Salud Mental Colectiva VS Psiquiatría Biomédica

Por María del Carmen Suárez Alcántara   I.-Psiquiatría biomédica vs salud mental colectiva Psiquiatría biomédica Si la salud pública (SP) es la piedra angular de la psiquiatría biomédica, no es de extrañarse que ésta tenga “la pretensión de alojarse en un discurso científico positivista que propone diagnósticos superficiales y privilegia una visión biologicista, que genera una multiplicación de trastornos mentales y una patologización de la vida cotidiana” (Elúa;2016). Favoreciendo la legitimación de las diferentes especialidades dentro de las ciencias de salud o/y el aumento de la cuota de mercado de la industria farmacéutica. Actualmente predomina una psiquiatría hegemónica, reduccionista, “que se desentiende de la complejidad de la experiencia humana y opta por una medicina más centrada en el diagnóstico y la supresión de síntomas que en la compresión y la búsqueda del sentido de los síntomas, en la subjetividad de la persona, en su propia historia y en su contexto.”[1] La psiquiatría hegemónica, se sustenta de “la imaginación biomédica, el paisaje de los sujetos es cosificado, el de los objetos es a su vez personificado” (Martínez & Martín; 2017). Un ejemplo de esto es la manera en que “las enfermedades, los criterios diagnósticos, los trastornos, en tanto que categorías nosológicas, son los que cobran protagonismo e identidad en el lado del sujeto-paciente”[2] Para Martínez & Martín, desde la perspectiva de la psiquiatría hegemónica, la historia y el contexto del sujeto desaparecen, todo se centra en el diagnóstico, los síntomas son encarnados en el individuo, y la persona y sus acciones son silenciadas sistemáticamente, el sujeto va a ser despojado de la semántica que lo nombra, su contexto histórico, social, político y económico serán borrados. Su conocimiento sobre sí mismo, su experiencia en torno a lo que le sucede y cómo le sucede, es decir, su identidad vivida, serán anuladas por la identificación patológica, sólo el especialista (psiquiatra clínico, psicólogo, psicoterapeuta) va a tener el derecho de saber, expresar e interpretar cualquier acción, hábito, o síntoma que el sujeto tenga a raíz del diagnóstico. Martínez & Martín señalan que por parte del sujeto-profesional, “emergen la medicación, los tratamientos y las terapias, como entidades personificadas en algunos tipos de relación clínica, el sujeto es orientado a un mundo donde las cosas (trastornos, enfermedades, fármacos) son personificadas y los sujetos cosificados. De esta manera, la clínica se mimetiza con la relación consumidor-mercancía en la que el fetiche de la cosa -o quizá deberíamos decir de la mercancía- cobra vida.”[3] Si bien, como apuntalan estos autores, el “problema no radica en la existencia del diagnóstico, sino en el traslado de ese diagnóstico como parte central de la identidad al campo de lo social, de la hegemonía de la identificación patológica sobre la identidad vivida” [4] Salud mental colectiva La salud mental desde la salud colectiva (SC) es más compleja, pues es un campo interdisciplinario de abordaje de los problemas estructurales e individuales relativos a la salud.[5] Es la dialéctica que se juega entre la subjetividad y la colectividad, en ella se condensan: lateralidad, reciprocidad, singularidad. a) La lateralidad, en palabras de Martínez & Martín, puede pensarse como un descentramiento de nuestra mirada que aporta nuevas perspectivas sobre lo observado. Nos aleja de lo predecible y en esa medida alimenta tanto el asombro como la creación de saberes nómadas. Esta característica en la salud mental colectiva permite un pensar menos dado sobre las diferentes formas de sufrimiento psíquico, facilitando la narrativa frente al management, la experiencia frente a la nosología, la identificación vivida sobre la identificación burocrática , nos permite pensar el sufrimiento más allá del encuadre