En este sugerente artículo, cargado de menciones a textos, autores, películas, poemas y juegos lingüísticos, Iñaki Garralaga nos invita a un mundo de conceptos y reflexiones que tocan la filosofía, la educación, el arte y las problemáticas actuales. Nos lleva a indagar con Wittgenstein sobre el sentido de “mirar y pensar”, clarificar e iluminar, tarea propia de la filosofía. La filosofía con o para niños, busca las palabras nuevas, a veces balbuceantes e inseguras, pero que nos plantean cuestiones inesperadas. Dado que la pandemia trastocó lo cotidiano, es importante re-mirar y re-pensar. Retomando elementos de Oriente, considera que “la sombra”, amplía nuestro repertorio de miradas, nos lleva a hacer filosofía en la comunidad a través de crear grupos pequeños y cercanos y a crear lazos basados en la unión y la cercanía. Siguiendo con la metáfora de la luz y de la sombra, el autor analiza tres sombras: el miedo, la mentira y la magia. Luego, éstas se contraponen a tres luces: el futuro, la lúdica y la risa.
David Sumiacher
Enviado el: 3 de septiembre de 2020
En tiempos en que la realidad parece que nos excede la filosofía es un medio para transformar quienes somos
EDUCACIÓN Y FILOSOFÍA ENTRE SOMBRAS[1]
1 DEL FAR WEST AL LEJANO ORIENTE
La sombra nos ayuda a mirar mejor
Una película del oeste. Un actor, siempre secundario, se acerca al suelo. Mira, huele, toca, escucha o percibe detalles inadvertidos por sus acompañantes. En las antípodas, grupos que atraviesan el ardiente outback australiano, sobreviven echando su cuerpo a tierra, escuchan el agua invisible o sienten la pujanza de las raíces. En el frío norte, inuits y lapones escrutan y nombran decenas de matices del blanco de la nieve para evitar la catástrofe, conseguir el alimento oculto o cantar la belleza que les cautiva. Aymaras en la puna andina, mayas en la selva Lacandona, nómadas nukak en el Guaviare colombiano, habitantes del sertao brasileño… existencias en un entorno exigente, de uniformidad inmensa, a veces de apariencia estéril. Saben distinguir, mirar en la dificultad: les va la vida.
¿Qué hacemos en filosofía? Mirar y pensar. A veces pensar demasiado y mirar demasiado poco. Wittgenstein: “No pienses, mira”. Como Pessoa en la naturaleza: “Pensar es estar enfermo de los ojos”.
¿Qué hacemos en filosofía? Buscamos clarificar, iluminar. El camino filosófico es una senda hacia la luz. Ese es nuestro oriente. De pronto, justo antes del equinoccio ―de primavera o de otoño, según la latitud― se cierne una noche inesperada y diferente. Una sombra nos cierra las puertas y nos encierra tras ellas.
La sombra tiene una virtud de la que carece la luz: obliga a mirar mejor. Cuando todo parece ocultarse, redoblamos esfuerzos para percibir diferencias sutiles, descubrir indicios, encontrar o comprender. Una ocasión de oro para hacer filosofía con niños y adultos.
Queremos que nuestras niñas y niños piensen mejor, por eso trabajamos las habilidades de pensamiento, de las más elementales como observar y ordenar, a otras compuestas, más complejas, de alto nivel, como deducir o formular hipótesis. Matthew Lipman, iniciador junto con Ann Sharp de Philosophy for Children, P4C, decía que una habilidad elemental no es menos importante que una compleja. En medicina, por ejemplo, sin una buena observación no puede hacerse una buena hipótesis diagnóstica.
