original) es solamente la segunda película de Coralie Fargeat, pero logra ese mismo efecto que el cine de Gaspar Noé sin pedirle nada prestado: Es una película que cala, que incomoda, que a más de una nos duele porque más que ser ficción y terror corporal, es vivencial y cotidiana.

De acuerdo con los roles de género establecidos hace más de 200 años, a las mujeres se nos asignó una tarea imposible: jamás envejecer y ser siempre y en todo momento agradables, pero ¿Jóvenes y agradables para quién(es)?

 

El origen de la belleza y el vigor:

“El retrato de Dorian Gray” fue publicada el 1890 y su tema central es el narcisismo; sin embargo, en esta obra Wilde da cuenta a través de la voz de Lord Henry Wotton sobre uno de los mayores mandatos entre los hombres: La belleza y la satisfacción sensual son las únicas cosas que merece la pena perseguir en la vida. Tras este enunciado, Dorian comprende que un día su belleza llegará a su fin, así que decide vender su alma para asegurarse de que sea un retrato de pintura quien envejezca y se desvanezca y no él. Por supuesto que para su época fue un escándalo porque por aquellos años la moral de las sociedades modernas era —y sigue siendo— de doble filo. Oscar Wilde retrató con notable perfección y con gran ojo crítico, tanto a la sociedad de su época como temas que hoy en día siguen muy vigentes: la vanidad, la locura y la enajenación, pero ¿De dónde viene esta vanidad y esta enajenación que desde la época victoriana venimos arrastrando en Occidente?

Las primeras definiciones de la belleza provienen de la antigüedad clásica, específicamente de la Grecia Antigua. Algunos consideraban la belleza como un asunto de proporción entre las partes de la cosa, es decir, que los objetos simétricos tendían a ser más bellos que los que no lo eran. Sin embargo, Platón (c. 427-347 a. C.) consideró la belleza como una idea independiente de las cosas bellas, siendo unaLeer más

Silent Running: el activismo marginado al espacio exterior

Por Sergio E. Cerecedo

 

A pesar de la ecología, los productos orgánicos y demás esfuerzos por el respeto a la naturaleza, hace falta no ser terco ni descuidado con el entorno  para darse cuenta que la conciencia pesa; que si uno se deja puede observar que las acciones aisladas no son suficientes; que cada refresco carbonatado que nos llevamos a la boca viene de empresas que sí acaparan agua nivel esponja, que la huella de carbono de la producción de carne o ver lo que sucede con la subida de precios cuando viene la sequía para saber que los discursos de preservación y anticontaminación que muchas veces caen en el panfleto en los medios escritos y audiovisuales son necesarios, así como las acciones, que muchas veces quedan en esfuerzos aislados.

 

Douglas Trumbull (1962)

La preocupación al respecto no es nueva, y en 1962 Douglas Trumbull, conocido en el mundo del cine por estar a cargo del departamento de efectos visuales de películas como “2001: Odisea del espacio” y “El árbol de la vida” (Poco menos de 35 años después), incluso estuvo en la preproducción de la frustrada adaptación de Dune de Alejandro Jodorowsky. En esta película (Feamente traducida como “Naves Misteriosas”) dirigió por primera vez un proyecto, aliándose con artistas y personas que vieron necesario hablar de este tema, y aunque lo volvería a hacer un par de veces más con resultados cumplidores, los siguientes proyectos no pasarían a la memoria colectiva como esta película, que tenía también el plus de hablar de un tema en boga que la volvería de culto: los desastres ecológicos como el posible fin de la humanidad y la necesidad de preservar la vida natural.

 

En este universo cada vez menos extraño al presente, la distopía llegó y la tierra se volvió estéril, por lo que la vida en el espacio se volvió una constante. Una comida procesada y en cápsulas es la que mantiene con energía a las personas, sumamente aclimatadas a éste ritmo de vida como al urbano, al obrero, al godín, al teletrabajo o a cLeer más

Feral: Los mitos rurales en found footage

Por Sergio E. Cerecedo

 

Si un género se ha nutrido del found footage o metraje encontrado ha sido el terror, esta técnica narrativa y de captura de imagen que simula haber sido un material grabado por alguien más a manera de documental representa una de las mejores y más recurrentes maneras de crear miedo en los espectadores por la inquietud primaria de no saber del origen de esa captura. Esta exploración morbosa, en la que quizás uno de los primeros representantes es Holocausto Canibal (Ruggero Deodatto,1980), que tomó fuerza a finales de los noventa con “El proyecto de la bruja de Blair” (Eduardo Sánchez y Daniel Myrick) y después con “Actividad Paranormal” (Oren Peli, 2007), tiene muchas variantes realizadas con mayor o menor fortuna y, por supuesto, por esa réplica del estilo de las cámaras caseras, la mayoría de ejercicios se encuadran dentro del cine de serie B.