biomédico, y nos obliga a buscar “una intencionalidad política, una predisposición a la necesidad de articular una praxis de construcción compartida con los sujetos de la aflicción, de crear dispositivos para una arqueología de la subjetividad y la singularidad veladas. La lateralidad es, así, también el incentivo para una reforma psiquiátrica permanente”[6] b) Martínez & Martín señalan que, desde la salud mental colectiva, existe la “reciprocidad basada en la tríada dar-recibir-retribuir, en ésta el sujeto es orientado a un mundo externo en el que se produce”[7] un reconocimiento y subjetivización de un otro relacional como “el pariente, el amigo, el vecino, etc.”[8] Es importante destacar esta diferencia, porque va a ser medular para distinguir la salud mental biomédica de la salud mental colectiva, ésta última “no puede pensarse con sujetos desdibujados, sin identidad vivida, capturados en una identificación burocrática del saber; sujetos sujetados a una trama relacional que les impide producir y reproducir su propia salud, a la vez que dialogar sobre su propio proceso de auto-rescate; sujetos, en fin, sin autonomía, sin reconocimiento, anclados a un ser sin historia; sujetos que podríamos definir como abiográficos.[9] Sujetos pasivos, desencarnados, cosificados, convertidos en “objetos de observación y estudio”, como afirma Clavreul, en el discurso médico, “el enfermo es sólo un indicador de signos y no alguien que demanda. Ese es el desconocimiento, sistemático y no fortuito, del Orden médico. (Clavreul; 1978:45) En la mayoría de los casos los sujetos, son utilizados para la confirmación del diagnóstico patológico, para los cuales, afirman Martínez & Martín podemos pensar que la mejor terapia es, a menudo, tanto la narratividad, como reconocerse como partes activas de un vínculo. La relevancia de las relaciones de reciprocidad reside en que proporcionan un cobijo donde poder ser alguien”.[10] C) La salud mental colectiva sólo puede pensarse cuando en vez de replicar el conocimiento del otro a través del diagnóstico patológico se rescata la singularidad que existe en cada experiencia médica, es decir, cuando se “apunta a desentrañar las complejidades narrativas de lo subjetivo, se funda en la co-producción de lo singular, se abre a la consolidación de otras identidades potenciales.”[11] La dialéctica entre lo social y lo individual (salud pública-psiquiatría biomédica) Para la SP, el sujeto es el único responsable de su salud y de su enfermedad; por otro lado, la SP ignora los determinantes sociales que generan salud y enfermedad de forma estructural, pues los reduce a multi-factores de riesgo, que jamás logran converger. Dichos factores paradójicamente, desde esta perspectiva teórica actúan de manera simultánea y paralela. Factores que el sujeto tendrá que solventar de manera individual. Como podemos percibir, la teoría de la SP que sustenta a la psiquiatría biomédica es incapaz de sostener una relación dialéctica entre el sujeto y la sociedad, cayendo en uno de los dos extremos: la individualidad/subjetividad o determinantes sociales como factores de riesgo, para explicar la existencia tanto de las enfermedades, como de la salud mental. Debido a que “la concepción biomédica de la salud mental se define a partir de dos características fundamentales: la reducción de lo mental a un proceso biológico y la ausencia de enfermedad como criterio de normalidad.” (Restrepo; 2012:203). Desde esta perspectiva teórica, la respuesta ante los problemas que nos plantea la salud mental en la población se centra en el incremento de clínicas y profesionales especialistas, “en las facilidades para el acceso a los centros de salud mental, disponibilidad de medicamentos, mejoramiento de los recursos tecnológicos, etc. para brindar atención asistencial a las personas afectadas por trastornos “mentales”[12] La psiquiatría biomédica va a centrar sus explicaciones