Hacemos filosofía para niños, no solo junto a, sino junto con los niños y jóvenes… La llamamos, por simplificar, FpN. Pero los niños y jóvenes también nos interrogan. Con frecuencia, sus ojos nuevos ven cosas que no imaginábamos; sus palabras nuevas, a veces balbuceantes e inseguras como un potrillo recién nacido, nos plantean cuestiones inesperadas. Buscan sentidos que pueden parecernos evidentes y quizá no lo son tanto. Sus palabras en la sombra, en lo desconocido, nos interrogan profundamente. Y es que los niños hacen con nosotros Filosofía para Adultos, FpA. Con ella nos ayudan a mirar mejor, a buscar en lo no escrito, en lo no evidente. Cuestiones insólitas, miradas desconcertantes, preocupaciones cuya vigencia no recordábamos, nos llevan a indagar. Nos gusta decir, con alguna cursilería, que los niños son filósofos natos. ¡Pero nosotros también! Y cuando se nos olvida, vienen a recordárnoslo. Haremos bien en investigar conjuntamente.
Nacemos de la oscuridad y a medida que abrimos los ojos, real y simbólicamente, las sombras, nieblas y parcialidades se aclaran o completan. Repentinamente, con un camino ya recorrido según la edad y las circunstancias, vuelta a la casilla de salida. O casi. Nuevamente a intentar entender el mundo, observando bien todo para errar lo menos posible. La pandemia trastocó lo cotidiano, invitándonos a re-mirar y re-pensar.
El escritor japonés Tanizaki, nos regaló en su hermoso Elogio de la sombra algunas explicaciones culturales y una actitud humilde y sensible ante la luz y las sombras, configurando una propuesta de mirada enriquecida, matizada. El filósofo coreano Byung-Chul Han, tan presente y omnipresente, recogió hace un año en Ausencia visiones orientales sobre el ser y las esencias, los límites imprecisos del yo en su fluidez y permanente transición. También procedía de Asia, hace unas décadas, la formulación del ingeniero azerbayano-iraní Lotfi Zadeh, sobre la lógica difusa o borrosa (fuzzy logic). Oriente confronta nuestros modos de ver invitándonos a aguzar los sentidos, a observar lo que no veíamos, a incorporar diversas formas de mirar y a elaborar nuevas estrategias de pensar.
2 DEFENSA PERSONAL Y RESISTENCIA COLECTIVA
Tejiendo la comunidad
La sombra amplía nuestro repertorio de miradas. Individual y colectivamente: ni todos vemos lo mismo ni tenemos los mismos recursos perceptivos. Alguien percibe mejor los sonidos, alguien colores o formas, movimientos, matices de la soledad o de la oscuridad. En situaciones difíciles, la pandemia lo es, nos agarramos a lo que hacemos mejor o nos da más seguridad. Y en situaciones difíciles buscamos apoyo en los demás. “La habitación de la torre está a oscuras, pero ellos se iluminan el rostro con sus sonrisas. Tantean ante sí como si fueran ciegos, y encuentran al otro como se encuentra una puerta. Casi como niños asustados en la noche, se precipitan el uno en el otro…” (Rainer M. Rilke, Canción de amor y de muerte del alférez Christoph Rilke.) Cada quien puede iluminar mejor una parte de las necesidades del grupo.
El profesor Terricabras, introductor de FpN en Cataluña (Filosofía 3/18), en Filosofía como defensa personal apuesta por “la emancipación de los ciudadanos, que han de llegar a tener no solo juicio personal sino sobre todo pensamiento propio.” Uno de los grandes objetivos de la educación, defendido casi universalmente en nuestros contextos. Absolutamente necesario, pero no suficiente. En parte porque difícilmente podemos tener juicio y pensamiento propio sobre todo. Pero principalmente porque junto a la formación personal ha de ponerse ineludiblemente como objetivo la vida en común, lo colectivo. No “somos” al margen de la colectividad. Esta nos constituye en profundidad. En el pensamiento occidental de clases medias europeas y americanas planea siempre el imaginario del yo, del individuo libre y autónomo. Sus consecuencias en la pandemia las confrontaba Han, hace unos meses, con las producidas por el énfasis oriental en lo colectivo. ¿Contradictorios? Una conocida cita de Kipling recuerda que: “la fuerza de la manada es el lobo y la fuerza del lobo es la manada.” Tema de diálogo inacabable.
