La sostenibilidad como fundamento de la educación hacia la transformación sistémica

Por Luna Alin Zárate

 

“El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemará la aldea para sentir su calor” – Proverbio africano.

Tras situaciones sumamente graves en nuestras sociedades, es común aproximarnos a los siguientes cuestionamientos: ¿Cómo fue que llegamos hasta aquí? ¿Por qué lo permitimos? ¿Qué está pasando? Sin embargo, en vez de convertirse en verdaderas reflexiones y puntos de partida para la acción estratégica, estos cuestionamientos suelen ser únicamente una manifestación de nuestro senti-pensar desde la impotencia, el miedo y la frustración.

Nuestros problemas actuales son una radiografía de la complejidad a la que damos vida con nuestras interacciones. Problemas cada vez más profundos, estructurales y pareciera que imposibles de abordar.  Y es que ¿cómo no parecerían imposibles si en el intento de crear soluciones, continuamos replicando los mismos patrones de comportamiento que nos llevaron a dichos problemas?

¿Se puede cambiar el mundo? NO. No podemos cambiar el que tenemos por otro como si fuera un intercambio comercial o material, pero SÍ PODEMOS TRANSFORMARLO. Y la transformación, a diferencia del cambio, requiere de un proceso más allá de la buena intención y la voluntad.

En la escuela, una de las frases favoritas de los alumnos es “¿Qué vamos a hacer hoy?”, cuya mejor respuesta podría ser “Transformar el mundo”. Al escuchar esto, alumnos pequeños, adolescentes o adultos por igual ríen y creen que es juego, pues se tiende a pensar que nuestro quehacer en el proceso de enseñanza-aprendizaje nada tiene que ver con ello, sin embargo, recordemos que la cultura es la herencia no biológica que se transfiere de generación en generación y su columna vertebral es el proceso, ya sea formal o informal, de aprendizaje. Es así como, día con día, van haciendo consciente su posición en el mundo, su contexto; deciden tomar posturas, y el aprendizaje, antes basado en memorización, puede por fin fundamentarse en la formación de seres humanos. Seres humanos que se asuman como agentes de transformación, seres conscientes de las consecuencias de nuestros pensamientos, palabras y acciones, por ende, seres libres. Pero ¿cómo podemos articular una educación que libere y transforme? Aquí, la respuesta es muy sencilla de nombrar: SOSTENIBILIDAD. En la práctica resulta más complejo de aplicar, pero proporcionalmente satisfactorio. Sólo articulando soluciones complejas, podremos resolver problemas complejos.

James Baldwin sostuvo que “Los niños nunca han sido buenos en escuchar a sus mayores, pero nunca fallan en imitarlos”. Por ello, a pesar de que, a través de una comunicación no violenta y asertiva, podemos generar una comunicación activa con nuestros niños y adolescentes, el ejemplo siempre resultará más potente en sus vidas. Es ahí donde entendemos la importancia de asumir de manera consciente y responsable nuestro rol en la crianza de nuestras infancias. Como docentes, como padres o simplemente como miembros de una comunidad y sociedad, está en nuestras manos, cobijarnos unos a otros y articular esa tribu que pueda abrazar a cada ser humano.  He aquí el motivo por el cual resulta esencial comenzar los procesos de transformación desde nuestro ser y en nuestros roles sociales, para después poder continuar colaborando a la par de nuestras infancias. Ellos no sólo son el futuro, son presente; nosotros no sólo somos presente, seremos futuro.

Las realidades no son una línea directa de causas-efectos. Para comprender esto, podemos apoyarnos en la teoría sistémica, la cual, a grandes rasgos, nos explica la interacción de todas las partes, pues, como también sostiene la teoría Gestalt, “El todo es más que la suma de sus partes”. Es ese sentido, es posible traducir esta complejidad de nuestra existencia en los tres aspectos de la sostenibilidad, que son el pilar de todas nuestras interacciones: ambiental, social y económico. Y desde esta primera radiografía comenzar el análisis y abordaje de problemas-soluciones específicos que nos permitan la profundización, al mismo tiempo que la transferencia e interrelación (Objetivos de Desarrollo Sostenible). Una perfecta metáfora es la micorriza, el proceso en el cual hongos y plantas se interrelacionan por debajo de la tierra (conexiones que no alcanzamos a ver) y se benefician o afectan de manera recíproca y continua. Como seres humanos, ¿cómo podemos imitar los procesos de reciprocidad de la naturaleza para así tejer soluciones y realidades otras? En esta ocasión se proponen tres fases: conexión, comprensión y acción.

