Alejandro Vázquez (Ciudad de México, 1989)
He publicado reseñas de cine, ensayos y poemas en varios medios impresos y virtuales entre ellos Laberinto Milenio, Punto de partida, Radiador, y Gamma Arte Studio. Impartí una clase sobre el I Ching, mitología china y literatura latinoamericana en el Centro Nacional de Escritores.
Metro Tlatelolco
cabeza rapada
mancha boreal en aurora de aceite
cabeza constelación rapada
gotea aceite en el carril de baja
o sea se corre como cortina
siete de la mañana diecinueve minutos
el circuito conciencia colectiva en virus y repeticiones
― el amanecer se baña en aceites ― treinta segundos ―
la estrella diamante hambrienta bajo Tlatelolco
juguetea en el ambiente un sin donde rumor de tele sin señal
ventanas que son bocas del aullido
―ciento veinte segundos― colosal chubasco de sesos
concreto y cráneos masticados
dura una nada eterna la mañana
unos comentan la emboscada
otros obvian el tzompantli
Watley
En un desierto de pieles obscenamente abiertas
hundo la cara en un charco de calor para buscarme
pero la noche se desgaja en el desierto con un rumor vencido,
como un espejo de fiebre el reflejo acuoso de mi condición humana,
palpita y tanto. Diáfana tarántula.
Algo de mí en un puñado de arena se desvanece
en el angustioso juego de un espejo frente a otro,
una dimensión magnética transita: la zona sin zodiaco
de la transmigración de las flores.
Habitantes del desierto,
disfraces catarata envueltos en espejos de humo.
Quietud reptil y milenaria.
La respiración llena cántaros de quemaduras
y heridas viejas como resonancias huecas
y coyotes y coyotes y coyotes.
Alucinan sedientos los fantasmas con piedras de alacranes.
Coágulos de tiempo sus visiones,
obsesivo el anhelo de ahogar el espejismo del ser en luz dormida y centinela,
obsesivo el anhelo de abrir una herida en esta identidad de paja.
Surcando su aguijón la sofocada tierra,
rezo Tarahumara, crótalo y espinas vivas.
Olmo
Desde su alta carne de ámbar
el olmo en su misión ejerce
los entreverados mensajes que al caer
como hojas como flores dan camino
al paso del viento ciervo
que al barrer desajusta la armonía
de la distribución puntual del accidente.
Al consumar la frágil hojarasca
las flores concentran el aceite
y el olmo entierra la semilla ―como el huevo de una serpiente misteriosa―
que engendra nuevamente la otra vida
con su mitad de altura y su mitad profunda y su mitad desconocida.
Hay libros como cenizas de un incendio o llamas de una casa desalmada,
pero también libros de vida y hojarasca que en cada otoño ejercen la mudanza;
así el olmo en su misión despliega ―desde su alta carne de ámbar―
el oficio del libro que no muere,
sino avanza:
y muda
el verde plumaje
con la danza.
Muchas felicidades Jano, estoy fascinada con METRO TLATELOLCO y OLMO, me encanto tu forma, la mancha textual y los guiones.
Espero que nunca dejes esa hermosa manera de expresarte.
Se te quiere Diana L.V.