Para hacer filosofía en comunidad, tal como entendemos muchas personas, necesitamos grupos pequeños y cercanos. Contaba una mujer hopi de Arizona: “Una vez un anciano mohave, de pie junto al fuego nos miró y dijo: ‘La gente que no es indígena hace una fogata enorme, tan grande que tienen que apartarse. Nosotros, sin embargo, hacemos un fuego pequeño para que todo el mundo tenga que acercarse’. Así trabajamos, todos muy unidos, todos muy cerca del fuego para poder oírnos y sentir el calor”.
La unión y la cercanía nos dan protección y firmeza. Los lazos que se tejen en la comunidad a través del diálogo, son como aquella labor que constituye un suéter: pueden romperse algunas fibras, pero el tejido continúa haciendo su función protectora. La comunidad es resistente y resiliente.
3 de enseñar al que no sabe a enseñar lo que no sabes
Algunos retos educativos a partir de la pandemia
La actualización digital del profesorado sin duda es un gran reto. Pero las herramientas digitales son eso, herramientas. En filosofía ponemos atención a no confundir medios y fines. Es una obviedad, pero las obviedades es lo primero que hay que mirar. ¿Cuáles son nuestros objetivos educativos personales y sociales? Siempre conviene revisarlos. Como otra obviedad: no solo educa la escuela sino toda la sociedad, conscientemente o no. Y otra obviedad innegable: se puede mejorar.
Hace años comenzó a cambiar el paradigma educativo: de la transfusión (“Niño, quieto, que te paso lo que tengo”) a la investigación conjunta. Porque sabemos que los conocimientos se adquieren mejor por construcción activa que por recepción pasiva y porque quienes nos dedicamos a la educación, profesionales o no, ignoramos cómo será el mundo que habitarán nuestros niños y jóvenes. ¿Podemos educar en lo que no conocemos?
La educación afronta retos antiguos y actuales, con luces y sombras viejas y nuevas. De entre las nuevas, inquietantes, algunas ya presentes o en germen antes de la pandemia han eclosionado en esta situación insólita. Solo como ejemplo, tres presencias, tres conceptos encabezados un tanto forzadamente por una M mnemotécnica:
Miedo nuevo, añadido a los existentes. Un reto educativo central es trabajar el miedo y la incerteza, abrir ventanas personales y colectivas a la esperanza y a saber esperar. Nuestra primordial y arquetípica necesidad de seguridad vuelve la incertidumbre y el vacío insoportables. Muchas personas para conjurar el miedo necesitan llenar el tiempo con algo, aunque sea negativo. “La angustia de la espera hacía desear la llegada del enemigo”, escribe Guy de Maupassant en su relato Bola de Sebo. Ser guardianes de la esperanza y de la confianza es hoy más que nunca un reto de los educadores, formales o informales.
Mentira. Hay una industria de la mentira. Puede entenderse que no siempre se acierte la verdad, que cunda la hipocresía social, las palabras de cuatro pesos o incluso la bisutería filosófica, nada nuevo. Pero se crean y distribuyen tantas falsedades que quizá Hannah Arendt hablaría de “banalidad y negocio del mal”. Como antídoto, el gran reto filosófico y educativo de promover habilidades de pensamiento crítico con una mirada que persiga la verdad. En filosofía, la verdad no es tanto un punto de llegada como una línea de horizonte hacia donde caminar. La tarea es sobre todo de las personas más cercanas a los menores, el grupo más vulnerable. Lo expresaba Adolfo Aristarain en su película Lugares comunes con las palabras del profesor interpretado por Federico Luppi: «…despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin límites, sin piedad…».
Magia o pensamiento mágico asociado a la falta de crítica. Vemos la racionalidad substituida por eslóganes, tópicos y supercherías que no se someten a comprobación. A veces, ante el obvio desconocimiento del futuro se acude con ilusión a las mejores intenciones o suposiciones: “Todo irá bien porque queremos que vaya bien”, aunque nuestras acciones colectivas no vayan en dirección adecuada, a veces incluso en la contraria.
