Por Saúl Pérez Sandoval[1]
“Los deportistas están poco cultivados,
y los hombres cultivados son poco deportistas.
Yo soy una excepción”.
Pier Paolo Pasolini
Introducción
Este escrito es un homenaje a Pasolini por el centenario de su nacimiento, un pensador polémico, pero necesario para nuestros tiempos, el último profeta, como lo llamó Miguel Dalmau en su libro biográfico sobre la vida y obra del cineasta.
Pasolini fue escritor, poeta, pintor y director de cine; nacido en Bolonia, Italia, en 1922, fue posiblemente el único pensador que supo desmenuzar la esencia del fútbol, al que describió como su gran pasión, a pesar de ser también un aficionado al boxeo y al ciclismo. Sin duda alguna, fue un personaje necesario para su época, y aún tiene mucho para seguir analizando en los diferentes ámbitos en los que se desempeñó, como escritor y cineasta, principalmente.
En este artículo me voy a centrar en la relación tan cercana y analítica que tuvo con el fútbol. Por lo que advierto al lector que mis escritos sobre Pasolini no terminan aquí, sino que apenas comienzan, pues fue un personaje que da para demasiadas reflexiones sobre nuestros tiempos.
Pasolini y su temprana relación con el fútbol
Pasolini supo cuál sería su equipo amado desde muy temprana edad: «Soy tifoso del Bolonia. No tanto porque haya nacido en Bolonia, sino porque volví a Bolonia (tras largas estancias, épicas o épico-líricas, en el valle padano) con catorce años y empecé a jugar al balón (después de haber despreciado tanto ese juego, yo que amaba jugar solo a la guerra)» (p.31). El fútbol se convirtió así en la mayor pasión de Pasolini. «Me he quedado en el idealismo del instituto, cuando jugar con el balón era la cosa más bella del mundo», decía (p.23).
Jugaba todas las tardes cerca de seis a siete horas seguidas, sin descansos; su posición en el terreno de juego era de extremo izquierdo, y quienes lo conocieron decían que tenía un cuerpo atlético y fuerte, razón por la cual sus amigos le apodaron «Stukas», en referencia al avión alemán más famoso y temible en la Segunda Guerra Mundial, pues se parecían por su gran velocidad y en su potencia; uno por los aires, y otro en los Prados de Caprara, en Italia, recorriendo la banda izquierda del campo de juego a toda velocidad.
«En los partidos que jugábamos, era siempre él quien estaba en mejor forma. Tenía un físico perfecto, vigoroso, nunca con un kilo de más. Cuando jugaba era como un niño, como uno de nosotros» (p.6).
Pero desde la mirada de Pasolini, las tardes de fútbol: «Fueron indudablemente las tardes más bellas de mi vida. Solo con pensarlo se me hace un nudo en la garganta» (p.31).
¿El fútbol es el opio del pueblo?
“El balón como sedante antidoloroso, o bien:
todo se olvida con un partido. Sucede en América Latina y también nos sucede a nosotros.
En el fondo, al pobre le basta con poco, y un balón es lo ideal para soñar”.
Pier Paolo Pasolini
En su nota periodística titulada «Deportes y cancioncillas», publicada el 29 de noviembre de 1969, Pasolini retoma lo que señalara Helenio Herrera, entrenador del Inter de Milán y de la Roma en los años 60 y 70. Herrera sostuvo que: «El fútbol —y en general el deporte— sirve para distraer a los jóvenes de actitudes contestatarias. Sirve para tener tranquilos a los trabajadores. Sirve para no hacer la revolución…» (p.33).
Las reflexiones a partir de la afirmación que hizo Herrera son variadas, porque —como menciona— esa “distracción” no solo sería producto del fútbol o el deporte, sino que existen miles de formas de distracción, sobre todo en la actualidad, donde las redes sociales han alcanzado un auge impresionante —sería difícil encontrar una persona que no tenga alguna red social—. Pero todos tenemos formas de distraernos, aunque unas sean más dañinas que otras, cada quien es libre de elegir en qué gastar su tiempo. La cuestión importante es que se pueda estar implicado en las acciones que nos afectan como parte de la comunidad y, a su vez, tener un entretenimiento, que este último no se deje de lado, ya que otra de las características de la sociedad en la actualidad es que no se permite gozar de momentos de descanso, lúdicos o de distracción, porque existe un discurso hegemónico de la producción masiva sin descanso, sin tiempo para las pasiones fuera del trabajo.