en torno a la salud mental, en la categoría “estilo de vida”. A partir de este enfoque, señalan Restrepo & Jaramillo, se configuran dos concepciones de salud mental influenciadas por la tradición psicológica norteamericana: la concepción conductual y la concepción cognitiva. La salud mental, desde la perspectiva conductista, reduce la salud del sujeto a su comportamiento, se busca que los sujetos aprendan hábitos y conductas adaptativos, que le permitan sociabilizar dentro de un contexto social determinado y se persigue principalmente que el sujeto pueda ser “normal” Desde esta perspectiva teórica, en palabras de Restrepo & Jaramillo, “los trastornos “mentales” se entienden como “alteraciones” o “desajustes” del hábito”, es decir, respuestas “mal adaptativas”, “indeseables” o “inaceptables”. Por lo tanto, si los trastornos “mentales “no son más que comportamientos indeseables aprendidos, curar trastornos “mentales” no significa borrar una enfermedad, sino reacondicionar al sujeto hacia comportamientos más aceptables”.[13] Desde la “concepción cognitiva, la intervención tiene una orientación fundamentalmente educativa-instruccionista, cuya finalidad es lograr que los sujetos corrijan las formas de pensamiento disfuncionales (creencias irracionales, distorsiones cognitivas, etc.) y aprendan a pensar y, en consecuencia, a comportarse de una manera adaptativa.”[14] La dialéctica entre lo social y lo individual (salud colectiva-salud mental colectiva) Para Breilh, “la salud no es primordialmente individual-subjetiva-contingente, ni es primordialmente colectiva, objetiva-determinada; es siempre simultáneamente el movimiento de génesis y reproducción que hace posible el concurso de procesos individuales y colectivos, que juegan y se determinan mutuamente” (Breilh;2003:51).Es en el proceso dialéctico entre la esfera de lo social y lo individual que se abre un nuevo espacio dentro de la salud mental colectiva para poder generar otras formas de conocimiento en torno a la salud mental de los sujetos, y a la transformación integral de su entorno (ecológico) y su contexto socio-histórico-político y económico. Desde la perspectiva de la salud mental colectiva, “la relación entre subjetividad y proceso vincular y social no es unidireccional sino dialéctica. Sólo admitiendo como real la tensión dialéctica entre objetividad y subjetividad puede plantearse con fundamento la existencia” (Fabris:2011;29). Es decir, “lo que se constituye en el vaivén cotidiano entre psiquis y mundo”[15], en otras palabras, “lo colectivo no puede pensarse sin lo singular”[16] o viceversa. De allí que la salud mental se pueda repensar a partir de la categoría: modos de vida, de Almeida-Filho.[17] Almeida-Filho define modos de vida como conductas individuales ante la salud en donde se condensan “las dimensiones sociohistóricas, englobando la dinámica de las clases sociales y las relaciones sociales de producción, siempre considerando los aspectos de la vida cotidiana en la sociedad” (Polo;2016:13). Existen dos enfoques psicológicos con los cuáles la salud mental colectiva puede dialogar y engendrar una nueva forma de concebir, pensar, estudiar, practicar, generar salud mental en la población. Estos son: la Psicología Social de Grupos e Instituciones (PSGI) y el Psicoanálisis, los cuáles serán claves para poder generar una crítica a las diversas intervenciones que se han realizado en torno al fenómeno pro ana y pro mia en la web. Psicología Social de Grupos e Instituciones Para Enrique Pichon-Rivière (1975) “la psicología social define como objeto de su teoría la relación dialéctica entre mundo externo y mundo interno. Esta relación, que se asienta en un entramado de necesidades personales y sociales, es abordada a través de conceptos como vínculo, grupo e institución, entre otros”.