Cabeza Rota – Breve reseña desde el bosque

Por Ximena Cobos Cruz

La oscuridad del inicio se disipó. De pronto, risas del público, una ternura, una calma que precede a lo incierto. Una cotidianidad apacible que rodea la vida antes del quiebre. Luego todo transcurre hasta llevar al público hacia el llanto, un llanto que también viene lleno de ternura frente a los sueños que se terminan, las repúblicas que dejan de ser soberanas y sencillamente se disuelven. La metáfora perfecta de esa delicada puesta en escena es la forma liviana que tiene un gran globo al ejercer su danza hallando pequeños impulsos, finos toques que no le permiten aterrizar al suelo.

Cabeza rota es una producción de la compañía de teatro Casa Gris, originaria de Oaxaca. Está dirigida, escrita y protagonizada por Zezé Figueroa Ramos, quien maneja el escenario con una fuerza capaz de ir del temblor a la danza, necesaria para narrar las emociones que brotan cuando el cuerpo enfrenta la enfermedad como un suceso totalmente inesperado, y todo se convierte en una serie de cambios tras cambios tras cambios de rutinas que lo cimbran todo: el corazón, la garganta, la cuenta de banco y el espaciotiempo en la espera de una respuesta.

Foto: Carmina Cardiel

En esta obra se pone el cuerpo con singular verdad. No se trata solo de actuar con sentido, sino de hacer una especie de testimonio en el que la enfermedad no es la protagonista, sino lo que se quiere hacer con la vida de un cuerpo que parece escaparse de las posibilidades de soñar tanto, que subiría un cerro, bajaría un cerro, subiría un cerro, bajaría un cerro y se volvería a enamorar y a rasparse e iría al zoológico cuantas veces sean necesarias, aunque lo que en realidad se desea sea un bosque para escribir los sonidos del viento.

Y aunque esto no diga nada a quién me lea, sigue siendo una invitación a la poesía, una apuesta por enfrentarse a experimentar que el ritmo existe en muchos ecosistemas: el lenguaje de las manos dispuestas a interpretar una escena; la voz que anuncia la sencilla fuerza de un poema que añora y perdona al mismo tiempo.

En menos de una hora, Cabeza rota, una probable muestra de teatro expandido, nos permite reconocernos otra vez como seres vulnerables. Recomiendo disfrutarla haciendo un pacto de espectadores como cuando asistimos una película de Michel Gondry. Desde este bosque que desea volver muy pronto al zoológico para admirar a los bisontes, les recomendamos seguir las redes de Casa Gris y cuando haya una nueva presentación de Cabeza rota, brindarse el regalo suavecito de no perderse su puesta en escena —y lleven pañuelos—.

 

 

 

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