Conectar: “Ubuntu: Soy porque somos” – tribu africana

Somos seres senti-pensantes a pesar de que nuestro sistema capitalista voraz nos haya tratado de convencer de una versión en la cual somos seres productores-consumistas. Para poder conectar ya sea con nosotros o con el otro, la otredad (que resultan muy diferentes), y con nuestras realidades, la compasión resulta ser la llave que nos abre puertas en este satisfactorio proceso. La compasión es el máximo nivel de logro de la empatía y para ella, tenemos que trascender el juicio, a fin de lograr identificar las necesidades de las cuales surge lo visible y, de esta forma, poder acercarnos a una comprensión y en muchos casos al perdón o a la solidaridad.

Lo primero a lo que podemos aspirar por medio de la conexión y la compasión es a poder escuchar a nuestros cuerpos e intuiciones, así como las posibles necesidades del otro, que de manera natural nos acercan a un estado de salud y bienestar. Para ello, resulta esencial comenzar la reducción de las desigualdades en cuestión de género, económicas, especistas, geográficas, etc. Sólo entonces podremos satisfacer de manera cada vez más asertiva las necesidades de todos los habitantes de este mundo, tanto de seres humanos como de aquellos seres que componen la vida de ecosistemas terrestres y acuáticos.

De manera colectiva, podemos procurar el acceso a y uso adecuado de nuestros recursos, en las mejores condiciones, dejando de lado la explotación de mucho para pocos. Sin embargo, esto sólo se logrará desde la más profunda conexión, al comprender que, como dice una tribu africana, “Ubuntu: Soy porque somos”. Recordemos que todo afecta de uno u otro modo a todos en una vida compleja y sistémica. Disolviendo la cultura del individualismo y la meritocracia, podemos elegir la colaboración por encima de la competencia, redistribuyendo de manera justa nuestros recursos y oportunidades y valorando cada elemento de nuestra existencia por su esencia, trascendiendo, así, apariencias y desigualdades. De este modo, desde un senti-pensar compasivo, nuestros agrupamientos pueden ser comunidades a consciencia, desde las cuales elijamos abrazar la diversidad y potenciarla para el beneficio común.

Comprender: “Para la comunicación, las palabras pueden ser muros que nos separan o ventanas que nos permiten ver el interior de los demás” Marshall Rosenberg / “El Copyright es daño cerebral”-Nina Paley  

Nina Paley, animadora y activista por la cultura libre, nos explica cómo los procesos legales de derecho de autor funcionan como un infarto al cerebro colectivo que es nuestra cultura. La comprensión de fenómenos socioculturales, económicos, políticos, ambientales o complejos resulta un dolor de cabeza, esto se debe principalmente al control y manipulación de la información a la que se nos da acceso. 

La cultura libre es “un movimiento social que promueve la distribución libre de conocimiento y cualquier manifestación cultural-artística para su reproducción y modificación”. La generación espontánea NO EXISTE, bien lo refutó Tomás de Aquino y lo comprobó Pasteur a partir del siglo XIII. Lo mismo sucede con la producción cultural, todas las ideas tienen orígenes en otras ideas, pensamientos y palabras. De no ser así, nuestra creación sería sumamente limitada y estéril. Así, a través de la cultura libre, la diversificación de medios y el desarrollo de un pensamiento crítico, podemos comenzar a articular de manera colectiva la comprensión de múltiples fenómenos que nos permitan abrir los espacios de diálogo al respecto, visibilizar las grandes problemáticas y generar redes de soluciones. Bien dicen que “dos cabezas piensan mejor que una”. No podemos solucionar el hambre sin comprender el porqué de este problema estructural y de desigualdad. Para poder crear sistemas de producción y consumo que sean justos con la sociedad, responsables con el ambiente y económicamente benéficos, necesitamos poder analizar y comprender los sistemas económicos y sociales que tenemos actualmente, qué de ellos no funciona y qué de ellos es útil.

Desde fanatismos y segmentaciones sólo seguiremos generando el mismo tipo de pensamiento: intolerante, cerrado, violento y descontextualizado. En cambio, desde la comprensión, podemos comenzar a articular nuevas propuestas en las cuales a las necesidades reales puedan ser encontradas soluciones conscientes y profundas, soluciones sistémicas y justas.

