¡Aquí estamos! Sobre el Paro Nacional de Ecuador en junio de 2022

El Estado es el ruido, el Pueblo la melodía

Por Jessica Valeria Tupiza Lima[1]

En el aire se siente la indignación, huele a lacrimógena, huele a rabia, huele a coraje y también a miedo. Se escucha la trompeta que jamás dejó de sonar, así como el pedido de auxilio: ¡médicx!, ¡médicx!, que nos acompañó. Y la señora de los tabacos y las mascarillas, que la encontramos en cada esquina de la disputa en la calle. Las capuchas, los ojos rojos, los escudos, los cascos de bici o de moto. Se vislumbra la barricada, se escuchan los truenos, balas de perdigones, granadas, bombas lacrimógenas, todas caen sobre nosotras/os ¡Aquí estamos!

Los celulares se han convertido en el medio de comunicación inmediato y primordial, la mayoría, por no decir todxs, sacamos de vez en cuando para mirar las últimas noticias. Los “En Vivo” de los medios alternativos y comunitarios son la ventana del pueblo. Ese es nuestro periódico. Lxs periodistas son unx más de la primera, segunda o tercera línea, como queramos dividirle a la resistencia colectiva. Estamos, nos reconocemos en las distintas trincheras de esta, la lucha.

El campo y la ciudad convergen durante los días del #ParoNacional. Ambas cosmovisiones se cruzan, chocan, caminan juntas, se miran de reojo, están, han convivido todos estos días.

En los ojos se puede notar el cansancio, la rabia acumulada, la tristeza profunda por esta lucha que no es nueva, es eterna, la cargamos de generación en generación sobre nuestros hombros, sobre nuestra espalda, pero estos días se ha transformado en nuestro escudo. Y aunque exista cansancio no hay descanso, podemos seguir, podemos avanzar mientras el hombro a hombro sea colectivo, la fuerza interna es infinita, mirar al compa aguerridx significa recargarnos automáticamente.

¡Aquí estamos! no nos hemos ido, que la lucha y la resistencia no solo están en las calles, está en nuestra casa, en nuestros círculos, en nuestras lecturas, en nuestra mente, en nuestra historia, pero sobre todo en nuestro corazón. La resistencia es el fuego que señala aquella barricada que no se ha destruido, que sigue aguantando los bombazos de la opresión racista y del fascismo burgués que nos sigue dando duro, pero ahí estamos, somos miles, millones, no nos hemos ido.

Somos la garra de lxs que nos quitaron en el camino, de los 11 muertxs de octubre, de los 6 muertxs de junio y de todos lxs compas asesinadxs, de miles de maneras por éste y todos los Gobiernos criminales; en los hospitales por la falta de medicina, en aquella casa de madera por la falta de pan, por esa mujer a quien el patriarcado cómplice mató, por lxs desaparecidxs a quien la justicia olvidó, por todxs lxs víctimas de las inequidades por las que el Estado se vanagloria.

Descentralizar la lucha, nos hizo ver que la llama también la sostienen las comunas/barrios y comunidades de las periferias. Las calles del Kitu “intermedio” sobresalían por su silencio, las calles vacías dejan por sentado que quienes mueven a la ciudad no viven en ella, necesariamente; mientras que el Kitu céntrico, se convertía una vez más en el epicentro de la lucha, ese camino labrado históricamente es la arteria a la que vamos a volver una y mil veces, la gris ciudad se expande con nuestra alegre rebeldía, estemos donde estemos campo y ciudad, nos une la profunda indignación contra el poder. Ese que nos ha quitado hasta el miedo, pero no las ganas de arder en valiente autodefensa.

A las orillas de la ciudad, se desprende el humo de las ollas populares, en donde se cocina resistencia, la llama donde se levantaban jamás se apagó, esa hoguera que sostenía, el día, la tarde y la noche los estómagos de nosotrxs, de ellxs, de todxs quienes salimos de nuestra casa a poner el cuerpo por la única razón de que era realmente necesario.

La solidaridad creativa construyó varios frentes, las primeras líneas sobresalen diversas, tan diversas como las líneas ideológicas que se entrecruzaron en esos 18 días. No a todo podemos llamar solidaridad, hay que hacer diferencias conceptuales, pero sobre todo prácticas, de lo que accionamos como tal, pues el racismo exacerbado, así como el machismo y las prácticas no-compañeras, existen y es preciso aceptarlo. La “solidaridad” con tintes egocéntricos, asistencialistas e infantilistas no es más que racismo disfrazado; somos distintxs, nos separan no solo el territorio, nos separa las oportunidades que unxs tienen y otrxs no, porque, aunque estemos del mismo lado, no somos iguales, y precisamente esas diferencias tan diversas que se tejen, deben emanar en la práctica colectiva, es ahí donde están las respuestas; el puente y nexo es la solidaridad empática, es la juntanza, es el diálogo, es la Asamblea. Ahí es donde están las respuestas que pueden frentear a nuestra individualidad egoísta y egocéntrica que si la tenemos.

“Parar para avanzar” era la consigna que se leía en las paredes, que se escuchaba en las calles, y ni tan contradictorio, el parar significó moverse. Mover desde dentro, las entrañas de la individualidad y de lo colectivo. El pensarse qué es la organización resulta ser el objetivo pendiente, pues pareciera que aún no lo entendemos completamente, cuesta construirse compañerx, pues es un resultado lento de un proceso diario, de cuestionamiento y más que de teoría, de pura práctica. La organización y la colectividad van de la mano.

Octubre encendió la mecha, junio la avivó, queda la responsabilidad de sostener la llama para otro octubre, para otro junio, si es necesario; para cumplirnos el sueño de vivir dignamente.

 

 

 

[1] Desde 2022 estrené mis proyectos personales en la plataforma de IG @pantera._blog de escritura de pensamientos, espacio poético y transdisciplinario, y el fotográfico @foto_pixxelada; Actualmente, formo parte del Laboratorio de Excritura Rizomática, laboratorio Corpovisual de Investigación Social en Quito.

 

 

 

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