Ejemplificada en un corpus fraseológico constituido por siete apartados
Por Isaac Gasca Mata
“Las palabras que constituyen la lengua de un pueblo
son el reflejo de ese mismo pueblo.
Y, como éste se encuentra en constante evolución,
es natural que las palabras cambien parejamente”
Agustín Mateos
“¡Ojo con las etimologías populares!
Hay mucha “leyenda urbana” suelta,
tanta que a veces resulta difícil
separar el grano de la paja”
Virgilio Ortega
Introducción
En el transcurso de nuestro día es común escuchar a alguien pedir ayuda con la idiomatizada frase: échame una mano; o nombrar a un amante de lo ajeno con el cacofónico epíteto de mano larga; o reafirmar la confianza que alguien le tiene a su semejante arguyendo la comprometedora oración metería la mano al fuego por él. Estas frases, apenas un ejemplo minúsculo de los cientos que el hablante promedio emplea para referirse a las experiencias de su vida cotidiana, ya están implícitas en la cultura. Es decir, han sido legitimadas por el uso y la divulgación que los hablantes de una región específica han hecho de ellas. Si bien es cierto que echarle una mano a alguien no significa literalmente que un buen samaritano le arroje su mano al necesitado, o que un mano larga tenga dedos que midan más de 15cm, o que por meter las manos al fuego un valiente se atreva a sufrir quemaduras de tercer grado para garantizar la honradez de un hipotético acusado, las frases se usan y han logrado consolidarse como propias de un discurso socialmente compartido. Aunque denotativamente o en una traducción pierdan coherencia.
Para explicar el fenómeno metafórico y metonímico que hemos enumerado, en el presente trabajo nos proponemos realizar un rastreo diacrónico de la palabra “mano” desde sus orígenes greco-latinos hasta nuestros días con la intención de comprender los cambios semánticos que sufrió el término. Además, consideramos indispensable hacer una esmerada exposición del tipo semántico-histórico para entender el uso del vocablo en contextos específicos de la oralidad mexicana. Por tanto, en el presente ensayo, recurriremos a las teorías de Stephen Ullman, interpretadas por Ralph Penny en su libro Gramática histórica del español (2008), para comprender por qué la metáfora “mano” funciona de mil maravillas para determinados aspectos del habla coloquial. También acudiremos al libro Etimologías greco-latinas del español (1978) de Agustín Mateos, para seguir diacrónicamente el camino de los cambios semánticos que la palabra “mano” tuvo a lo largo del tiempo.
Antes que todo, es necesario definir la palabra “mano”. Porque si bien es cierto que a la mayoría de hispanohablantes no se nos complica diferenciar una mano de digamos… una rodilla, un cuello o unos hombros (por muy lindos que éstos sean), nos parece apropiado recurrir a la mayor autoridad en cuanto a la lengua española se refiere. La RAE, que “pule, limpia y da esplendor” con sus propias manos a la lengua, en la vigésimo segunda edición de su diccionario de uso nos indica que una mano es:
“Mano1
(Del Lat. Manus)
1. F. Parte del cuerpo humano unida a la extremidad del antebrazo y que comprende desde la muñeca inclusive hasta la punta de los dedos
5. F. Tipo de extremidad par cuyo esqueleto está dispuesto siempre de la misma manera, terminado generalmente en cinco dedos, y que constituye el llamado quiridio, característico de los vertebrados tetrápodos.” (https://dle.rae.es/mano)
Curiosamente, el Diccionario de la Real Academia de la lengua Española no consideró necesario definir que una mano, por lo general, sirve para tomar, arrojar, rascar, señalar, romper, ordenar, ordeñar, acariciar, pellizcar, pulverizar, maniobrar, apretar… y un sinfín de actividades que sin la destreza de las manos no hubiésemos podido, como especie, llevar a cabo. La mano nos hizo humanos, le otorgó a la humanidad la tecnología necesaria para convertirse en la especie dominante del planeta. Con herramientas de manufactura rupestre, mancipamos a las especies animales que amaestramos. Debido a las manos, tanto derecha como izquierda, porque zurdos siempre hubo, manipulamos el entorno y construimos ciudades desde donde manejamos a nuestra conveniencia los recursos naturales y mancomunamos nuestros bienes. Cada cultura imprimió su particular huella en la civilización con distintas maneras de arte[1]. El trabajo de las manos, desde la era de las cavernas, llevó la manutención a los hogares con ayuda de las múltiples herramientas de caza que su destreza manufacturó. Desde el arte rupestre en las paredes de Rouffignac a esculturas como la pequeña Venus de Willendorf, la mano manifestó el dominio absoluto del ser humano sobre otros homínidos con los que compitió por la tierra, pero que cuyos pulgares no estaban tan desarrollados como los de la especie Homo sapiens sapiens[2].
