Por Aldo Saúl Uribe Nuñez
Introducción
El consumo de sustancias psicoactivas es uno de los grandes problemas que actualmente atenta contra la salud pública a nivel mundial. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el año 2010, aproximadamente 230 millones de personas, es decir, el 5% de la población a nivel mundial, consumieron alguna droga ilícita por lo menos una vez. Para este informe, el consumo de sustancias psicoactivas ha tenido tendencia a comenzar desde la etapa de la adolescencia y juventud, y se presenta un incremento en el consumo de las mismas entre jóvenes.
Esta problemática ha evidenciado que el consumo de drogas no solo es una cuestión en materia de salud, sino una problemática que repercute en distintos estratos de la vida individual y social. El impacto que tiene en el ámbito individual, social, político y económico, ha sido objeto de estudio para el científico social. La evolución de la percepción social del consumo de alcohol se ha venido modificado a través de la progresiva normalización del mismo, sobre todo en el sector poblacional juvenil, con el establecimiento y la radicalización de los discursos que asumen, de forma creciente, la implantación de los mismos en dinámicas sociales normalizadas y despojadas de preocupaciones que no sean frecuentes a otros muchos tipos de consumo.
Monteiro (2007) citado en Salcedo, Palacios y Espinosa (2011), refiere que el alcohol, como principal factor de riesgo para la carga de morbilidad en las Américas, el consumo y los patrones que lo caracterizan, los trastornos por el uso del mismo y las muertes relacionadas con éste, son las cinco razones que justifican la relevancia de considerar el consumo de alcohol como un problema de salud pública. El National Institute of Alcohol Abuse and Alcoholism (2000), citado en Monteiro (2007), ha documentado que el alcohol es la droga predilecta en los jóvenes, la cual es utilizada con mayor frecuencia e intensidad que todas las demás drogas ilícitas combinadas.
Frente al crecimiento del consumo de alcohol en jóvenes y ante una sociedad que cada día contempla su uso de forma normalizada, este ensayo pretende examinar y comprender de qué forma el consumo de alcohol tiene incidencia en el estilo de vida de los jóvenes. Se realiza una aproximación al tema teniendo en cuenta las creencias, prácticas y demás elementos socioculturales que influyen en que este fenómeno se presente en este grupo poblacional.
Las drogas, en sus distintas facetas, han conquistado nuestro entorno. Estas facetas incluyen un periodo de producción, venta, distribución, uso y dependencia, dañando todos los grupos de la población y teniendo una relevancia importante en la salud pública (Medina et al, 2013). La OMS (1969) define una droga como una sustancia que es introducida en un organismo vivo y es capaz de modificar una o varias de sus funciones. El abuso de ésta, tiene efectos psicoactivos que generan cambios en el estado de ánimo, la conciencia, la percepción y el comportamiento; susceptibles de ser administradas (adictiva).
El consumo de drogas en México, por ejemplo, ha ido aumentando. Según la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT, 2017), del año 2011 al año 2016, el aumento en el consumo de drogas tuvo un avance significativo entre la población general (12 a 65 años). El informe describe que el consumo de cualquier droga “alguna vez en la vida” fue de 10%, un aumento preocupante a comparación de los datos obtenidos en el año 2011. Para dicho organismo, el uso y abuso de sustancias adictivas como el alcohol, representan en la actualidad un fenómeno complejo, el cual repercute significativamente en la salud de los individuos y su entorno, además de constituirse como un problema sanitario en el marco local y nacional.
Diversas investigaciones han documentado que sus raíces involucran elementos culturales, políticos y económicos, además de ser una problemática que atenta contra la salud de todos los grupos sociales (Musayón et al, 2005). En México el consumo de alcohol en jóvenes ha generado interés desde una perspectiva de salud pública por los problemas derivados de su consumo. Los datos arrojados por la Encuesta Nacional de Adicciones-ENA (Secretaria de Salud, 2012) nos dicen que existe una prevalencia significativa del consumo de alcohol en adolescentes, además, México se sitúa en un 26.6% de consumo, por lo que resulta preocupante y alarmante que el 64 % de los adolescentes cree que consumir alcohol es normal.