[18] Pichon-Rivière, sostuvo “la necesidad de estudiar la subjetividad en interconexión con los factores económicos, políticos, geográficos, ecológicos, ideológicos, históricos, culturales, sociales, etc.”[19] Para entender un poco más esta propuesta teórica, explicaremos someramente dos conceptos que son fundamentales: subjetividad colectiva y emergentes psicosociales. En palabras de Fabris, la subjetividad colectiva focaliza e interpela la dimensión psicosocial de la trama sociohistórica y la vida cotidiana, dentro de la cual importan particularmente las formas de estructuración psíquica de los sujetos y el sentido psicológico de sus conductas.[20] Para Fabris, la subjetividad colectiva es un espacio de disputa, contrahegemónico, no lineal, que se abstiene de generalizaciones, que se abre a la variedad infinita de subjetividades individuales o grupales que la conforman, que tiene un conocimiento radical, de las “contradicciones vinculadas a condicionamientos y determinaciones personales y sociales, muy especialmente los de sector y clase social. La subjetividad colectiva es un sistema abierto, una totalidad dinámica relativa a otras totalidades dinámicas e implica no tanto equilibrio como equilibraciones y reequilibraciones. Es central en ella el conflicto, la contradicción, la diversidad y la diversificación.”[21] Fabris define a los emergentes psicosociales como “hechos y procesos que teniendo lugar en el escenario de la vida cotidiana, permiten ubicar y comprender la subjetividad como dimensión específica del proceso socio-histórico. Son signos relevantes desde el punto de vista psicosocial tanto como desde el punto de vista cultural o político.”[22] Los emergentes psicosociales aportan en palabras de Fabris: a) Elementos a la comprensión de las características de la subjetividad colectiva y del proceso social comprendido como un entramado multidimensional.[23] b) Significados cualitativamente relevantes al proceso social que impactan en la vida diaria, creando resonancias y subjetivaciones colectivas.[24] c)Expresan en sí mismos un modo y grado de registro y resolución de contradicciones sociales.[25] d) condensan en sí mismos una multiplicidad de significados personales y sociales que se relacionan a una diversidad de necesidades y acciones de los sujetos, en el marco de un orden social que satisface, frustra, modela y manipula las necesidades colectivas.[26] En conclusión: “Los emergentes psicosociales son modos de cristalización situacional de significaciones originadas en interacciones grupales, institucionales y comunitarias, así como en las conductas de los sujetos que intervienen en esas interacciones. Se configuran no sólo como lógicas colectivas (propias de los fenómenos de masa o institucionales) sino también a partir de los modos singulares de estructuración y reestructuración subjetiva de cada integrante de un conjunto social.[27] Psicoanálisis, la clínica de la escucha El psicoanálisis, “al concebir el síntoma como un mensaje cifrado que revela y encubre al mismo tiempo ciertos deseos, angustias y conflictos de una persona, recurre para acceder al sentido inconsciente del mismo, a las asociaciones verbales del sujeto, que abrirán el camino a la expresión de aquello que había sido reprimido. De este modo, el psicoanálisis sustituye la clínica de la mirada, propia del modelo médico, por la clínica de la escucha: se ofrece al paciente la posibilidad de hablar, puesto que sólo en su discurso podrá emerger su propia subjetividad, en la medida en que logre poner en palabras aquello que se manifestaba como síntoma.» (Turbet;2001) La Asociación Internacional de psicoanálisis (IPA)[28], en su documento titulado “sobre el psicoanálisis”, define éste como una teoría sobre el funcionamiento de la mente humana y una práctica terapéutica, fundada por Sigmund Freud entre 1885 y 1939, que continúa siendo desarrollada por psicoanalistas por todo el mundo. Éste, tiene cuatro áreas principales de aplicación: 1. Como una teoría del funcionamiento de la mente humana. 