La mano fue la ejecutora de las ideas del cerebro. La religión, la política, la ciencia y el arte surgieron como resultado de la colaboración de ambos órganos. La humanidad se constituyó como una consecuencia, directa o indirecta, del uso de las manos. Quizá por ello en la mayoría de culturas alrededor del mundo las personas siguen mostrando las manos, estrechando las manos, rozando las manos o moviendo las manos, para saludarse, como muestra de amistad o para aplaudir como muestra de respeto. Así lo prueban interesantes libros como El mono desnudo (1971) de Desmond Morris, La comunicación no verbal (2013) de Flora Davis o El sexo invisible (2008) de los antropólogos J.M. Adovasio, Olga Soffer y Jake Page.
Con el transcurrir de los milenios, la mano continuó maniobrando en la construcción de la civilización. Basta recordar uno de los momentos más importantes de la humanidad: la invención de los manuscritos. El evento marcó un hito entre las sociedades primitivas pues las grafías de la mano dejaron constancia de la evolución lingüística de los pueblos, de su pensamiento y cultura. La escritura marcó el fin de la prehistoria y el comienzo de la Historia. La humanidad (civilización de la mano) empezó a comunicarse sin importar las distancias. Y los idiomas, al inscribirse en papiro, yeso, piedra, piel y, mucho después, papel y pantallas electrónicas, se consolidaron como un registro del sistema social que representan.
Ahora ya sabemos la importancia histórico-cultural de la mano. Por tanto, es necesario continuar con el aspecto semántico de la palabra. Agustín Mateos, en su reconocido libro Etimologías greco-latinas del español (1978), señala doce consideraciones fundamentales para comprender la importancia del origen semántico de las palabras. De la docena propuesta por el estudioso únicamente recurriremos a la 11ª y la 12ª que sugieren: “11 Sirve de auxilio y es de casi imprescindible necesidad para el sólido estudio de la gramática particular de cualquier idioma. 12 El arte etimológico es una parte esencial de la lingüística.” (Mateos, 1978: 15)
La palabra española mano proviene del vocablo latino manus. Tanto el sermo nobilis (la lengua de los nobles) como el sermo vulgaris (la lengua del vulgo), ambos sociolectos del idioma romano, la utilizaban. Por lo tanto, el español heredó no solo la palabra, también la carga cultural en donde está vertida la semántica de la lengua. Es decir, heredó el signo lingüístico y los referentes culturales que lo revisten y le dan un sentido conceptual, que puede ser polisémico pero que no perdió su etimología.
Por su genealogía, las lenguas, en una perspectiva diacrónica, se dividen en dos tipos: lenguas de adstrato y lenguas de sustrato. El latín fue la base para la conformación del idioma español; es su lengua sustrato. Es cierto que existen otras lenguas muy importantes como el árabe y el griego que alimentaron profusamente el léxico y la cultura hispánica, pero es indiscutible que el español es la lengua adstrato del idioma de los antiguos romanos[3] y, por ende, ambas lenguas están emparentadas por múltiples relaciones tanto en el significado como en el significante de muchas de sus respectivas palabras. El latín es el sustrato de las lenguas romances: el español, el italiano, el portugués, el francés, el catalán, el provenzal y el rumano abrevaron de esta lengua el caudal de conceptos y referentes culturales que actualmente utilizan para definir su contexto social. Ahora bien, la palabra manus pertenece a la cuarta declinación latina y, por lo tanto, debido a las transformaciones fonéticas derivadas de la economía morfológica, el vocablo manus evolucionó a la palabra mano que se utiliza en la actualidad. Para ejemplificar el fenómeno de cambio diacrónico citaremos un cuadro comparativo que ilustra la declinación a la que pertenecía, en su origen de sustrato, el vocablo que motivó la presente investigación.