Por lo tanto —y volviendo al fútbol—, afirmar que es el “opio del pueblo” o un “entretenimiento para las masas” nace de no sentir la pasión al jugarlo o verlo, lo que es totalmente entendible, pero que se desprecie un deporte como el fútbol, que nació en los barrios callejeros con el objetivo de poder olvidar la violencia y la marginación en ciertos sectores, y poder salir de una realidad compleja por medio del ejercicio o del deleite de observar a algún jugador hacer una genialidad en el campo de juego, e inspirarte a partir de eso, es no reconocer que nunca será una equivocación o representará un atraso en la sociedad, sino todo lo contrario. Esto lo menciono como apología de cualquier deporte, no solo del fútbol. De hecho, me parece central dejar la pose de “intelectual” de escritorio y comenzar a entender el porqué desde la vivencia de las personas, no desde mis gustos personales, despreciando y castigando lo que no me agrada, cuando para muchos es su única salida de una realidad complicada, su único escape de su pasado que los consume.
La última representación sagrada de nuestra época
“El arte es juego, así como también,
de algún modo, el juego es arte”.
Pier Paolo Pasolini
Pasolini argumentaba que el fútbol es la última representación sagrada de nuestra época, superando a la religión de su tiempo. «El fútbol es el espectáculo que ha sustituido al teatro. El cine no ha podido sustituir al teatro, pero el fútbol, sí» (p.36-37). Establece, así, una relación entre el fútbol y el teatro reconociendo que en ambos casos existe un lado en donde se encuentra un grupo de personas en las butacas, mientras que en el otro está el artista. Contrario al cine, que mantiene una relación a distancia con el espectador, puesto que se proyecta mediante una pantalla, sin interacción humana en ambas partes.
«El fútbol, en cambio, se vuelve un espectáculo en que el mundo real, de carne, en las gradas del estadio, se mide con los protagonistas reales, los atletas del campo, que se mueven y se comportan según un ritual preciso. Por ello considero que el fútbol es el único gran rito que queda en nuestra época», argumentaba Pasolini (p.37).
¿El fútbol se juega en prosa o en poesía?
Pasolini no solo defendía la función social y la relevancia de este deporte. En «El fútbol “es” un lenguaje con sus poetas y sus prosistas», publicado el 3 de enero de 1971, indaga sobre la relación que existe entre el lenguaje y el fútbol. Después de expresar que una lengua es un sistema de signos, como respondería un semiólogo, señala que tal sistema «no es solo necesariamente una lengua escrita-hablada» (p.39), por el contrario, hay muchos sistemas de signos, para lo que nos da el ejemplo de la mímica, en donde se utilizan manos, pies o muecas para transmitir un mensaje al receptor, pero para que esto sea posible, es necesario que ambos tengan en común, un sistema de signos mímico, ya que al ser compartido, el codificador del discurso mímico puede hacer que otro entienda el mensaje por medio de las señas. Entonces, así como puede existir el sistema de signos de la mímica, también hay muchos más, por ejemplo, el de la pintura, el cine, la medicina, etcétera. Por lo tanto, el fútbol puede considerarse un sistema de signos, aunque éste no sea verbal.