En población universitaria, los resultados de las encuestas revelan que el número de personas consumidoras de alcohol y las problemáticas asociadas con ello aumentan con la edad. Los estudios realizados en torno al consumo de alcohol en jóvenes se han centrado en las actitudes, una variable psicosocial importante, pero que tiene escaso valor predictivo en el consumo de alcohol, siendo más determinantes variables como el sexo, cantidad de problemas asociados, entre otros (Mora-Ríos y Natera, 2001).
Consumo de alcohol y estilo de vida en jóvenes
La población juvenil está sujeta a diversos cambios fisiológicos, típicos de la juventud, a los que se añaden posibles cambios culturales y sociológicos provenientes del comienzo de la vida adulta: abandono del hogar familiar en la gran mayoría de casos, comienzo de una vida independiente, etc. Estos elementos repercuten directamente sobre los hábitos alimenticios y el estilo de vida, los cuales se mantendrán en muchas ocasiones a lo largo de la vida (González, de la Montaña y Bernández, 2002 citado en Ledo-Varela et al, 2011). La adolescencia es una etapa de gran relevancia donde se generan cambios físicos, emocionales, sociales, familiares, educativos, entre otros. La búsqueda de la autonomía e identidad son aspectos importantes para el joven. Esto se favorece o no por su historia previa, apoyo/no apoyo y comprensión de su familia, existencia o no de problemas en la misma, grupo de amigos, etc. (Becoña y Vázquez, 2000).
Los estilos de vida (EV) hacen referencia a los comportamientos cotidianos y habituales que caracterizan el modo de vida de una persona y que suelen ser permanentes con el tiempo (Fernández del Valle, 1996). Desde hace décadas, los investigadores han intentado encontrar una relación entre el estilo de vida y las conductas de riesgo en los adolescentes y jóvenes. Flórez (2007) declara que cuando el campo se delimita a la salud, las pruebas empíricas acumuladas en el estudio del estilo de vida permiten afirmar que son las conductas las que tienen un impacto significativo en la salud, en la medida que su presencia o ausencia, pueden representar un factor de riesgo o de protección para el individuo y la sociedad.
Está claro que la salud es un valor social que tiene relación con la calidad de la existencia humana. Dicho valor es concreto y es determinado por el modo de producción, el nivel de bienestar socioeconómico alcanzado y las situaciones políticas existentes (Espinosa, 2004). Dentro del componente estilo de vida, es importante mencionar que la satisfacción que se tiene sobre la vida, el nivel socioeconómico, así como las prácticas específicas de cada dimensión del EV (ejercicio y actividad física, tiempo de ocio, autocuidado y cuidado médico, etc.), influyen de forma significativa en que éste sea o no positivo en la vida del individuo.
En el campo de la salud del adolescente y joven, los estilos de vida aparecen relacionados con problemas sociales de gran relevancia tales como los embarazos precoces, enfermedades de transmisión sexual, abortos que ponen en riesgo la salud, infección por VIH/SIDA, las incapacidades, las lesiones o muertes por accidentes de tráfico, trastornos por el consumo y abuso de drogas y trastornos de la conducta alimentaria, a causa del sedentarismo y la dieta (Hérnán, Ramos y Fernández, 2004 citado en Lema et al, 2009).
En estudios previos relacionados con el consumo de alcohol en jóvenes universitarios y estilo de vida, se han encontrado que este sector inicia su consumo en la adolescencia, representando, así, un riesgo para su salud individual y social. El hecho de comenzar a consumir alcohol a una edad temprana aumenta la probabilidad de que se mantenga y agudice durante la vida adulta y se pueda llegar a depender de la sustancia (Musayon et al, 2005). De igual manera, el alcohol es la puerta de entrada al consumo de otras sustancias y compone un riesgo para la salud solo o en combinación con otros hábitos frecuentes en población universitaria como el consumo de tabaco y la práctica de dietas inadecuadas asociadas a enfermedades de índole crónicas (Londoño et al, 2005).
