El derecho a no aburrirse: Una Charla con María Pérez-Yglesias

Por Victoria Marín Fallas

Si hay una escritora costarricense que sobresale no solo por su notable talento y prolífica producción, sino también por su mirar vivaz, luminoso y alegre que evoca la frescura y el entusiasmo de la infancia, esa es sin duda María Pérez-Yglesias.

En sus escritos, la memoria y la experiencia personal se entrelazan con la ficción y la fantasía. Sus personajes, que van desde seres humanos hasta elementos de la naturaleza, están imbuidos de una vida y sensibilidad que reflejan su profundo compromiso con la empatía, el afecto y la esperanza. La obra de Pérez-Yglesias es un testimonio de su capacidad para transformar la realidad y la imaginación en una experiencia literaria diversa, coherente consigo misma y profundamente conectada con la condición humana.

Por estas razones, me pareció apropiado explorar a fondo sus perspectivas artísticas y enfoques literarios. A través de la siguiente entrevista, los y las invito a conocer sus opiniones, este pedacito del pensar y del sentir de María Pérez-Yglesias, a descubrir un poco de la esencia que la hace tan especial.

—Aunque esta pueda parecer una pregunta trillada, no deja de ser relevante para algunos de nosotros: ¿Qué principios considera inherentes a toda obra de arte?

La estética y, aunque para muchos sobraría, la ética (como sentido de la vida, subjetividad). Tres valores de mi ética personal atraviesan mis propios textos: el afecto, la solidaridad y la esperanza como base de la sobrevivencia, la responsabilidad social, el respeto y la empatía.  En el caso de la escritura literaria es fundamental tomar en cuenta la llamada “originalidad” como creación, la forma de expresar, lo lúdico, la intención subjetiva, la ficción e imaginación. En distintas palabras, la subjetividad y el ingenio.

—¿Cree que la ley de la proporción puede ser aplicada a la narrativa? Si es así, ¿cómo podría lograrse sin caer en la mera reproducción de un canon preestablecido?

La ley de la proporción  ha sido una base para analizar fundamentalmente el arte visual (arquitectura, imagen, diseño, escultura), pero podría aplicarse a la narrativa desde el punto de vista de la armonía, el equilibrio y, por qué no, la coherencia y/ o la verosimilitud. Una característica significativa de la literatura contemporánea es la ruptura de los cánones rígidos establecidos por la tradición literaria.  Muchos escritores utilizan de alguna manera la proporcionalidad -directa o inversa- en la planificación de sus textos, en su plan de mesa. No así en mi caso donde éste esquema, idea fuerza,  en principio no existe y el texto se va conformando -configurando- en la escritura misma.  Sin que ese sea el propósito racional, la forma de no reproducir tal cual el canon -inevitable de por sí al comparar- es la experimentación. Por una parte experimentar con lo ya establecido rompiendo algunos elementos como, por ejemplo, escribir ciencia ficción,  literatura fantástica, literatura de viajes o detectivesca y, por otra, jugar con los géneros o subgéneros: el testimonio, la poesía, el cuento, la memoria, la microficción y, dentro de ellos,  con alguna novedad. 

—¿Podría darnos algunos ejemplos con su literatura?

De mis textos se podría ejemplificar con la serie de Mapy (seis libros) donde se busca construir historia local, de vida cotidiana, de época, obviando la visión de poder a través de los ojos de una niña entre los seis y los doce años. Otros casos pueden ser los cuentos de pareja, formados cada uno por dos versiones (Boleros nos volvemos tango o Anclas sin poema); escribir por primera vez -por una persona costarricense- cuento centroamericano con hechos, personajes y ambiente del área (La frontera de la luna y el sol, Silencio, el mundo tiene el ala rota o Cerro pelón, lágrimas de Barro);  hacer relatos (narrar) donde se une el verso  -los y las jóvenes protagonistas lo usan para contar- y micro escenas en prosa para los adultos (Un poema, una niña, una historia o Palabras de niño sin tiempo); hacer poesía temática, por ejemplo 104 poemas dedicados a las hojas o al mar (El susurro de las hojas cómplices o Bailando con el mar); un estilo inédito (anecdótico  y humorístico) para la literatura de viajes (Diario de una viajera distraída); el uso del micro relato para construir una gran historia (Guerra en pocas palabras).  Esto sin contar con el intento de romper lo etario con textos para lectores de todas las edades (Las Cyber brujas en Valle escondido, Ágata, Max el perro más raro del planeta, Colibrí y la niña pinta pecosa, Los rehenes de la sombra del monstruo… ) a partir de la idea de que la literatura es literatura…