“CUARTA DECLINACIÓN.- Su genitivo del singular acaba en us”
TERMINACIONES
M N S.N us u G. us us Ac. um u P. Ac. us ua |
MODELOS
M N sens-us gel-u sens-us gel-us sens-um gel-u sens-us gel-ua |
(Mateos, 1978: 99)
De esta forma, queda claro el cambio diacrónico en la morfología de la palabra mano. aunque es indispensable constatarlo en el uso que le dieron los hablantes. Sin embargo, por la enorme distancia temporal que nos separa del latín, recurriremos a una cita literaria en la que advertimos el evidente cambio morfológico que originó la divergencia, y posterior independencia, entre las dos lenguas.
“Eslando en su cuxta dixo un çibdadano
que tomasen un rribal, un vellaco rromano:
quales Dios le mostrase fer señas con la mano,
que tales las feziese: fueles consejo sano.” (De Hita, 1976: 32)
La cita del tetrástrofo monorrimo de Juan Ruiz, arcipreste de Hita, contrapone simbólicamente a un hablante del latín con un individuo perteneciente a la cultura griega. El desafío se lleva a cabo mediante un extraño juego de manos en el que los contrincantes no pronuncian una sola palabra y las manos se encargan de disputar dialécticamente sobre los presupuestos filosóficos que conlleva la competencia entre dos lenguas, dos culturas y dos cosmovisiones[4]. Es muy sugerente la selección de este exquisito fragmento de la literatura medieval porque Juan Ruiz escribió su obra en el momento en que el idioma español adquiría su autonomía lingüística con respecto del latín. Además, es idóneo para nuestra investigación ya que en el texto las manos significan, mediante sus movimientos excéntricos, las palabras que la boca no puede pronunciar. Es un diálogo entre manos que dota de significado una charla entre personas adversarias que hablan distintas lenguas, la de sustrato y la de adstrato, y que se enfrentan en una dialéctica que anuncia las diversas cargas semánticas que tiene el mismo sustantivo para hablantes de culturas disímiles. La palabra mano indudablemente no es el mismo concepto para un antiguo romano que para un español medieval, aunque se evoque al mismo referente debido a que, entre múltiples causas, la cultura a la que se adscriben no es la misma. Además, el poema es un bello planteamiento de la infinidad de metáforas que la palabra mano, y la mano físicamente hablando, expresan.
II
Ralph Penny, en su libro Gramática Histórica del Español (2008), advierte que de los elementos lingüísticos que conforman la estructura de la lengua “el significado es el menos resistente al cambio” (Penny, 2008: 327). La variación se debe a numerosos factores que implican directamente a la evolución diacrónica de la lengua. Según el estudioso, las gramáticas históricas carecen de apartados que se ocupen específicamente de la evolución semántica de la lengua española. Por eso, las gramáticas no contemplan las variaciones diacrónicas que presentan la mayoría de palabras debido a que estas modificaciones están interrelacionadas con sucesos sociales que impiden hacer acercamientos analíticos puramente lingüísticos. Son muchos los factores implicados en el cambio, tantos que es impensable la constitución de un estudio que defina palabra por palabra la evolución significativa de toda una lengua a través del tiempo. No obstante, para que se origine el ciclo comunicativo el significante de las palabras permanece pues en él está vertida la concepción social y, por ende, la construcción mental que el hablante tiene de sus unidades léxicas. La comprensión de los mensajes se debe a que los cambios semánticos son consensos sociales y ocurren de manera paulatina para que todos los hablantes entiendan la nueva acepción que tal o cual término tiene en el habla coloquial. Además
“no existe una relación directa entre las palabras de la lengua (o signos lingüísticos) y los objetos y hechos del “mundo real”; la relación es indirecta y se establece por medio de esas construcciones mentales (o conceptos) a través de los cuales nos representamos el mundo. Es la interrelación entre significante y objeto (ahí radica la esencia del “significado”) la que cae dentro del campo de la lingüística, cualquier modificación de la misma constituye un caso de cambio semántico” (Penny, 2008: 328)
Para estudiar el cambio semántico, Ralph Penny se sustenta en las teorías del lingüista húngaro Stephen Ullman, quien distingue factores lingüísticos, históricos, sociales psicológicos, influencia extranjera, emergencia de neologismos, etimología popular y elipsis. Así como la metáfora, la metonimia y los tres tipos de tabúes lingüísticos: tabú de la delicadeza, tabú del miedo y tabú de la decencia. Parafraseando las observaciones de Ullman[5], Penny propone explicar las motivaciones que producen la transformación del significado.