 

Y de lo hecho en Estados Unidos, por supuesto que el interés brincó a otros países aunque fuera en menor frecuencia, tan solo recordemos el bombazo que fue la española “REC” y sus secuelas llevando con verosimilitud una historia de zombies que sucede durante la grabación de un reportaje. Aquí en México se ha hecho poco, igualmente enmarcado en las producciones de bajo presupuesto y dentro de esto “Feral” llega como una propuesta refrescante que modifica un hecho real a partir de lo que no quedó del todo claro en la documentación oficial

 

Uno de los grandes aciertos de la presente película es vincularse visual y estéticamente con el tipo de narraciones que al público potencial le llaman la atención —los amantes del terror, de las leyendas macabras o el público mexicano en general—. Si bien el tiempo ha cambiado y ahora los espectadores o radioescuchas han virado de “La mano peluda” a “Leyendas legendarias”, las historias alrededor de lo místico, lo demoníaco o los crímenes sin resolver siguen siendo pan nuestro de cada día, y qué mejor que contar algo así a manera de falso documental como aquí, con un acabado rústico y que nos hace sentir que podría ocurrir en cualquier pueblo cercano.

 

Andrés Kaiser (2018)

El relato explorado a través de entrevistas con sus amigos y gente cercana es el de Juan Felipe de Jesús, un antiguo seminarista en crisis conLeer más

Análisis de la cinta “Obediencia perfecta”

  Sobre la manipulación

Por Carmina Cardiel

 

Obediencia perfecta (2013, México) del director Luis Urquiza está basada en el cuento “El tercer grado de obediencia perfecta” de Ernesto Alcocer, ambientado en los años 70, nos cuenta la historia de uno de los más grandes pederastas que ha tenido México y el mundo: Marcial Maciel. A través del personaje ficticio del sacerdote Ángel de la Cruz, nos adentramos en un hecho crudo, cruel, despiadado y pervertido como lo es el abuso en todo sentido, llegando así a la pederastia.

Esta no es una historia al estilo del Marqués de Sade, quien por medio de sus escritos dio cuenta no sólo de las pasiones y bajezas humanas, sino de lo que acontecía al interior de un cuerpo que parecía, hasta hace a penas pocos años, intocable: La iglesia católica. Julián es un niño cuyos padres mandan a estudiar con los seminaristas para iniciar el camino del sacerdocio y lo confían y encomiendan a un mundo contrario de sus creencias religiosas y su fe.

 

La manipulación desde la obediencia

El director hace un gran trabajo al tocar el tema de la pederastia desde un concepto que está siempre en el centro del pensamiento político: La obediencia. Se define como obediencia a la acción de ejecutar las instrucciones que se reciben, especialmente cuando proviene de una figura de autorLeer más

Ema: la hoguera de las profundidades

Por Sergio E. Cerecedo

 

Pablo Larraín es un cineasta con inquietudes bien cimentadas, que aunque con “Jackie” naufragaron contundentemente en un trabajo que se queda en producto de encargo que, eso sí, conseguía una gran actuación principal, ahora regresa a sus orígenes geográficos con una película controvertida, necesaria y con un nivel técnico que no necesita los millones para contar, más que una historia una declaración de principios cinematográficos y a la que no le interesa tanto responder como abrir nuevos cuestionamientos con cada concepto que introduce.

 

En la trama, encontramos a Gastón y Ema: él ,un coreógrafo mexicano y líder de una compañía de danza contemporánea; ella, una bailarina Chilena del mismo grupo artístico. Juntos constituyen un matrimonio en crisis tras un hecho detonante, el rebelde niño que han adoptado ha atentado contra una de las hermanas de Ema quemando parte de su cara y su cabello, primera vez que el recurrente elemento fuego se hace presente.

 

La joven bailarina casada con Gastón es 10 años menor que él, y aunque la agilidad corporal que concede la disciplina dancística no hace ver tanto la diferencia de edad, lo cierto es que hay un abismo generacional entre ambos que es el que está terminando por separarlos con el acabose de haber adoptado un hijo incomprendido por ambos al que no pueden ayudar a mediar sus problemas de conducta que acarrea del hogar biológico. Ambos acuerdan renunciar a él y devolverlo a los servicios sociales, aunque como es de esperarse, la carga de padre desnaturalizado recae en ella, así como las represalias sociales, ante lo cual ella reacciona con una demanda de divorcio que será tortuosa y catártica a partes iguales, pues explorará por su lado esa nunca tenida libertad —se da a entender que el personaje se casó muy joven—.

 

 Ese abismo generacional es realzado en sus discusiones y da pie a un lucimiento en sus actuaciones, que, aunque la propuesta de dirección de actores de Larraín es casi siempre Leer más