Foto: Torreón, Coahuila, 4 de febrero de 2019. , durante el juego de la jornada 6 del torneo Clausura 2019 de la Liga MX Femenil, entre Santos Laguna y Esmeraladas del León, celebrado en el estadio Corona. Imago7/Sebastian Laureano Miranda.
Por Rodrigo Piña
El futbol soccer actualmente es jugado de manera profesional por mujeres y hombres en todo el mundo. Al ser el deporte más visto por las personas alrededor del globo, esto lo convierte en el que más ganancias genera.
En México, el futbol siempre ha sido una práctica muy popular, tanto, que el país se ha convertido en el décimo lugar a nivel mundial en jugadores mejor pagados, solamente unos lugares debajo de Inglaterra, Alemania, España e Italia. Estos últimos también encabezan la lista de mejor educación a nivel mundial, caso contrario a México, ya que en aquella se encuentra —como dirían los comentaristas deportivos— “hasta el sótano”.
Bajos sueldos
A pesar de los altos sueldos que México le paga a sus jugadores de futbol, existe un fenómeno que últimamente ha dado mucho de qué hablar: la brecha salarial entre hombres y mujeres. Datos oficiales del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) demuestran que, en México, las trabajadoras ganan en promedio 34.2% menos que los trabajadores. Por su parte, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) indica que sí existe tal brecha salarial, pero cambia dependiendo el estado en donde se realicen los estudios, es decir, mientras que en Coahuila las mujeres ganan 23% menos que los hombres, en Quintana Roo la diferencia es solamente del 1.7%, siendo este último el estado más equitativo con respecto a salarios. Lo anterior quiere decir que una mujer gana aproximadamente el 70% del salario que perciben los hombres, aunque ambos realicen las mismas actividades.
Si bien dicha brecha salarial es preocupante, resulta más alarmante en el ámbito deportivo, específicamente en el futbol, ya que ni siquiera la jugadora mejor pagada del país logra alcanzar el 10% del jugador peor pagado de la liga varonil. También existen casos extremos como el del francés André Pierre Ginac (actual delantero del tigres) o el nuevo fichaje del Club América, Nicolás Castillo, quienes ganan un monto aproximado de 4.5 millones de dólares al año, es decir, más de 7 millones de pesos al mes. Algo que una futbolista de la liga femenil en México sólo podría soñar debido a que la mayoría de ellas apenas tiene un sueldo de entre 3 mil a 6 mil pesos mensuales. A lo anterior se suma que están sujetas al cumplimiento de una regla que las limita a jugar solamente hasta los 24 años en un equipo de primera división, lo que casi obliga su retiro a una edad en que muchos futbolistas hombres aún gozan de una carrera fuerte.
La difusión de los partidos
En el país apenas se está llevando a cabo el cuarto torneo de futbol profesional femenil. A diferencia de los primeros, la audiencia y las transmisiones han aumentado de manera considerable. Mientras que los anteriores regularmente sólo eran transmitidos en vivo desde redes sociales, actualmente, la mayoría de partidos ya están siendo televisados. Tras el resultado positivo del público hacia el futbol femenil, la activista y comentarista deportiva Marion Reimers sostuvo, en una entrevista para el canal Fox Sports, que las mujeres demostraron que no solamente son fanáticas de este deporte, sino que son futbolistas profesionales.
Las jugadoras opinan que si no hubiera sido por el internet y las redes sociales, el crecimiento del futbol femenil se habría pausado: “nosotras hemos crecido gracias al público que veía las transmisiones en vivo de los partidos en redes sociales, sin embargo, hace mucha falta la difusión del futbol femenil por parte de las televisoras porque casi todos los partidos son transmitidos en tv de paga. Si no fuera por las fan page o nuestras propias redes sociales, esto no seguiría creciendo” informó Marisol Luna, actual jugadora del Club Tijuana.