“Ullman (1962, basado en Roudet, 1921) clasifica los cambios semánticos atendiendo a dos criterios. En primer lugar, distingue entre aquellos que se producen a causa de una asociación de sentidos y los que se deben a una asociación entre las formas de las palabras: luego, opone los cambios motivados por semejanzas (…) a los que resultan de la contigüidad” (Penny, 2008: 366)
III
Una vez explicada la teoría que sustenta este trabajo, proseguiremos a analizar un corpus fraseológico conformado por el sustantivo mano. Las siguientes frases responden a la teoría expuesta por Stephen Ullman. No ignoramos la limitante acerca de la imposibilidad de construir un análisis lo suficientemente amplio como para elaborar un diccionario histórico del español[6], pero valga la presente investigación como muestra de lo que podría ser un ejercicio de tal magnitud. Por eso, basándonos en ciento ochenta entrevistas realizadas en la ciudad de Puebla, Monterrey y Cabo San Lucas, a hablantes de ambos sexos, y edades entre 10 y 90 años. Recopilamos los siguientes datos que organizamos alfabéticamente: 1) Andan de manita sudada, 2) Échame una mano, 3) Es un mano larga, 4) Hubo mano negra, 5) Le pidió su mano, 6) Metería la mano al fuego por él, 7) Se hizo una Manuela.
- Andan de manita sudada
Esta frase se refiere a que dos personas, vinculadas por una relación amorosa, mantienen una actitud célibe respecto a sus caricias, que no pasan de tono y que, en su mayoría, se resume a besos tiernos (sin lengua ni boca abierta) y caminar cogidos de la mano, pero que en ningún modo implican intercambios sexuales ni situaciones pasionales subidas de color. El faje en este tipo de parejas es impensable.
Análisis: Según la teoría de Ralph Penny, la manita sudada es una metonimia en la cual el tipo de relación que mantiene la pareja implicada es resumida por apenas un aspecto de su vida en común. La manita sudada es solo una parte, lejos de representar la totalidad de su convivencia amorosa, pero sirve para definir su moral recatada y el moderado, o al menos discreto, deseo sexual. La frase también apunta un cambio en la afectividad de los hablantes:
“Los matices emotivos que acompañan a muchas palabras (y que revelan una actitud de hostilidad, desprecio, aprobación, simpatía, etc. hacia ese concepto por parte del hablante) están sujetos al cambio como cualquier otro componente semántico; en general, suele mostrar una evolución peyorativa” (Penny, 2008: 341)
Lo anterior, debido a que la metonimia, legitimada socialmente, implica la aprobación o la burla de los interlocutores que son parte constitutiva del contexto donde la pareja experimenta su noviazgo de manita sudada.
Significado final: Manita sudada = pareja recatada
- Échame una mano
Esta expresión conlleva que una persona requiere ayuda física, moral, intelectual, espiritual, económica, etc. Echarle la mano a alguien proviene de una metáfora de empuje. Antaño, cuando un burro de carga se negaba, por lo general rebuznando, a caminar por el excesivo peso de los bultos que soportaba en el lomo, los campesinos pedían un empujón para su bestia a quien pudiera socorrerlos. El empujón se realizaba con las dos manos; la fuerza de dos personas coludidas para obligar al asno quejumbroso a avanzar. Por lo tanto, echar una mano originalmente significaba que un campesino requería la energía de la mano de un compañero, la potencia que le faltaba. El mismo fenómeno se observa actualmente cuando el motor de un automóvil defectuoso necesita de fuerza humana para iniciar la tracción de sus caballos de fuerza.