2.Como un método de tratamiento para los problemas psíquicos. 3.Como un método de investigación. 4. Como una forma de ver y analizar los fenómenos culturales y sociales, como son: la literatura, el arte, las películas, movimientos políticos y grupales. (IPA;2020) Los psicoanálisis hegemónicos Matrajt refiere que existen varios tipos de psicoanálisis, el autor primero caracteriza los que él denomina psicoanálisis hegemónicos. Estos son “todas estas corrientes convencionales que plantean un inconsciente a-histórico, a-social, universal y casi eterno.” (Matraj;2017) Es decir, aquellos psicoanálisis que aíslan al sujeto de su contexto social, histórico político, económico. Y encierran la constitución del psiquismo en una lectura que sólo se ajusta a los síntomas que la teoría psicoanalítica dice que el analizante debe de tener, esto se debe a que dichos psicoanálisis al igual que la psiquiatría biomédica sólo se quedan en una actitud clasificatoria y universalista. Para los psicoanálisis hegemónicos la forma de comportarse y de interpretar el inconsciente del analizante, se reduce a lo que dice la teoría psicoanalítica, esto se debe a que este tipo de psicoanálisis no logran hacer una interpretación compleja y contextualizada del sujeto, pues este tipo de interpretación sólo puede alcanzarse desde los psicoanálisis críticos que se conciben únicamente en la dialéctica que se genera entre la teoría psicoanalítica, los determinantes sociales de la salud de modo estructural, la subjetividad, y la interrelación que dichos psicoanálisis forjan con otras disciplinas. Para Matrajt, los psicoanálisis hegemónicos “confunden conceptualmente lo “social” con la existencia de otro”[29], anulando la existencia de toda la organización y los determinantes de lo social.”[30] En consecuencia, dichos psicoanálisis se restringen “a la realidad psíquica, con lo cual el análisis del fantasma individual exime al investigador de la inteligencia de lo que da origen a ese fantasma. Tampoco distinguen historia de mitología, con lo cual alejan al psicoanálisis de la ciencia y lo acercan a la metafísica. Obviamente, desde esta posición, las relaciones entre la subjetividad y la sociedad carecen de sentido.”[31] La mayoría de los psicoanálisis hegemónicos “no toman en cuenta a la sociedad real, sino su fantasma inconsciente” y son “muy reacios a la interacción con otras disciplinas”[32]. Es decir, son psicoanálisis que sólo se ciñen a lo que el analizante expresa en el diván, pues para éstos el verdadero espacio para la práctica legitima del psicoanálisis se da exclusivamente en la relación bipersonal clásica, en el ámbito del consultorio privado, esto genera que la subjetividad quede reducida al ámbito familiar, a las relaciones más estrechas acontecidas en la primera infancia o a la subestimada “tercer serie complementaria” de Freud.[33] Olvidando por completo la valentía que Freud tuvo al intentar comprender ciertos aspectos psicológicos de las masas, la iglesia y el Estado, tal como lo señala Matraj. Psicoanálisis y determinantes sociales de la salud Para Matrajt, es medular plantearse la constitución del psiquismo “como una producción social de la subjetividad, esto significa considerar la forma singular, inédita e irrepetible como cada psiquismo procesa las múltiples influencias que recibe, hegemónicamente las sociales, incorporándolas y transformándolas, estructurando de esta forma configuraciones que en parte son expresiones de estas influencias y en parte son subversiones que buscan lo nuevo.