Villareal, Sánchez, y Musitu (2012) refieren que el consumo de alcohol en la adolescencia y juventud es el reflejo de una manera de adaptarse a la sociedad. Por ende, la dimensión psicosocial alude a un nivel de análisis ecológico, en el cual los comportamientos de los individuos adquieren sentido desde los significados socioculturales, significados arraigados al estilo de vida de los individuos. Por otra parte, estudios elaborados con el DUSI en poblaciones latinoamericanas indican que el consumo de drogas está relacionado primariamente con alteraciones de la conducta, problemas en el ámbito familiar y de ajuste escolar o laboral, el establecimiento de relaciones con amigos consumidores, y con un inadecuado uso del tiempo libre (Gosebruch, et al, 2003; de Micheli y Formigoni, 2004).
Desde el punto de vista anterior, investigaciones realizadas en población mexicana arrojaron resultados similares: se identificó una mayor relación entre el consumo de drogas, por una parte, y por otra, el bajo control conductual, la pertenencia a redes sociales disfuncionales, una baja adherencia escolar y, en menor proporción, un inadecuado uso del tiempo libre (Díaz, Arellánez y Martínez, 2002).
El consumo de drogas en jóvenes y adolescentes está relacionado a un estilo de ocio recreativo acompañado con un grupo de iguales, en donde se busca la sobre-estimulación, y como mecanismo de reafirmación de la identidad grupal (Geoffrey, Kristin y Faith, 2008; Moral, Rodríguez y Sirvent, 2006). Quienes trabajan con base en esta problemática han señalado factores de riesgo, como también de protección de carácter psicológico y social. Estos autores encontraron que existen factores psicológicos como la autoestima, el autocontrol, las habilidades sociales, las variaciones psicológicas y los factores de afrontamiento y enfrentamiento en los cuales se encuentran los preconceptos, las creencias religiosas y el maltrato.
A partir de lo planteado, podemos decir que, ante el incremento del consumo de alcohol en jóvenes, se hace necesario identificar y analizar qué significados tiene, su impacto en el estilo de vida y qué factores influyen a que este fenómeno se presente. Por desgracia, en México, este tipo de estudios son insuficientes por lo que las referencias sobre el consumo de alcohol y estilo de vida en jóvenes son pocas. Es importante examinar los distintos factores que existen en el contexto individual, social y político de los jóvenes, para así lograr proponer medidas de intervención encaminadas al incremento de estilos de vida saludable y la prevención del consumo de alcohol.
Conclusiones
A medida que pasa el tiempo, cada vez son más los trabajos científicos que van dirigidos a la exploración y el análisis del consumo de alcohol y el estilo de vida en los adolescentes y jóvenes. El consumo de sustancias, especialmente el alcohol, forman parte del espacio recreativo de muchos jóvenes, por lo que dicho fenómeno constituye uno de los más importantes en la actualidad. La percepción de los jóvenes hacia el consumo de alcohol depende en gran medida de la experiencia que éstos hayan tenido anteriormente con dicha droga.
Percibir los riesgos que existen ante esta problemática no es suficiente para evitar el consumo. El profesional debe revisar y explorar los diversos factores que influyen en que este tipo de práctica se presente. Si bien este artículo giró en torno al advenimiento del consumo de alcohol en jóvenes mexicanos, no se debe dejar de lado que este fenómeno es de carácter global. Es así que se hace necesario abordarlo desde una perspectiva local, nacional e internacional. Prevenir el consumo y promocionar estilos de vida saludable, no depende solamente de las instancias o profesionales en materia de salud, sino que es responsabilidad de cada uno de nosotros, que se puede ejercer construyendo individuos críticos y creando consciencia en pro de una mejor sociedad.
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