Análisis: En este ejemplo tenemos una causa social como el factor de la transformación semántica. En el capítulo cinco de la Gramática Histórica del español (2008) se afirma:
“Puede producirse un cambio en el significado de una palabra en el momento en que ésta deja de formar parte del léxico usual de todos o casi todos los hablantes de esa lengua y se circunscribe al vocabulario técnico de un grupo social en particular (…) también poseemos numerosos ejemplos del proceso contrario, por el que una palabra amplía su significado al pasar del lenguaje de un grupo social restringido al de toda la comunidad” (Penny, 2008: 230)
El uso original de esta frase era específico del gremio de los arrieros: las personas encargadas de transportar mercancías mediante animales de carga: mulas, burros o bueyes. No obstante, con el paso del tiempo la frase se generalizó a tal grado que en la actualidad echar una mano es sinónimo de ayuda y solidaridad. Ya no es necesario que “el empuje” sea físico, es más bien moral o depende de la situación en la que la frase se use. Ahora es una frase que el grueso de la sociedad ocupa para pedir ayuda en un contexto coloquial, entre personas familiarizadas o en ocasiones informales.
Significado final: Echar una mano = Ayudar
- Es un mano larga
Es muy común escuchar que un individuo acusa a otro de ser un mano larga. Es decir, un cleptómano, un ladrón, un ratero, un robador. La acusación generalmente está sustentada por el conocimiento de los crímenes que el supuesto amante de lo ajeno realizó: sustracción de joyas, dinero en efectivo, aparatos electrodomésticos, libros, tarjetas de débito, cuadros renacentistas, computadoras, enseres de cocina, mascotas finas, celulares, ropa íntima y prácticamente todo objeto que alcancen sus manos largas. Los robos son pacíficos. Un mano larga se distingue de un asaltante porque no utiliza la violencia, sus atracos son sustracciones rápidas y disimuladas. Las víctimas de un mano larga ignoran que son robadas hasta tiempo después, cuando se percatan que alguien lo suficientemente ágil hurtó de su bolso, mochila o pantalón, la quincena, la cartera, el perfume o el reloj. Para entonces el diestro mano larga estará muy lejos de ahí.
Análisis: El epíteto mano larga es una metonimia que parte de una hipérbole (el tamaño de la mano, exagerado por el discurso metonímico) en la cual la extremidad que realiza los hurtos pasa a definir las actividades criminales del dueño de esa mano. Una mano por sí misma no es buena ni mala[7], pero la metonimia funciona a la perfección para resemantizar al miembro humano a tal punto que éste define una actividad ilegal, una anomalía moral en la conducta del individuo ladrón. “La sinécdoque puede también considerarse como un tipo de metonimia; consiste en la aplicación del nombre de una parte de un concepto a la totalidad del mismo” (Penny, 2008: 338). Las razones del cambio semántico son evidentes.
Significado final: Mano larga = Cleptómano
- Hubo mano negra
En los juegos de azar, los de mesa o los sorteos de lotería, y prácticamente cualquier evento que convoque a la suerte, suelen presentarse problemas inexplicables desde el punto de vista organizacional. Por ejemplo: el mismo número repetido en varios boletos (con el fin de incrementar sustancialmente las probabilidades de triunfo), o un acuerdo ilegal entre dos o más personas coludidas que tienen como finalidad beneficiarse de sus trampas, o incluso beneficiar a un tercero. A esta conducta tramposa pero difícil de detectar se le denomina mano negra. Su ejercicio desencadena discusiones tabernarias entre tahúres, golpes, muertes y un sinfín de penalidades para la humanidad[8]. Por lo que una mano negra está relacionada con el ejercicio del mal.