Actuar: “La no violencia es la fuerza más poderosa que hay a disposición de la humanidad.” -Mahatma Gandhi

Comencemos con esta pregunta ¿Cuál es la diferencia entre la “paz” y la “no violencia? De primera instancia parecerían ser conceptos que representan las mismas realidades, sin embargo, la diferencia radica en el nivel de acción. Mientras la paz se fundamenta en la inacción, la pasividad y la estática, la no violencia es activa, transformadora y revolucionaria. Su mismo nombre establece las condiciones de acción, que como esencia deben ser benéficas y no dañinas hacia uno mismo o los demás.

Desde la no violencia se han enfrentado guerras, se ha acabado con dictaduras y se han resuelto grandes problemas de la humanidad, pero ¿cómo? La respuesta no es sencilla pues requiere de mucha creatividad, visión, una comprensión de la complejidad, pero, sobre todo, mucha voluntad y certeza de que es el camino correcto.

La sostenibilidad en un sistema capitalista representa grandes retos, sin embargo, cada día más proyectos, corporativos, empresas pequeñas y medianas, docentes, padres y seres, asumen el compromiso de garantizar un mejor futuro. Algunos ejemplos son Garnier, LG o Adidas que, si bien están lejos de ser sostenibles, cada día implementan más estrategias responsables. Poco a poco, se transforma por medio de la innovación hacia una industria e infraestructuras menos dañinas para el entorno. Proyectos como Solesyto nos ayudan a que las energías no contaminantes sean una realidad cada vez más accesible para todos, por ejemplo. Algunas otras, desde su inicio, definen su esencia a partir de la protección ambiental y de las especies, como Zamá México y Sea Shepherd. Cada vez hay más proyectos que procuran la justicia social y las condiciones laborales dignas y equitativas, procurando la paz y la justicia. Del mismo modo, muchas empresas, articulan ya realidades más equitativas en cuestión de género día con día. Todos estos esfuerzos suman, pero la única forma de multiplicarlos y evitar dividirlos es por medio de todos aquellos activistas, artivistas y personas comprometidas, que sin importar cómo decidamos nombrarnos, ponemos nuestro granito, puñito y costal de arena en cada oportunidad que podemos generar hacia realidades sostenibles. Para ello, no hace falta ser expertos, podemos aprender unos de otros y colaborar; no hace falta tener mucho dinero, pero sí voluntad e intenciones de mejorar; y, definitivamente, tampoco hace falta nacer sabiendo, sino asumir el compromiso de desaprender, usar nuestra voz y así, poder enseñar y aprender nuevos modos que, por fin, nos permitan vivir más armónicamente con la complejidad de nuestra existencia.

En conjunto, estas tres fases nos pueden servir en la docencia como el eje de todas nuestras interacciones. Por medio de propuestas como la Comunicación No Violenta, la crianza respetuosa, entre otras, podemos tejer vínculos sociales con apego sano, redes de apoyo y reciprocidad; eso es lo que cada uno de los seres en formación replicará en su vida cotidiana y, por ende, este tipo de interacciones conformarán nuestras nuevas realidades.

¿Qué sucedería entonces si nuestros espacios educativos fueran espacios sensibles de análisis, cuestionamiento y articulación de conocimientos en lugar de consumo de ideas? ¿Cómo se vería transformada nuestra realidad con seres humanos críticos, creativos y resolutivos? ¿Podríamos articular una realidad de agencias y co-responsabilidades hacia un mundo con realidades en las que todos estemos en armonía? Mi conclusión es “Sí”. Es la utopía hacia la cual podemos educar pues, como bien dice Eduardo Galeano, “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Sólo caminando juntos hacia la sostenibilidad, por medio de alianzas, podremos tener una verdadera educación de calidad y un futuro como tribu humana.

 

 

 

Bibliografía.

Popovic, S. (2016) Cómo Hacer La Revolucion: Instrucciones Para Cambiar El Mundo. Malpaso Editorial.

Singh, R., & Zopa, T. (2005). Compasion y No Violencia. Editorial Kairos.

Rosenberg, M. B. (2006). Comunicacion No Violenta: Un Lenguaje de Vida. Gran Aldea Editores.

 

Sitios Web Consultados:

https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/

www.elciudadanoweb.com

https://www.youtube.com/watch?v=XO9FKQAxWZc

https://labcd.mx/conceptos/cultura-libre/

https://www.dineroenimagen.com/blogs/las-paginas-verdes/las-seis-empresas-genuinamente-verdes-alrededor-del-mundo/61972

 

 

 

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