Por Rodrigo Piña
Un salón de baile, naturalmente, tendría que celebrar su aniversario bailando, sin embargo, Los Ángeles, el salón para bailar más antiguo de la ciudad de México, cumplió sus 83 años de existencia con las puertas cerradas y con la posibilidad de que éstas se mantengan así para siempre. La precaria situación financiera que ya venía arrastrando el salón y el confinamiento obligado por el Covid-19 pretenden ponerle fin a una era de recuerdos de millones de mexicanos y algunos extranjeros, ya que Los ángeles era considerado como un destino casi obligado para turistas gringos o europeos que deseaban conocer algo de la cultura mexicana rumbera. No por nada su legendario lema: “Quien no conoce Los Ángeles, no conoce México”.
El 2 de agosto de 1937, una ex bodega de carbón abrió sus puertas con la intención de que la gente no dejase de bailar y disfrutar la música afrocaribeña. Pero hoy, 8 décadas después, las tiene cerradas sin garantía de que vuelvan a abrirse. Este año, el salón cumplió más de 80 años de existencia, pero el baile no fue el protagonista del festejo, en su lugar, el ambiente de nostalgia y zozobra fueron los anfitriones. Las puertas de Los Ángeles cerraron y cancelaron sus eventos brevemente en un par de ocasiones; la primera, cuando la tierra se cimbró en septiembre de 1985; la segunda, en la contingencia sanitaria del 2009 por la influenza del virus H1N1. El día de hoy lleva 5 meses cerrado, motivo por el cual se está gestionando una campaña de rescate para salvarlo.
A lo largo del tiempo, la capital del país ha sido sede de una larga lista de salones de baile, los cuales con el paso de los años han ido desapareciendo. Empero, Los Ángeles ha logrado sobrevivir a grandes embates, como el perpetrado por Ernesto Uruchurtu, mejor conocido como el “regente de hierro”, quien era Jefe del Departamento del Distrito Federal, y en su mandato (1952 – 1966), se encargó de cerrar cantinas, cabarets, pulquerías y algunos de los salones más famosos, entre ellos la “catedral del danzón”, es decir, el Salón México, que fuera inaugurado en 1920 y cerrado a finales de 1960. De este modo, Los Angeles se convertiría en el salón más antiguo, y por ende, el más importante.
Personalidades notables han pisado aquella pista de baile, desde intelectuales y artistas como Elena Poniatokwska, Frida Kahlo, Diego Rivera, García Márquez, Carlos Fuentes, Monsiváis, “Cantinflas” y “Resortes”, estos dos últimos asiduos asistentes que brillaban la pista con sus mejores pasos de mambo en cada oportunidad que tenían; hasta los guerrilleros de la revolución cubana, el Che Guevara y Fidel Castro, quienes asistieron en repetidas ocasiones a escuchar famosas bandas nativas de Cuba. No importaba qué ideología predicaras, ni tampoco a qué clase social pertenecieras, pues la gente de los alrededores de la colonia Guerrero también podía entrar sin distinción alguna. Eso sí, el código de vestimenta era importante: corbata y saco para los hombres y vestido y medias para las mujeres.
En marzo de este año, la cartelera de los Ángeles dejó de actualizarse. Se cancelaron eventos, y las bandas con el compromiso en puerta se quedaron sin trabajo y sin el aplauso del público. Sin duda, es una triste situación, pues aquel escenario que ha gozado de momentos inolvidables con artistas de la talla de Celia Cruz, Dámaso Pérez Prado (el Rey del Mambo), Benny Moré, Willie Colón, Rubén Blades y la Sonora Santanera, ahora se encuentra abandonado. Se dice que fue en el salón Los Ángeles donde el cubano Benny Moré compuso su famoso mambo Bonito y sabroso, canción que se convertiría en un himno para las y los mexicanos amantes de la rumba, pues ensalzaba el baile de estos: “¡Pero qué bonito y sabroso bailan el mambo los mexicanos!”, decía aquella pieza.
Asimismo, el salón no solamente ha sido utilizado como pista de baile, sino también como set de grabación de varias películas mexicanas y algunos videos musicales. Uno de los más recientes es el videoclip de Belinda, donde colabora con Los Ángeles Azules y tiene más de 358 millones de vistas en Youtube. Igualmente, la banda mexicana Fobia grabó en los 90´s uno de sus más grandes éxitos: “El microbito”. Por su parte, Netflix utilizó las instalaciones del salón para grabar algunas escenas de su aclamada serie original, Sense8.
Debido a la sana distancia, el baile tendrá que reinventarse forzosamente en el salón Los Ángeles, especialmente los martes, puesto que ese día se solía bailar danzón, mambo y chachachá; el segundo y el tercero podrían bailarse sin pareja, pero bailar danzón sin ella, es ir en contra de su naturaleza, porque desde su nacimiento, este baile adornado de ritmo, elegancia y romanticismo fue hecho para disfrutarlo pegadito al compañero; por ello el pasito corto y el coqueteo de la mujer con su abanico en el “cedazo”, momento de la pieza musical donde la pareja deja de bailar y se acercan frente a frente, para compartir con el otro el hálito de su acelerada respiración resultado de la danza lenta. Algo similar pasaría los domingos, pues aquellos días la salsa y la cumbia son los protagonistas en aquel recinto.
La inestable y desafortunada situación del salón, no se debe meramente a la pandemia del coronavirus, sino a que el público en general ―especialmente el joven― ya no se siente atraído por estos viejos ritmos por considerarlos anticuados y exclusivos de las personas mayores. Dicho motivo, ha provocado que la gente ya casi no visite el lugar, volviéndose así insostenible el pago de impuestos y los salarios de los trabajadores. Sin embargo, Miguel Nieto, administrador del salón desde hace 48 años, tiene en mente diversos planes para poder salvarlo, primordialmente uno; que consiste en donaciones que van desde los 100 pesos, hasta los 10 mil o más. En todas las donaciones, uno es acreedor a un diploma virtual de participación, pero los que pueden pagar las 5 cifras, serán invitados a un evento especial, y también su nombre quedaría plasmado en una placa conmemorativa: “Amigos del Salón Los Ángeles”.
Si el salón logra sobrevivir, aquel templo del baile seguirá guardando aquellos viejos recuerdos. Sin embargo, como todo en la vida, tendrá que evolucionar y adaptarse a estos nuevos tiempos, así como lo han hecho la música y el baile en toda su existencia. Eso sí, conservando una memoria histórica tangible, y para esto ¡qué mejor lugar que Los Ángeles!