[34] No hay que olvidar que a fines de los 60, en Argentina, se “persiguió a los psicoanalistas escindidos de la Asociación Psicoanalítica Argentina, un ala de la izquierda que usó el psicoanálisis como herramienta para protestar contra todo sistema opresivo.” (Ventura; 2013:120) El psicoanálisis “representaba una teoría política en estado práctico considerada como una ideología amenazante”[35] debido a que la tradición psicoanalítica argentina incluía entre sus prácticas y cuerpo discursivo las problemáticas sociales que devenían de la condición de marginalidad, pobreza, desigualdad, con relación a varios campos de actuación, incluso al sector salud (Onocko;2008) el psicoanálisis tiene las herramientas necesarias para generar hombres libres, reflexivos y críticos, no sólo de sí mismos sino de todo lo que les rodea. A manera de cierre, podemos afirmar que la salud mental colectiva se caracteriza principalmente porque en el corazón de su teoría se distingue el proceso dialéctico entre la subjetividad y los determinantes sociales de la salud de manera estructural. Además de su capacidad dialógica con disciplinas como son la Psicología Social de Grupos e Instituciones y el Psicoanálisis crítico. Bibliografías: Citro, Silvia. (2011) Cuerpos plurales. Antropología de los cuerpos: J. Csordas Thomas. Modos somático de atención. Elúa, Ana. (jul./dic. 2016) Hacia una salud mental colectiva. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría versión On-line. vol.36 no.130 Madrid Fabris, F. HOLOGRAMATICA – facultad de Ciencias Sociales – UNLZ – Año VII, Número 15, V1 (2011), pp. 23-42 Recuperado de www.hologramatica.com.ar o www.unlz.edu.ar/sociales/hologramatica La Asociación Psicoanalítica Internacional. IPA. (2020) Sobre el psicoanálisis https://www.ipa.world/IPA/IPA_Docs/Spanish%20About%20Psychoanalysis.pdf Martínez A., Correa M. Un saber menos dado: nuevos posicionamientos en el campo de la salud mental colectiva. Less well-established forms of knowledge: new positionings in the field of collective mental health.Salud Colect 13 (2) Apr-Jun 2017 . Recuperado de https://doi.org/10.18294/sc.2017.1168. Matrajt, Miguel (marzo,2017) Subjetividad y cultura. Textos#32. Recuperado de http://subjetividadycultura.org.mx/psicoanalisis-y-salud-publica/ Onocko, Rosana Campos, Adriano Massuda, Iris Valle, Gustavo Castaño, Oscar Pellegrini (25 de febrero de 2008) Salud Colectiva y psicoanálisis: entrecruzando conceptos en busca de políticas públicas potentes. Recuperado de https://www.scielosp.org/article/scol/2008.v4n2/173-185/es/ Polo, PE. Modos de vida, una categoría esencial en geografía y salud / Patricia Elizabeth Polo Almeida. – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO, 2016. Recuperado de http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/pobreza/20160307043241/Polo.pdf Restrepo, DA, Jaramillo JC. Concepciones de salud mental en el campo de la salud pública. Rev. Fac. Nac. Salud Pública 2012;30(2): 202-211 Strada, G. (2002) El desafío de la anorexia. Madrid. Ed. Síntesis. Ventura, Mariela (2013). Psicoanálisis y dictadura: un estudio en Tucumán (1976-1983). V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XX Jornadas de Investigación Noveno Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. Recuperado de https://www.aacademica.org/000-054/141

  1. Ibidem.
  2. Ibidem. Martínez & Martín; 2017
  3. Ibidem.
  4. Ibidem.
  5. Ibidem.
  6. Ibidem
  7. Ibidem
  8. Ibidem.
  9. Ibidem.
  10. Ibidem.
  11. Ibidem.
  12. Ibidem.
  13. Restrepo, Ibidem. Pág.205.
  14. Idem
  15. Martínez & Martín, Op. Cit
  16. Ídem
  17. Tal y como lo proponen Restrepo y Jaramillo.
  18. Fabris, ibidem, pág.29
  19. Fabris, ibidem, pág.30.
  20. Fabris, ibidem, pág.32
  21. Idem
  22. Fabris, ibidem, pág.36
  23. Fabris, Ibidem, pág.37
  24. Idem
  25. Fabris, Ibidem, pág.38
  26. Idem
  27. Idem
  28. Asociación Psicoanalítica Internacional. … (en inglés International Psychoanalytical Association (I.P.A.) y en alemán Internationale Psychoanalytische Vereinigung (I.P.V.)) es «el principal órgano regulatorio y de acreditación para el psicoanálisis en el mundo».
  29. Ídem
  30. Idem
  31. Idem
  32. Idem
  33. Ídem
  34. Ídem
  35. Ídem

 

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