Análisis: La mano negra implica la metáfora de la oscuridad. Es decir, del fraude auspiciado por el desconocimiento de la mayoría. La mano negra no se refiere a la extremidad de un individuo de piel morena, sino a los fraudes que, tras bambalinas y socorridos por las tinieblas (metáfora del secreto) se practica en muchos sorteos o juegos de azar. La desigualdad de condiciones, provocada por una actividad falsa y traidora, confronta a los participantes a una dialéctica que la mayor parte de las veces deriva en zafarranchos y grotescas escenas de cantinas destrozadas, plazas arrasadas o golpizas al por mayor. La mano negra es un ejemplo del Tabú del miedo y al mismo tiempo una metáfora del fraude. Según Ralph Penny el tabú
“alude a la prohibición de mencionar una palabra concreta por diferentes razones, que varían de una cultura a otra, pero que muestran algunas constantes universales (…). Dado que el concepto que se enunciaba mediante una palabra tabú ha de ser designado de alguna forma, suele recurrirse a un eufemismo, esto es, a una voz o expresión que, por algún motivo, puede reemplazar al término prohibido” (Penny, 2008: 331)
Conocedores de las desgracias que históricamente las trampas en este tipo de eventos han ocasionado las manos negras, los hablantes, por miedo, han optado por censurar el término “fraudulento”, “tramposo” o “ruin” y lo han cambiado por el de mano negra, que es otra forma, menos directa, de referirse al mismo problema. La frase también implica una metáfora.
“Muchas palabras han adquirido su sentido actual (o una de sus acepciones) por haber sido usadas en alguna época como metáforas. La metáfora es fundamentalmente una comparación en la que un concepto (que el hablante tiene en mente) se pone en relación con otro (que el hablante considera en relación con el primero)” (Penny, 2008: 337)
porque “lo negro” en el imaginario popular está relacionado con lo oculto, con la oscuridad, con el mal. La mano negra actúa desde el anonimato (oscuridad) y realiza fraudes (el mal)
Significado final: Mano negra = Fraude
- Le pidió su mano
En el léxico mexicano es común escuchar que alguien le pidió su mano a su pareja. Tradicionalmente son los varones quienes, acompañados de un anillo de compromiso, vestidos con sus mejores galas y envueltos en un ambiente romántico, se arrodillan frente a la sorprendida amada (en los últimos años la sorprendida amada también puede ser un sorprendido amado, sobre todo en las urbes que han legalizado, afortunadamente, el matrimonio homosexual) quien ante el boato e ingenio, y generalmente con lágrimas en los ojos, grita “¡Acepto!”. Meses, o semanas, o días después, la enamorada pareja celebra su boda en un recinto religioso y unen sus vidas hasta la muerte o hasta el cada vez más frecuente divorcio, lo que ocurra primero.
Análisis: Según Ralph Penny, el proceso metonímico del cambio semántico puede ser de varios tipos. Para el ejemplo que nos ocupa, la metonimia idónea es la que incluye la sinécdoque pues “consiste en la aplicación del nombre de una parte de un concepto a la totalidad del mismo” (Penny, 2008: 338). Cuando un novio enamorado pide la mano de su venerada novia, no solo está pidiendo esa extremidad. Es decir, en caso de aceptar, la novia no está obligada a cortarse la mano de un tajo con un cuchillo de cocina para entregársela al novio en una cajita forrada de seda. Se sobreentiende que el novio está pidiendo “el todo por la parte”. Por tanto, metonímicamente hablando, al pedir la mano está pidiendo la cara, los pies, los hombros, la cadera, los tobillos y demás dulzuras del cuerpo de la amada, pero como las reglas del galanteo han permanecido impuestas desde tiempos inmemoriales[9] y la mano ha sido un elemento constante en ellos[10], el novio, para no contrariar las leyes del decoro y del buen gusto, pide mustiamente “la mano” cuando en realidad aspira a la… amada completa.