Más que nunca los educadores enfrentamos el reto de intentar desencriptar las señales que recibimos y ayudar a nuestros alumnos a hacerlo. Sin conocer el mensaje final, hemos de desarrollar cuanto podamos las herramientas críticas con ellos. Ayudarles a filosofar y no a filosofear. Ayudarles a mirar, como cuenta Galeano que pedía a su papá aquel niño, mudo de hermosura ante la inmensidad y el fulgor del mar.
4 PASADO imaginario, PRESENTE INIMAGINABLE y memoria del futuro
Mirar las sombras del pasado y del presente con las luces que se cuelan
Necesitamos habilidades propiamente filosóficas para construir en comunidad un pensamiento personal y colectivo cuidadoso, crítico y creativo a la vez. Necesitamos también saber ubicarnos y desubicarnos. Como el dinosaurio de Monterroso, al despertar queremos seguir estando allí (¡aquí!), bien ubicados, pero con ganas de desubicarnos para mejor, asumiendo la realidad y sus sombras, sin interpretaciones falseadas, buscando más luz. En ocasiones, vislumbrando solo la que se cuela por las grietas. “Hay una grieta en todas las cosas, por ahí es por donde entra la luz”, cantaba Leonard Cohen en Anthem. La luz y la mala hierba que horada y socava lentamente incluso la muralla más pétrea, en una feliz imagen que nos regaló la filósofa Marina Garcés. Filosofía con vocación de mala hierba, con anhelo de grieta luminosa.
Entre las luces, me gusta “la luz rasante de las artes”, expresión de Eulàlia Bosch, fundadora del GrupIREF con Terricabras e Irene de Puig. Esa que llegando de través realza aspectos aplanados por una iluminación frontal. Las artes nos ayudan a mirar mejor. Usaré tres imágenes artísticas para mirar hacia adelante.
En Cidade de Deus, la estremecedora película de Meirelles, hay un personaje esperanzador: Buscapé, el niño que quería ser fotógrafo y retrataba la vida en su favela de Rio. No se escapa el juego dramático y el afortunado contraste entre lo sombrío de su entorno y la luz de la fotografía. El futuro, como un faro iluminando y señalando un camino inmaterial. Una filosofía de vida: el sueño construido en un trabajo constante, no una quimera. ¿Qué quiero ser en diez años? ¿Qué hacer ahora para conseguirlo?
Reena Saini Kallat, artista visual de Mumbai, India, instaló al sol de una playa Podium/Cube, una rompecabezas cúbico, cuyas 20 piezas encajables imitan pódiums deportivos con las formas y la numeración trastocadas. En el espacio público los niños los manipulan creando nuevas formas y jugando traviesamente a subvertir el orden convencional. La gramática de las travesuras, de lo lúdico, lo desenfadado, incluso (¿por qué no?, esa gran pregunta…) de lo incorrecto… puede ser un aprendizaje del inconformismo. Necesitamos menos normalidades…
María Sabina, la mujer mazateca que vivió entre el chamanismo y la poesía en Oaxaca, México, nos acerca su fuego en este fragmento:
“…Soy la mujer que brota.
Soy la mujer arrancada.
Soy la mujer que llora.
Soy la mujer que chifla.
Soy la mujer que hace sonar.
Soy la mujer tamborista.
Soy la mujer trompetista.
Soy la mujer violinista.
Soy la mujer que alegra
porque soy la payasa sagrada…”
La risa tan necesaria. Hay algo sagrado en la risa y en el ritual del juego, como lo hay en el fuego que Prometeo robó a los dioses para hacerlo más humano y cotidiano, para calentar e iluminar las vidas de las gentes. La filosofía que hacemos y que hacen nuestros niños y jóvenes, puede ser muchas cosas, pero es también un vaivén continuo entre lo natural y lo sagrado, entre la grieta y el muro, entre la sombra y la luz.
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