—¿Cómo cree usted que las emociones intensas y las experiencias profundas influyen en la creación artística? Hay quienes afirman que solo aquellos que han experimentado un gran sufrimiento pueden crear una belleza excepcional. ¿Ha encontrado alguna vez esta idea reflejada en su propia experiencia o en la de otros a quienes considere virtuosos?

La historia de la literatura universal lo ha demostrado una y otra vez, aunque en algunos casos no resulte tan evidente como temática. En mi propia literatura es clarísimo sobre todo, pero no exclusivamente, en mis obsesiones temáticas:  la guerra, el exilio, la orfandad, la muerte, la niñez y la adolescencia, el misterio de la significación, lo inexplicable porque trasciende los sentidos,  el sentido trágico de la vida,  las dificultades de las parejas… ¿Quién podría entender lo que se siente sin ser huérfana, vivir como exiliada, enfrentarse una y otra vez al cuido, la vejez y la muerte,  sentir las guerras de otros como propias, experimentar dolores en las relaciones personales, vivir en una búsqueda eterna de respuestas,  experimentar el mundo de lo no racional?

—¿Qué papel cumple la memoria en su proceso de escritura? ¿Cómo logra abordar y trabajar la subjetividad emocional que evoca el recuerdo? 

La memoria es, para mí, uno de los ejes estructurantes de la escritura.  Es interesante, porque, además, empiezo mi proceso de escritura literaria con más de medio siglo de vida. Mis dos primeras publicaciones aparecen poco antes de cumplir sesenta años. Es importante recordar que mi vida se construye desde que nací a partir de la memoria de mi abuela, su viudez, las guerras vividas en España, el exilio, el rechazo, el dolor y la tristeza, la diferencia. Soy producto de la muerte temprana de mi madre, de la no pertenencia, el robo a los cuatro meses, el limbo. El contraste entre dos continentes,  el dolor de la pérdida y el rechazo. Producto de la contradicción de un colegio de monjas y una casa donde la iglesia es rechazada por hechos históricos ocurridos.  Soy producto de la soledad de una niña de enormes posibilidades intelectuales y sentimientos volcánicos, de autismo enmascarado y cerebro neuro diverso que busca ser aceptada, entender lo desconocido, lo mágico, lo que es y no es al mismo tiempo. Que necesita desentrañar las nebulosas, jugar con el misterio del lenguaje, entender sin límite. En mí los recuerdos no no son la búsqueda del tiempo perdido como en Proust -aunque coincidimos con la importancia de los sentidos-  es el encuentro de la realidad actual en la memoria.

—¿Cómo interactúan en su obra los conceptos de verdad, ilusión, realidad, imaginación e imitación?

Para mí la verdad no existe, se construye.  Tampoco existe la objetividad pero sí la honestidad y, por eso soy honesta y subjetiva.  La realidad es también un constructo individual y colectivo atravesado por ilusiones, sueños, invenciones e imaginación imposible de aprehender sin ellas.  Por eso nos debatimos entre lo prescrito y lo prohibido,  lo que se dicta como canon, como ley y orden y la rebeldía.  Todo lo que somos y escribimos -porque somos- se juega en esta tensión. Imitamos para ser aceptados y esconder aquello que nos hace diferentes hasta que nos rebelamos, hacemos nuestra revolución relativa  y convertimos la diferencia en el canon propio.  Esta es una marca de lo actual.  Mostrar lo oculto, lo no convencional,  el juego interior.  Muchas veces sin conciencia buscamos nuestro camino y por eso, en mí, ese juego infinito de decir, de cuestionar,  de contradecir y de afirmar. La realidad (subjetiva y a la vez reconocida colectivamente) es donde se juega la creatividad.  Esa donde el sueño,  lo lúdico, la magia, lo intuitivo son solo armas para expresar más allá de la razón. Mi literatura es diversa en géneros y estilos, tan diversa como la tensión entre la realidad,  la  memoria y la imaginación. 