Asimismo, la portera titular del Monterrey y subcampeona del torneo clausura 2018, Claudia Lozoya, coincide en que falta una mayor difusión y patrocinios por parte de empresarios, “existe una gran diferencia al trato entre hombres y mujeres por parte de los dueños de los clubes, empresarios, televisoras y directivos. No nos tratan igual,” precisó la jugadora.
Pasión vs realidad
Por lo regular, las mujeres que se dedican a jugar futbol profesional en México tienen que hacer más actividades simultáneamente, debido a que su sueldo no les alcanza para poder vivir de su pasión.
Claudia Lozoya informó de su caso: “yo soy una persona feliz y muy luchona, por eso disfruto mi carrera futbolística, pero también la tengo que campechanear con otra carrera de verdad”. Actualmente, Claudia tiene que mezclar las canchas con las aulas de clases; estudia Ciencias de la Comunicación en una escuela particular ubicada en Monterrey, “sé que el futbol no me dará de comer y por eso sigo mis estudios, pero espero que eso cambie para las futbolistas que vienen atrás de mí, espero que ellas sí puedan vivir del futbol”.
Claudia tiene 23 años de edad, es decir, le quedan escasos meses para poder seguir jugando en primera división —si las reglas aún no cambian—. Al cuestionarle sobre si ella cree que el machismo es un problema en el ámbito del futbol femenil, la cancerbera respondió que sí, que efectivamente eso se ve reflejado en todos los ámbitos de la sociedad y no sólo en este deporte, “pero estoy consciente de ello, creo que eso siempre afectará, y más en un país como México, que culturalmente es un país machista”, afirmó.
Por su parte, Marisol Luna señaló que sí seguirá luchando por sus sueños, porque para ella fue una bendición que se hiciera un torneo profesional femenil: “cuando salió la convocatoria para la Liga Femenil, mi mamá tenía muy poco tiempo que había fallecido. Ella siempre confió en mí y me dijo que algún día yo podría vivir de esto que tanto me gusta, por eso seguiré jugando, porque mi mamá me mandó esta bendición desde el cielo”. Sin embargo, Marisol tiene claro que aquí, en el país, no podrá vivir con lo que le pagan los clubes, por esa misma razón dice que seguirá entrenando para subir su nivel y así poder irse a otro lugar del mundo donde la situación sea más equitativa, “estaría orgullosa de jugar aquí en México, pero creo que mi país no está orgulloso de que yo juegue aquí”, comentó la jugadora.
Futbol sin género
Paola Kuri es una activista que ha estado en lucha en contra de las desigualdades entre hombres y mujeres en la cancha, de hecho, Paola “La Wera” Kuri, creó un movimiento llamado #FutSinGénero, el cual busca precisamente la igualdad dentro y fuera del campo. En una entrevista para el periódico La jornada, la activista expuso que las diferencias de la liga varonil y femenil van más allá de los sueldos, “la cobertura, los patrocinios, las posibilidades de desarrollo e incluso las condiciones de juego son distintas, ya que mientras los varones juegan solamente en canchas de césped, ellas la mayoría de las veces lo tiene que hacer en pasto artificial”.
Es necesario tener en cuenta que la construcción de género, es decir, la distinción entre hombres y mujeres, no es solamente una diferenciación biológica, sino de los roles y significados sociales que se han establecido para cada uno de ellos. Por ejemplo, a las mujeres, desde pequeñas, se les regalan muñecas y juegos de cocina, en cambio, a los hombres, se les dan carros y balones de futbol; desde ahí comienzan las desigualdades. Estas diferenciaciones se deben a la cultura machista que se vive en el país, cuyas desigualdades se ven representas en el ámbito social o profesional, como en el caso de las jugadoras del futbol profesional femenil.
Una parte del problema radica en los estereotipos, ya que designan diferencias de género. Los estereotipos dictan las reglas de qué es masculino y qué es femenino; en ese sentido, el futbol nunca había sido tomado como un deporte para las mujeres como hoy en día.
A pesar del panorama desigual, se ha ido avanzando para mejorar la situación, sin embargo, aún queda mucho trabajo que realizar para que se alcance la igualdad dentro y fuera de la cancha entre mujeres y hombres.