Significado final: Pedir la mano = Matrimonio
- Metería la mano al fuego por él
En ocasiones, la confianza profesada a un semejante se ve comprometida por un evento poco grato que hace dudar de la integridad moral del individuo. Generalmente, es una negligencia de índole ética la que obliga a la mayoría de ciudadanos a “darle la espalda”[11] al sujeto en cuestión. No obstante, siempre quedan reminiscencias de épocas pasadas a las cuales algunos allegados se aferran para suponer la probidad o inocencia de quien consideran injustamente acusado. No falta quien asevera con el ceño fruncido que metería la mano al fuego por su amigo para respaldar con su propia integridad moral, la integridad menoscabada de su compañero, antaño irreprochable. Meter la mano al fuego por alguien que está en problemas aún no comprobados es el máximo apoyo moral que un sujeto puede prodigarle discursivamente a un compañero caído en desgracia y, por añadidura, es una muestra de inmensa amistad y ciega confianza.
Análisis: en este pequeño ejemplo nos encontramos frente a una transformación semántica derivada del proceso metafórico del cambio en la significación. En otras palabras, meter la mano al fuego no se entiende literalmente; solo en sentido connotativo, figurado. Quizá una máquina o un androide o el algoritmo de internet aún no comprenda esta riqueza semántica, pero los hablantes la atienden sin problemas. Según la teoría del cambio semántico expresada por Ralph Penny, existen distintos tipos de mutaciones en las palabras, provocadas por la semejanza que originan las metáforas[12]. En el caso que nos ocupa, el referente concreto es el sustantivo mano, mientras la noción no concreta es la confianza. Dar la mano a alguien, como hemos analizado previamente, significa apoyarlo en momentos difíciles. A esa significación se le agrega un valor metafórico: el fuego[13]. Es decir, una prueba difícil de sortear que sirve para demostrar una sincera amistad, un respaldo incondicional, una fe ciega en la integridad de quien se presenta como víctima inocente de injustos atropellos, reclamos y calumnias.
Significado final: Meter la mano al fuego = Confianza
- Se hizo una Manuela
Esta frase se refiere eufemísticamente al acto, la mayoría de veces oprobioso, de masturbarse. Los varones jóvenes practican la autocomplacencia genital con frecuencia y deleite. No obstante, la moral de las generaciones mayores no les permite describir directamente la masturbación con el sustantivo que la define. Es un tema tabú, evidente pero velado. Por lo tanto, los jóvenes febriles que ejercen el poder de su mano en un momento de lubricidad íntima y pasional son obligados a ocultar sus prácticas solitarias con múltiples metáforas: jalar el cuello al ganso (?), cascársela (?), pajearse (?), sacudirse la sardina (?), etc. Su léxico cotidiano es acotado por el tabú de la decencia descrito en el libro Gramática Histórica del Español (2008), de Ralph Penny. La Manuela, es decir, la mano masturbadora, mantiene la raíz fonética de la palabra mano y, además, se le agrega un género sexual femenino. Manuela es una presencia abstracta que representa a cualquier mujer de las fantasías eróticas viriles que elevan la temperatura de su adolescencia. Manuela es una mujer conocida únicamente por los hombres ya que las mujeres, aunque se masturben, no se hacen Manuelas.
Análisis: según Ralph Penny existen causas psicológicas que provocan diacrónicamente un cambio semántico auspiciadas por el precedente emotivo y mental de los hablantes. Este tipo de cambio ha generado numerosas expresiones perifrásticas para referirse a un mismo significado. Para resolver este tema tabú los hablantes hacen alarde de creatividad en el uso de determinadas palabras, empleadas como metáforas, para referirse a “lo prohibido”. En el caso que nos compete, el tabú de la decencia motiva a designar con el nombre de una mujer genérica, Manuela, a la actividad que los varones jóvenes, y no tan jóvenes, realizan cada noche, como un ritual bajo las sábanas blancas. Si bien la expulsión solitaria de semen y el orgasmo que lo antecede son naturales y hasta cierto punto recomendables, la autocomplacencia implica un tabú para la sociedad de valores judeocristianos donde todo placer es pecado y la carne debe resistir este tipo de impulsos. Según Ralph Penny “el motivo del cambio ha sido evitar la mención de palabras relacionadas con el sexo o con ciertas partes del cuerpo y sus funciones” (Penny, 2008: 333). Por lo tanto, hacerse una Manuela es un eufemismo del placer masturbatorio y también es una evocación impersonal a la noción femenina que acompaña las emisiones nocturnas de los masturbadores. Manuela es la mano, pero también es el rostro, el cuerpo y la voz de una mujer imaginaria, deseada y venerada. Es un eufemismo de la añoranza, del deseo y la caricia. Los onanistas se beneficiaron con cierto lirismo en la palabra que define su práctica secreta. Pues si bien es cierto que el Tabú de la decencia está demasiado arraigado en la cultura occidental como para oponerse a él, los hedonistas encontraron en Manuela una nueva significación, mucho más bella, del anhelo de realizarse eróticamente en el cuerpo de una mujer.