—Para usted, ¿cuál es la importancia del arte de la memoria vivencial y el arte de la memoria colectiva en el ámbito individual, político y social? ¿Cree que elementos como el impacto, la forma y la utilidad de estas manifestaciones ayudan a diferenciarlas de un simple panfleto?

Eso somos: memoria vivencial y entorno en diálogo permanente. Creo en la psicología transpersonal y en la memoria colectiva como marca indeleble en cada uno de los seres conscientes. Somos seres en construcción y procesos inacabados, engarce en la cadena de los tiempos y puente permanente, ayer y hoy suponiendo futuros. Somos seres sociales y políticos pero las manifestaciones y las intenciones son distintas si se quiere informar, convencer, manipular o dialogar o impactar con la palabra por medio de la estética.  El valor está en la creatividad, en el entretenimiento placentero, en el juego y no en la repetición sistemática. En hacer sentir, en conmocionar, en provocar el goce estético, eso sin detrimento del aprendizaje y la reflexión.  Aunque muchos elementos de mis textos son autobiográficos, personales, los temas generales pertenecen a la colectividad en sus rasgos comunes, universales. Escribo de mi guerra interior y de las guerras como consecuencia histórica, es mi exilio y el de muchos,  una orfandad, la mía y la de miles, y no hay nada más colectivo que la muerte aunque vivamos las nuestras, la propia.

—Los personajes que pueblan sus relatos suelen ser de naturalezas muy variadas y orígenes distintos, ¿considera que esta cualidad le confiere a la literatura un mayor valor estético?

Los ambientes, los tiempos históricos,  las geografías,  las acciones y temas varían pero son los personajes quienes alcanzan preeminencia en mis historias sin importar si son seres humanos, animales, seres fantásticos,  el mar o las hojas de los árboles… todos  vivos y  distintos a los de su especie. Importa la vida en el  contexto y la coyuntura específica que la condiciona y da a esos seres características complejas. Lo que más me gusta viendo hacia atrás una producción de más de cincuenta libros escritos -solo 23 publicados-  es la versatilidad para asumir protagonistas niños, adolescentes y adultos de distintas clases, diferentes épocas, etnias,  opciones sexuales,  condiciones físicas y mentales o posiciones de poder. Personajes mágicos como brujas, dragones o los ángeles de la guarda del séptimo cielo;  gatos, perros o pájaros, insectos o peces todos humanizados, sensibles y muchos protagonistas de sus historial en primera persona.  Sin olvidar la sensibilidad de una hoja, la furia de Neptuno o el suspiro del agua.  La capacidad -increíble para mí misma- de ponerme en sus zapatos, sus patas o el movimiento de las olas, la textura olor o sabor de la hoja,  ver las cualidades de una cucaracha, un colibrí, una mantarraya, una vaca marina,  un erizo, un zopilote albino o un murciélago vampiro me resulta ingenioso. Como protagonistas muchas veces, como testigo o bajo la mira de un narrador omnisciente, los personajes son la esencia – a veces yo misma- del texto. Sabemos tan poco sobre el cerebro,  los animales o las plantas, los espacios misteriosos y mágicos, a pesar de los avances científicos, que solo nos queda imaginar, inventar, crear aunque sea inevitable la comparación.

—¿Cómo se encuentra María Pérez-Yglesias en ese mar de voces? ¿Qué es lo más suyo? ¿En ese sentido, qué aspecto único o esencial permanece en cada uno de sus personajes?

