Liyanis González Padrón (Pinar del Río, 1971). Escritora y poeta cubana . Reside en Ecuador desde 1995. Es profesora de literatura. Ha publicado los poemarios Estaciones de sombra (2005), Cofre de alquimias (2008), Cambios de nombre (2012), Papeles nocturnos (2016), Bajo la dulce agonía de la piedra (2019), y Lo que fue ciudad (2022). Ha participado en eventos internacionales como el Encuentro Poético Pájaros Errantes, en Chile (2021); las Jornadas Pellicerianas, en México (2021); Poésie Marrakech 7ème édition, en Marruecos (2020); la XXVI Feria Internacional del Libro de La Habana, en Cuba (2017), entre otros. Sus textos han sido traducidos al inglés, francés, portugués, italiano y taiwanés.
Ignorar la noche
Ignorar la noche es imposible
mirar en dirección a su apetito
no mirar
decirle en las fisuras de la voz
que triture su pulpa en los excesos
a cambio
ofrecerle el sueño
como resuelto cuchillo
sin respirar su eterno
y humano cráneo de animal
imposible no tragar
hasta el espanto de su sombra
dominar la náusea de su huésped
construirle el lecho en un puñado de paja
una mentira
una losa de luz
no pronunciar su destierro
donde todo se apaga
y se ilumina
Lo que fue ciudad
En el principio,
creíamos que la ciudad albergaba señales
gorriones en los cordeles
letreros
banderines
Nuestros cantos subían a las nubes
y en la vieja estación
un tren silbaba la esperanza
por los rieles
donde corríamos como niños
bajo la fría llovizna
Yo me inventaba una historia
de aquellos tiempos
de quienes dijimos ser,
y como espiral que se corta
en las esquinas
ya solo quedan recuerdos
De repente,
alzamos unos muros
se hicieron más altos, más grises
infinitos
jorobas de asfalto en alambradas
y amargos alaridos de sirenas
Tú mirabas por las pequeñas ventanas
y decías:
hay ciudades que encienden la añoranza
Y yo, quebrando en tus aristas cierta luz,
miraba la única dirección de nuestra calle
Una ciudad de horror se levantaba
Desde entonces,
herrumbrosas nuestras piernas
caminaron otro tiempo
tras los pasos de aquellos
que cantaban
sobre los secos hedores de las alcantarillas
En nombre de un poeta
Un animal anda suelto
en el inmenso torrente de las noches
en su mirada
todos los relámpagos
en su saliva
el hedor que se vierte entre las bestias
un desfile de espantos
revela sus oquedades
El animal canta
usurpa el nombre de un poeta
como germen de la luna en otros tiempos
su voz asoma a medio siglo
para parir un verso
mientras sigue avivando sus reclamos
El animal se multiplica
en su monstruosa lengua
deforme
y perturbadora lengua
bulle aquel crimen cometido
El paraíso promisorio
de sus muertos
ha de sobrevivirle al mal de su locura
Contra todo pronóstico
El aire escogido es como un hacha
para la carne de nuestras maderas
y el colibrí las traspasa
José́ Lezama Lima
Ser cubano es llevar a cuestas una isla
Más allá de los despojos
puñados de piedra
calor
hambre
locura
llevamos la noche en los huesos
Somos la herencia de la soledad y del fuego
La algarabía del mar
que recorre los cantos
sin simulacros de estirpe en decadencia
Sobrevivientes de quienes nos dieron un nombre
de los que creyeron que Cuba era un planeta
¿Cómo mantener sin romper los cristales
el dulce sueño sobre la mísera corteza?
Sobre el ruido de palabras que ensordecen
juzgan otros
– con sus manos deformes –
pequeñísimas cargas de alas ciegas
¿Cuánto pagar de sobrevida?
Contra todo pronóstico,
ajenos al nombre que nos dieron,
la isla sangra
Aún la llevamos a cuestas
Jeroglíficas
A veces
yo miro las palabras
y les pido que escriban lo posible
por ejemplo
la vida de un hombre
que se queda sentado
hasta su muerte
con una muchacha altiva
entre sus piernas
Entonces
las palabras me miran
y en su hambre animal
de territorios
en la agobiante fe de mi utopía
liberan sus cuervos
que sin un solo graznido
con los ojos puntiagudos
rasgan la blanda pena de mis asnos