Ahora bien, cada lengua comparte una serie de signos que son escritos y hablados, por ejemplo, el español permite que una persona de Colombia y de México se entiendan, porque utilizan como base un mismo sistema de signos. Sin embargo, cada lengua se divide, a su vez, en sublenguas, y cada una tiene un subcódigo. Para ejemplificar mejor esto, me basaré en lo siguiente: Como dije, un colombiano y un mexicano se pueden entender, ya que tienen un código general (sistema de signos compartido), que es el español, pero el español se divide por regiones, y después se especializa más. En primera, porque habrá palabras distintas en cada lugar, cada región tiene su propia jerga lingüística (en Colombia existe la palabra parcero/a, que hace alusión a decir amigo en México). Pero como comenté, se puede especializar más, por ejemplo, cuando un grupo de médicos comienza a hablar en una jerga especializada, con conceptos que sólo se entenderían si se estudia medicina, es posible que se entiendan solo porque comparten y conocen el subcódigo de la lengua médica. Así sucede con cualquier disciplina, o conjunto de personas (grupo o comunidad) que comparten un subcódigo especializado, o particular de la zona.
Volviendo al fútbol, este deporte forma palabras de una manera diferente al uso convencional (escritas-habladas). Las palabras, normalmente, se forman a través de las combinaciones de los fonemas (el fonema se entiende como la unidad mínima de la lengua escrita-hablada). En el fútbol, el fonema se sustituye por un neologismo inventado por Pasolini, el podema[2]. Patear el balón representa esa unidad mínima en el fútbol, pero tal y como sucede con los fonemas, los podemas tienen una serie de combinaciones que forman palabras futbolísticas y, posteriormente, crean un discurso. «Las palabras futbolísticas son potencialmente infinitas porque infinitas son las posibilidades de combinación de los podemas (es decir, en la práctica, los pases de balón entre jugador y jugador): la sintaxis se expresa en el partido, que es verdaderamente y propiamente un discurso dramático» (p.41).
Para Pasolini, los codificadores del lenguaje son los jugadores, ya que ellos realizan las acciones durante el partido, y los que están en las gradas son los descodificadores de ese lenguaje futbolístico, pues comparten el mismo código (las reglas y el subcódigo futbolístico).
«Quien no conoce el código del fútbol no entiende el significado de sus palabras (los pases) ni tampoco el sentido de su discurso (un conjunto de pases)» (p.41-42). Una vez explicado esto, Pasolini recalca el hecho de que, como toda lengua, el fútbol se articula en varias sublenguas, las cuales poseen un subcódigo particular, que necesita ser compartido para ser entendido.
«Puede haber un fútbol como lenguaje fundamentalmente prosístico y un fútbol como lenguaje fundamentalmente poético» (p.42). Por lo tanto, el fútbol es un lenguaje en prosa y en poesía.
En ciertos lugares el fútbol se juega en prosa, pero en otros (los barrios) se juega en poesía, ya que no existe un interés mercantil, sino simplemente el disfrute lúdico. Para Pasolini el momento cumbre y poético del fútbol es el gol, cada gol tiene algo que subvierte el código, algo que frena y detiene el juego por un momento. El pichichi es el mejor poeta del año y el fútbol que expresa más goles es el más poético.
«También el regate es, en sí, poético (aunque no siempre como la acción del gol). De hecho, el sueño de cada jugador (que todo espectador comparte) es arrancar en el medio campo, regatear a todos y marcar. Si, dentro de los límites permitidos, se puede imaginar en el fútbol una cosa sublime, es precisamente esa. Pero no sucede nunca. Es un sueño»[3] (p.43).
Pasolini se rinde ante el espectacular fútbol brasileño[4], una selección que iba en crecimiento y la dueña del jogo bonito. Por eso es la mejor para él, ya que su fútbol se basa en dos elementos artísticos y poéticos del fútbol: el regate y el gol. En cambio, el fútbol italiano juega en prosa, con su clásico sistema catenaccio y triangulación, que se plantea desde un juego organizado, colectivo y defensivo, su único momento poético es el gol por medio del contraataque.[5]
«El momento poético del fútbol parece ser (como siempre) el momento individualista (el regate y el gol, o el pase inspirado[6])» (p.43).