Lo más mío soy yo misma, mis miedos endémicos, mis contradicciones, mis diferencias, mis sentidos, sensaciones y sentimientos más profundos, mi insondable sentido del amor más que del humor, mi generosidad intrínseca, mi energía positiva y mi esperanza a pesar de las desilusiones, los dolores y las evidentes muestras  en el entorno de prepotencia, celos, competencia salvaje, egoísmo y estupidez.  Lo más mío además de la familia, amigas y amigos maravillosos, es la posibilidad de acceder a un derecho que pocos legitiman, el derecho a no aburrirse.  Lo más mío es el disfrute al investigar, sentir y escribir y, por supuesto, dialogar con las y los lectores. Lo más emocionante: saber que si a mis libros los atraviesa el afecto, la solidaridad y la esperanza es que, de hecho y sin duda,  son esos los ingredientes energéticos que me regaló la vida al nacer. ¿Qué más podría pedir, si la inmortalidad nos fue vedada?

 

 

 


 

María Pérez-Yglesias (San José, 1949). Nace en Costa Rica,  estudia Filología, Lingüística y Literatura, en la Universidad de Costa Rica (UCR), y realiza, en Bélgica, un Doctorado en Comunicación Social, con especialidad en semiótica. Tiene tres hijos y siete nietos  y comparte vida y escritura con su compañero Nery Barrientos Montes hasta su fallecimiento. Directora de la Maestría en Literatura, Decana del Sistema de Estudios de Posgrado (SEP) (1996-2004)  y Vice-rectora de  Acción Social (2004-2012), además de académica se interesa por la gestión cultural. Catedrática desde 1986 es autora de más de ciento cuarenta publicaciones académicas con temáticas e intereses muy diversos. Publica cuentos, poesía, relatos para niños, novelas y memorias a partir de los cincuenta y nueve años.  Escribe una columna semanal, “Pensar y reír”, en la Extra  y “Cartas a María”, en Proa de La Nación, durante catorce años. Pertenece a los Talleres literarios Poiesis y Noche de Letras,  es Vice-presidenta de la Asociación Costarricense de Escritoras (ACE), forma parte de Convergencia Literaria,  ClubdeLibros y  Palabras Viajeras. Ha colaborado con dos programas de Radio UCR de la comunicadora Liliana Solís: Compartiendo la palabra y En primera persona. Además, participa en lecturas y actividades para estimular la lectura y escritura en escuelas, colegios y otros espacios. Forma parte de varias antologías con poesía y cuentos de ciencia ficción, fantásticos y realistas. Humanista, creativa, solidaria, crítica, comprometida, apasionada y afable escribe con el convencimiento de que las utopías son realizables y de que, al final, todo camino se abre a la esperanza.  Sus obras literarias publicadas: Las fronteras de la luna y el sol y Boleros nos volvemos tango (2008), Silencio el mundo tiene el ala rota (2010), Piojitas y piojosas (2011), Mapy y la monja que vuela (2012), Cerro pelón, lágrimas de barro ( 2013), Anclas sin poema (2015), Te voy a recordar. Cuentos de Ciencia ficción (coautora, 2015), Vivir para jugar (2016), Mapy de Aranjuez: La rebelde del reino de las alumnas caídas  Mapy y las historias que parecen cuento (2019),  Rollos en vuelo. Cuento fantástico  (2021, coautora),  Diario de una viajera distraída (2021), Palabra de niños sin tiempo y Un poema, una niña, una historia, ambos, Cuenta poemas en escena (2022) todas ellas en la EUNED.  Los libros de poesía Bailamos con el mar (2018) y El susurro de las hojas cómplices (2021) en la Editorial UCR;  La cueva de Alí, Babá y los 40 erizos matones (2018), Las CyberBrujas en Valle Escondido (2020), Soy Max, el perro más raro del planeta ¿quieren saber por qué? (2022), Ágata (2023), Colibrí y la niña pinta pecosa (2024) en Clubdelibros. Tres de sus textos están en edición (ecociberbrujas@CincoEles.com y el monstruo de alas blancas, La cabaña de los enigmas azules y Los rehenes de la sombra del monstruo) y posee una amplia producción de literatura infantil y juvenil, cuento, ensayo, novela, micro-relato y poesía, aún inéditos.

 

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