Significado final: Hacerse una Manuela = Masturbación
BIBLIOGRAFÍA
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DE HITA, Juan Ruiz Arcipreste (1976) Libro de buen amor. México. Ed. Aguilar
DEL HOYO, Javier (2013) Etimologicón: el sorprendente origen de nuestras palabras y sus extrañas conexiones. España. Ed. Planeta
GRIJELMO, Alex (2004) El genio del idioma. España. Ed. Taurus
_____ (2007) La seducción de las palabras. España. Ed. Punto de lectura
MALUQUERT DE MOTES, Juan; PERICOT, Luis (1971) La humanidad prehistórica. España. Ed. Salvat
MATEOS, Agustín (1978) Etimologías greco-latinas del español. México. Ed. Esfinge
MORRIS, Desmond (1971) El mono desnudo. España. Ed. Plaza & Janés
PENNY, Ralph (2008) Gramática Histórica del Español. México. Ed. Ariel
RABELAIS, Francoise (1980) Gargantúa y Pantagruel. España. Ed. Círculo de lectores
VV.AA. (2008) El sexo invisible. Una nueva mirada a la historia de las mujeres. México. Ed. Lumen.
- En el libro La humanidad prehistórica (1971) los arqueólogos Luis Pericot García y Juan Maluquert de Motes y Nicolau nos cuentan que es muy posible que la primera forma artística sea una mano impresa en una caverna como la de Altamira en España o Lescaux en Francia ↑
- Leer De animales a dioses (2018) de Yuval Noah Harari ↑
- Véase el diagrama de la proporción lingüística propuesto por Agustín Mateos en la página 37 de su libro Etimologías greco-latinas del español (1978) ↑
- 1 Muchos escritores han reproducido el fragmento con más o menos los mismos elementos. Quizá el más famoso de ellos sea Françoise Rabelais quién en el capítulo dieciocho de su afamado Pantagruel describe que Panurgo, amigo del gigante, derrota a un sabio arrogante de origen inglés mediante idénticos movimientos manuales que describe el arcipreste en el Libro del buen amor. “Súbitamente, Panurgo levantó la mano derecha, después se metió el pulgar delante de la ventana de la nariz del mismo lado, teniendo los cuatro dedos extendidos y juntos en línea paralela al cartílago nasal…” (Rabelais, 1980: 442) ↑
- “En cuanto a la estructura de nuestro estudio, sigue las observaciones de Ullman” (Penny, 2008: 327) ↑
- “cualquier estudio de las transformaciones en el plano semántico resultará inevitablemente incompleto y es probable que inexacto, por lo menos en parte” (Penny, 2008: 327) ↑
- A menos que el ser humano al que pertenezca padezca el rarísimo síndrome de la mano autónoma. En ese caso la mano sí es una extremidad peligrosa, con plena conciencia de sus actos e irreprimibles impulsos hacia el mal. Como tratamiento se recomienda visitar a un especialista y, en caso muy graves, la amputación. ↑
- Leer la novela El jugador (Biblioteca de la Literatura Universal, 2000), de Fiodor Mijailovich Dostoievsky ↑
- Tabú de la delicadeza ↑
- Léase la introducción de este documento ↑
- Metafóricamente: retirarle su apoyo ↑
- “El uso metafórico de términos que inicialmente eran concretos para expresar nociones no concretas (esto es, abstractas)” (Penny, 2008: 337) ↑
- Simbólicamente el fuego todo lo depura ↑