Imagen: Hospital Ruber Internacional – Archivo
Por Liliana Reyes Grande
Vivir con sobre peso u obesidad es señalado como un problema que parte de las malas decisiones y descuido individual, sin embargo, la persona es, en última instancia, responsable de su estilo de vida ya que las prácticas alimentarias dependen de factores micro y macro estructurales, por ejemplo: salarios mínimos insuficientes, elevación en costos de la canasta básica, condiciones laborales precarias, desintegración familiar y falla en la respuesta del sistema de salud. Lo que plantea la pregunta de ¿hasta qué punto la problematización de la obesidad como enfermedad está contribuyendo a estigmatizar a las personas obesas?
La prevalencia de obesidad se ha incrementado a nivel mundial en las últimas tres décadas al afectar a uno de cada tres adultos. De acuerdo con el Estudio de Carga Global de la Enfermedad (Global Burden of Disease Study), en el año 2015 10.8% de todas las muertes en el mundo se atribuyeron a exceso de peso, y en el año 2016 esta cifra incrementó a 12.3%.
En México, se identificó la obesidad a nivel nacional como una epidemia desde hace dos décadas. De acuerdo con los datos del Ensanut 2018-19, el 74.2% de los adultos tienen sobrepeso, asimismo, indican que la prevalencia de esta enfermedad sigue aumentando en la población.
Las diferencias en el contexto sociocultural y económico, y la disponibilidad de alimentos que caracterizan a las regiones y localidades influyen en el estado nutricional de la población.
De acuerdo con el estudio “Determinantes sociales de la obesidad en México” el ser y estar obeso es el resultado de la relación entre procesos y eventos estructurales, funcionales e interpretativos, que son necesarios tener en mente al momento de poner en práctica políticas de prevención, atención y reparación del daño.
Para el área médica, la obesidad representa un problema ya que predispone al padecimiento de otras enfermedades asociadas a desordenes metabólicos, tales como diabetes, aumento en triglicéridos y colesterol. Además, aumenta el riesgo de desarrollar varios tipos de cáncer como el cáncer de mama, ovario, colón, de estómago e incluso de próstata, afirmó la nutrióloga Elena Peraza, quien también se desarrolla como educadora en diabetes.
“Nos preocupa la estigmatización con la que viven estas personas, ya que muchos factores están involucrados al padecer o predisponerse a la obesidad, estos factores van desde no ser amamantados al nacer o la genética familiar” Nutriologa Elena Peraza.
Las personas suelen tener una mala percepción en temas como la alimentación balanceada y el ejercicio; la primera generalmente se relaciona con una dieta estricta y llena de alimentos poco atractivos, cuando realmente a lo que se refiere es a una adecuada combinación de todos los grupos alimenticios; y la segunda debería ser vista como una actividad recreativa y de relajación, el problema es que en la mayoría de los casos las personas no encuentran un espacio para hacerlo, porque su rutina diaria no se los permite o bien por la falta de motivación.
“Cuando vas al médico nunca te dicen o te diagnostican con obesidad o sobrepeso, si vas por una gripa te atienden la gripa y pasan por alto si estás pasado de peso, no te mandan con un nutriólogo, hasta que empiezas a tener otros problemas, como cuando me dio COVID, creo que me sentí peor por mi sobrepeso. Ahora me doy cuenta de las cosas que estaba haciendo mal desde que acudí con la nutrióloga, pero falta mucha información y atención para mejorar la salud” afirmó Gabriela, quien vive con sobre peso.
La nutrióloga Elena Peraza define como salud el equilibrio que encontramos entre el bienestar físico, psicológico, social y medioambiental, por lo que ser sano va más allá de no padecer una enfermedad. Si somos estrictos, nadie estaría sano simplemente por el mal estado del medio ambiente, sin embargo, la buena salud se puede determinar por estar dentro de los parámetros normales de análisis bioquímicos de sangre y orina, no padecer alguna adicción como tabaquismo o alcoholismo, así como el bienestar psicológico.
“Alimentarse sanamente incluye el placer, un equilibrio en las cantidades y lo que nuestro cuerpo necesita, no sólo consumiendo arroz, pollo y lechuga que es lo que la gente considera con dieta, ya que en México existe una amplia variedad de alimentos y precios accesibles como los frijoles, tortillas de maíz, calabazas, nopales, etcétera… Es de suma importancia que cuando alguien decide empezar una dieta lo haga por voluntad propia y no por presión social o por necesidad de llenar algún vacío, que disfrute los alimentos que consume y que esté a su alcance”, añadió Elena.
La obesidad es vista como algo estético y no de salud, es por eso que encontramos un abanico de productos muy amplio para que las personas se vean mejor y no para que estén saludables, esto nos lleva a la búsqueda de una imagen ideal que debe ser cumplida por todos los miembros de la sociedad. Ante esto, algunas personas se sienten discriminadas puesto que se ve reflejado en las tallas de ropa o en las críticas ofensivas que pasan por alto si tienes una enfermedad física, así lo expresó Gabriela, quien ha sufrido por esta situación.
En el estudio “La obesidad, un problema de salud pública” realizado en 2011, se indica que la globalización y la comercialización de la industria alimentaria introducen un nuevo concepto de alimentos y dieta que han segmentado la oferta de productos de consumo de acuerdo con el poder adquisitivo de la sociedad, entre más bajo sea el ingreso, se tendrá acceso a productos con una carga de grasas y azúcares mayor, llevando a una adopción más rápida de hábitos alimenticios diferentes a los nacionales y adoptando alimentos extranjeros; por el contrario, si el ingreso es mayor, se podrán tener alimentos con características específicas tales como los orgánicos, libres de gluten y con endulzantes naturales.
La promoción de estilos de vida saludable y de activación física son acciones que suenan sencillas, pero no lo son. Los estilos de vida propios de la modernidad y las largas jornadas laborales han llevado a una disminución del ejercicio que se refleja en el aumento del sedentarismo en la sociedad. Esta vida más acelerada no permite la preparación de los alimentos en casa teniéndolos que sustituir por productos procesados o por la comida rápida que engloba las denominadas “garnachas”, que además tienen costos accesibles y las encontramos en cada esquina.
El panorama mostrado nos lleva a la necesidad de actuar de forma inmediata con estrategias multisectoriales que contribuyan a mejorar el ambiente alimentario, que van más allá de la implementación de impuestos a la “comida chatarra”, así como el control de su publicidad. Hace falta instar a los responsables de salud pública a educar a la población, así como fortalecer los recursos de seguridad social pública en materia nutricional, incluso desde etapas gestacionales y hasta la vida adulta.
Dejar de juzgar a las personas que viven con sobre peso u obesidad es tarea de todos, los daños emocionales pueden provocar un retroceso en los procesos de mejorar la salud física.
Bibliografía.
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Rodríguez-Torres, A., & Casas-Patiño, D. (2019). Determinantes sociales de la obesidad en México. Revista de enfermería del Instituto Mexicano del Seguro Social, 26(4), 281-290.