Pasolini concluye este escrito afirmando que: «el fútbol poético es el fútbol latinoamericano» (p.44). Ese fútbol tiene un esquema particular, en donde se requiere de una capacidad para regatear, como los brasileños lo han hecho durante años, y algo que los europeos no han adoptado con tanta facilidad, ya que prefieren la prosa colectiva, decía Pasolini. «Si el regate y el gol son momentos individualistas-poéticos del fútbol, entonces el fútbol brasileño es efectivamente un fútbol de poesía (…) lo que sucedió en México es que la prosa estetizante italiana perdió ante la poesía brasileña»[7] (p.44).
Conclusión
Pasolini siempre luchó por hacer del deporte algo accesible para todos, y no solo un privilegio de algunos, por eso estaba más a favor de lo amateur, antes de que el deporte llegara a la mercantilización (convertir una pasión en un negocio lucrativo para unos cuantos).
«Lo único que debemos hacer es equiparar al país deportivamente para que el deporte practicado, que es algo estupendo, pueda ser practicado por todos» (p.98), comentó alguna vez.
Si Pasolini fue un pensador muy interesante y polémico de su tiempo fue porque pasó de hablar desde el cine hasta de los deportes, eliminando la barrera común del intelectual y el deportista, que vivían en constante pelea y contradicción. Siendo un gran deportista y un excelente intelectual y crítico de su época, dejó claro que se puede ser bueno en ambas facetas, sin menospreciar una y alabar a la otra, ya que el cuerpo y la mente están en completa sincronía.
Siempre promovió una inclusión en los diferentes campos y se mantuvo luchando por la libertad de expresión. Por lo tanto, y como le advertí al lector al inició, no será el único escrito dedicado a la vida y obra de Pasolini, debido a su gran vigencia, y necesaria en nuestros tiempos de incertidumbre.
Ahora, les comparto unos versos sobre mi relación con el fútbol, que al igual que Pasolini, es mi gran pasión, junto con la escritura, el baile y el deporte, en general.
El fútbol es poesía
El fútbol es poesía,
y sus poetas nacen en el barrio.
El fútbol se escribe con los pies,
se piensa con el cerebro,
y se juega con el corazón.
La portería son las piedras o las paredes.
La estrategia es compartir el balón
y regatear al rival.
Y la táctica es defender hasta el cansancio.
Su lenguaje es,
regularmente en prosa.
Pero solo algunos afortunados,
los que se pierden en el tiempo
entre la vida y el balón,
lo convierten en poesía.
Es ahí,
en las canchas del barrio,
en donde alguna vez
hice poesía,
con los pies
y el corazón.
Referencia
Pasolini, P. (2020). Sobre el deporte. Contraediciones. Barcelona.
[1] Escritor, Investigador y Alumno de la Licenciatura en Psicología en la Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo electrónico: [saulpersa9@gmail.com].
[2] Unidad mínima lingüística del fútbol. Viene de la raíz griega pie (podos), con la misma terminación del fonema, se añade el sufijo al igual que con la palabra fonema (fone-ma, pode-ma).
[3] Algo parecido hizo Maradona en el mundial de 1986 en México, en donde le marcó un gol a Inglaterra arrancando desde media cancha. Messi realizó dos goles similares, uno en 2007 contra Getafe, y otro al Athletic Club en 2015; de momento son los únicos que recuerdo, hasta que alguien más quiera escribir su nombre en la historia del fútbol.
[4] En mi opinión, la mejor generación de fútbol brasileña fue la de Ronaldo, Ronaldinho (el poeta del fútbol por excelencia), Roberto Carlos, Rivaldo, Cafú, Kaká, etcétera. Un fútbol con regate y gol, un fútbol poético y artístico, diría Pasolini.
[5] Un ejemplo de ese estilo de juego, sería en la semifinal del mundial de 2006, en donde Fabio Cannavaro, Il Capitano, rescata el balón y, posteriormente, Del Piero define con mucha clase. Esa copa del mundo la ganó el conjunto italiano, con una de las mejores selecciones de Italia de todos los tiempos.
[6] El pase de Luka Modrić en los cuartos de final de la Champions League del 2022 ante el Chelsea, fue un momento poético para cualquier fanático del fútbol.
[7] Se refiere a la final del mundial de fútbol en México, en donde Brasil le ganó a Italia 4-1 en 1970.