Alejandra Gabriela Durán Escamilla (Puebla, 1992). Técnico en Música, licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica y Maestra en Literatura Hispanoamericana por la Benemérita Universidad de Puebla. Actualmente se dedica a la difusión de la LIJ y a la gestión de proyectos musicales relacionados con el bolero y la música tradicional mexicana.
Inmersión
Ayer las cosas perdieron su nombre,
lo dejaron regado en el cesto de la ropa sucia,
en el rincón polvoriento del cajón más olvidado,
entre las hendiduras del suelo que se abre a la tierra.
Las cosas ya no tienen nombre,
lo espantaste con el humo del verde suspiro.
Está escondido detrás de la oreja,
en la lectura de los astros hostiles.
No quedan las palabras,
tan sólo la memoria de sus himnos.
Puedes hallarlos en el encuentro silencioso de los recuerdos,
tras el misticismo de las noches de niebla,
debajo de la huella de la oruga,
en el mentón elevado del cadáver.
Podrías buscar los nombres en el petricor de la tarde nubarrosa,
en la morfología de la lengua de tu ombligo,
detrás del discurso universal de los lunares obscenos,
o en el exceso visible de los cabellos perdidos.
Las cosas ya no tienen nombre
y con ello,
queda el vacío de los gritos matinales.
Vienes con las flores marchitas de eucalipto.
Detente.
Es tarde para levantar los girasoles.
Cavilaciones
El rostro herbáceo de tu fina noche
duerme descalzo en su dosis de fuego.
Un vientre misterioso deshoja el hilo del bosque
mientras el lago zumba angustiante
un clima de raíces dolorosas.
Te gusta tejer esos sueños de brisa.
A cada paso tu pie roza
la angustia de porcelana etérea.
Eres noche, luz, tierra de sombras…,
frío del bosque que se apaga con el tiempo.
La lluvia torrencial de tu pasado
alimenta las gotas muertas de tu senda.
Otra vez el hada del viento moja los labios del hambre.
Te gusta conversar con el ave que pinta luceros.
¿Eres acaso el velo de las vírgenes miradas?
Escóndeme.
Tu palabra no tocará el suelo.
Vicisitud
La noche se ha dormido en tu vientre
para soñar entre mares sin rostro.
¿Dónde se concilia el descanso de las flores?
Quizá en el susurro tonal putrefacto
de tus voces apagadas,
de las manos ausentes…
O en el recuerdo del tumulto silenciado
por el ansia enfurecida de tu senda.
No será estéril la memoria de tu cuerpo.
Los suspiros se esconden
en el moho de las grietas.
La noche pasa frío y se retuerce
en ese viaje de pesadilla triste.
El vértigo de angustia
convierte en frágiles los sueños.
Tu vientre no es el sitio para esperar al alba.
Ese cuerpo que alimenta al astro
encorva las entrañas y libera el suspiro.
No eres más que jaula,
prisión y escombro.
Tus manos de nubes lejanas
anuncian los días sin constelaciones
mientras esparcen el olor
de microcosmos recién cortados.
La máquina del cielo se estremece.
Hay lluvia al final del vacío que dice “quiero”.
Eres el río que pesca dorados soles.
¿Pensaste en la muerte?
La luz se posa sobre la sal del rostro creando colores de viento.
Cantas y tejes el dolor de los reprimidos.
¿Puedes hacerlo otra vez?
No te vayas. Aún hay comida en mis dientes.
Querellas
El cuerpo que sueña sobre el puñal de los soles
arranca con sus ojos las raíces de la tierra.
No llegará a ti el reclamo violento
ni sucumbirá el fuego a su levadura intacta.
En la adentrada sombra de tu halo
la ley avanza,
nos segrega.
Ven a jugar,
estamos descalzos.
Toca con tu sangre el lamento de los ciegos,
muerde con las venas
la esperanza del confiado.
Te gusta romper con el estigma.
Naufragas infructuoso
en el quejido agudo de la muerte.
¡Escucha!
Ya brotaron los suspiros putrefactos
que transgreden
el bostezo amargo de la noche.
¿Te imaginas el rugido de las larvas del recluta?
La mariposa quebranta las fronteras del cielo.
Hoy no quiero esconderte en la piel fresca del moho.
Huye.
La voz de la bala acero
aún puede tragarte en su vigilia.
Axiología particular
Reposas en el llanto de las tierras perdidas.
Te quebraste,
huiste.
Tu nombre silbaba
en el fuelle vibrante,
territorio extraño
con paisaje de ocres.
Hoy los vientos sufrientes quieren mirarse los rostros,
no saben que la vida se murió hace dos soles.
Los ojos ya no suspiran.
Envolviste los pies en el barro de la memoria
mientras el tiempo
se apropió de los cuerpos del mundo.
Hablémosle a las serpientes,
cortémosles la lengua.
Arrebatemos desnudos los labios a los hombres.
Comamos polvo,
quijadas,
el sueño futuro…
¿Sigues aquí?
Tu conciencia no quiere verme.
Mis uñas se escondieron en el fuego que se apaga.
Fuiste piel,
volátil recuerdo.
Tejiste sin prisa
el cabello de los otros.
Cierra el abismo,
siéntate.
No quiero llorar amarrada.
Mastica mis dientes con tus astros.
Alimenta el vacío inacabable,
la fiebre vaporosa
del eco del averno.
Llévate mi palabra, el celo,
el discurso del hastío,
ese instante visual del ahogo primigenio.
Sé pasado,
contraste,
fragmentos caducifolios,
nebulosa intermitente de agonía enferma.
Alcánzame en la noche,
la ventana estará abierta.
Gracias por tan precisa poesía. Saludos.